Sobre la cooficialidá. Un artículu de Jorge García Monsalve

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EN LNE del 30/10/2021 Razonamientos ensin espatuxos nin aspavientos La necesidad de separar la cooficialidad de la crispación política Jorge García Monsalve 30·10·21 | 04:01 0 Observando, desde la distancia, la controversia surgida por la propuesta de reforma del Estatuto y la consiguiente oficialidad del asturiano, me ha venido a la cabeza mi primera experiencia como estudiante de esa lengua. A mediados de la década de los ochenta del pasado siglo, nuestro profesor de Literatura, el ya fallecido Xosé Bolado, montó, al margen de la oferta académica del centro y fuera del horario lectivo oficial, unas clases semanales de lengua asturiana; y fue aquel excelente docente y notable poeta el que, a horas intempestivas y de forma “semiclandestina”, nos inculcó a los pocos alumnos del instituto público de La Calzada que asistíamos a sus clases, sino el amor, sí, al menos, el respeto por nuestra lengua autóctona. Así, tras las clases sobre el Surrealismo, la Generación del 27 o el teatro de Buero Vallejo, el profesor Bolado nos enseñaba en horario “nocturno” los rudimentos de aquella otra lengua. Lo cierto es que ha corrido mucha agua bajo el puente y, en estos cuarenta años, los sucesivos gobiernos asturianos, sus ayuntamientos, instituciones como la misma Universidad de Oviedo junto con la propia sociedad civil, han llevado a cabo un loable esfuerzo para desarrollar y potenciar el uso y protección del asturiano. Por ello, somos muchos los que creemos que es el momento de dar un paso más; y este paso no puede ser otro que la cooficialidad del asturiano. Y, llegados a este punto, creo obligado hacer una aclaración. Entiendo el asturiano y leo habitualmente la obra de los “clásicos” de la literatura en esa lengua (Antón García, Esther Prieto, Xuan Bello o Esther García); pero no soy nacionalista, no pretendo utilizar la lengua como arma política arrojadiza y no tengo relación directa con los distintos colectivos de asturiano hablantes, más allá de haber nacido en la Cuenca del Caudal y tener mis ancestros familiares en lo más recóndito del valle de Cenera. Por ello, me causa cierto estupor ese intento pueril de la derecha por hacer creer a la sociedad asturiana que la defensa del asturiano es cosa de radicales y que su cooficialidad abre la puerta a un nacionalismo de extrema izquierda que no va a cejar en el empeño de imponernos el uso de la lengua, en una suerte de remedo de lo que ellos entienden que está ocurriendo en Cataluña. Sin embargo, la defensa a ultranza de las otras lenguas minoritarias distintas al castellano en nuestro país ha venido, en la mayoría de las ocasiones, de la mano del conservadurismo político y, si me apuran, del más furibundo reaccionarismo. Y así, todos esos esforzados servidores públicos de nuestra derecha patria, deberían leer las soberbias memorias del escritor catalán Josep Maria de Sagarra para saber que aquel movimiento político y cultural de renacimiento de la lengua catalana que supuso la “Renaixença” fue obra de los sectores más conservadores de la sociedad catalana; que los más y mejores “euskaldunes” fueron los carlistas del País Vasco y Navarra, en connivencia con el clero más retrógrado del lugar; y, en fin, que uno de los más grandes poetas en lengua asturiana, Xuan María Acebal, fue un ferviente católico que militó en el más rancio tradicionalismo, hasta el punto de exiliarse en Francia tras la última guerra carlista. Hagamos, pues, un esfuerzo común por desbrozar el camino hacia la normalización lingüística, limpiándolo de toda esa hojarasca política y mediática que tanta crispación crea en una sociedad tan plural y diversa como la asturiana. Solo así podremos entender que la lengua asturiana es un patrimonio más de nuestra comunidad, que todos tenemos el derecho de conocer y utilizar y la obligación de proteger. Y esa máxima protección solo puede alcanzarse, en nuestro marco constitucional, a través de una decisión política como es la incorporación de su cooficialidad a la norma institucional básica de la comunidad autónoma: el Estatuto de Autonomía. Hagámoslo; y, sobre todo, hagámoslo sin aspavientos.

Nel ABC de güei

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Miembros de la RAE cuestionan el futuro del bable como lengua cooficial El proyecto tendría un gran coste y pocas posibilidades de incidir en la realidad, según varios académicos Bruno Pardo Porto Bruno Pardo Porto SEGUIR Actualizado:30/10/2021 02:51h GUARDAR NOTICIAS RELACIONADAS Ignacio Blanco (Vox Asturias): «Barbón quiere ser el Fraga asturiano, pero no lo va a lograr. Debe dimitir» Hay un aforismo recurrente atribuido a Max Weinreich que reza que «una lengua es un dialecto con un ejército y una fuerza naval». Tiene gracia, y lo que señala es que las fronteras entre un término y otro no están muy claras, tal y como señaló en su día el académico Gregorio Salvador, fallecido en 2020. Con el bable, que ahora podría convertirse en la lengua cooficial si se aprueba la reforma del Estatuto de Autonomía de Asturias, se ha discutido mucho al respecto, y las posiciones dominantes han bailado bastante. Hasta 2014, la Real Academia Española (RAE) recogía en su Diccionario que el bable era el «dialecto de los asturianos», una denominación que levantaba resquemores y que fue modificada tras una propuesta de Iniciativa pol Asturianu. Ahora, la institución define el bable como una «variedad actual del asturleonés», y lo plantea como sinónimo de asturiano, que es el nombre que prefieren en la Academia de la Llingua Asturiana. Ni rastro de dialecto. «No tenemos una posición oficial al respecto», asevera Santiago Muñoz Machado, director de la RAE, al otro lado del teléfono. En la Docta Casa hay muchos matices al respecto. Veamos... Paz Battaner, lexicógrafa y directora del Diccionario de la RAE, apunta que «toda lengua es un dialecto y todo dialecto es una lengua». ¿Y el asturiano? «Es una lengua reducida en extensión, un dialecto del latín». Para Pedro Álvarez de Miranda, también de la Docta Casa, estamos ante «una cuestión en la que pesan más los factores políticos que los factores lingüísticos», y tendríamos que «despolitizarla, desdramatizarla». «El concepto de dialecto es bastante impreciso, y sobre todo tiene mala prensa. Parece como si el dialecto fuera una lengua de segunda categoría o de segunda división. Y no es exactamente así. Hablamos de un concepto más bien histórico», afirma. La diferencia, según él, tiene bastante que ver con la fijación escrita de un habla: si hay mucha estamos más cerca de una lengua, y si no puede que estemos ante un dialecto. «Nadie quiere ser dialecto, todos quieren ser lengua. Supongo que es legítimo, pero los lingüistas ven las cosas bastante distintas de cómo las ven los políticos», remata. Un coste muy elevado Salvador Gutiérrez Ordóñez, miembro de la RAE y hablante de bable, considera que el problema no es si el asturiano es una lengua o un dialecto, porque eso depende del punto de vista. «El bable es una lengua desde un punto de vista interno, porque es un instrumento de comunicación, pero desde el punto de vista de los criterios externos, como puede ser el peso literario, el lenguaje de la administración, o la estandarización o uniformidad de la lengua… esos no los cumple en estos momentos el bable». Para él, la cuestión importante es la de la cooficialidad del bable, que no comparte. ¿Es posible convertir el bable en una lengua administrativa? «Si me preguntan si quiero comprar un Ferrari, yo digo que sí. Si me preguntan si puedo comprarlo, diría que no. En estos momentos la estandarización del bable, el convertirlo en una lengua de la administración, tiene un coste muy grande, porque esa oficialidad implica que todos los documentos oficiales estén en bable, que todos los documentos de empresas que estén relacionadas con la administración estén en bable. Y eso tiene un coste elevado», afirma, al tiempo que recuerda que Asturias es una comunidad con problemas de desarrollo. Hay quien sostiene que todo esto costaría unos setenta millones de euros, aunque Xuan Xosé Sánchez Vicente, de la Academia de la Llingua Asturiana, apostilla que la apuesta es por una oficialidad amable y barata, y que además aún queda mucho camino legal por recorrer hasta que esta pueda llevarse a cabo. Con todo, Gutiérrez Ordóñez no confía en que las inversiones logren su objetivo: «La posibilidad de que el bable resurja y se convierta en un idioma de estado autonómico tiene pocos visos de futuro. En estos momentos las lenguas minoritarias, sobre todo las lenguas que han padecido una discriminación, que han padecido un debilitamiento histórico o profundo, no tienen prácticamente posibilidades de subsistir. Desgraciadamente, por muy amantes que seamos de lenguas como el bable, no tienen futuro». «Nos duela mucho o no, y a mí me duele porque soy hablante bable, no veo una salida por mucho dinero que gastemos», concluye. Del bable de Jovellanos al asturiano de hoy El término bable fue ‘popularizado’ en el siglo XIX por Gaspar Melchor de Jovellanos en su texto ‘Instrucción para la formación de un diccionario del dialecto asturiano’, y así se recogió en el Diccionario de la Lengua Española. También en el Estatuto de Autonomía de Asturias, donde se afirma que «el bable gozará de protección». Sin embargo, en la Ley de Uso de 1998 se utiliza la fórmula «bable/asturiano», que modernizaba la anterior sin perderla del todo. Según sostiene Xuan Xosé Sánchez Vicente, de la Academia de la Llingua Asturiana, hoy se prefiere el término asturiano antes que bable.

Entre la rendición de cuentas, el modelo y el debate

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(Ayer, en La Nueva España) ENTRE LA RENDICIÓN DE CUENTAS, EL MODELO Y EL DEBATE Traje azul oscuro que parece grisáceo a veces en la retransmisión, corbata azul celeste con pintas blancas, camisa clara y sus habituales gafas con un toque de modernidad color caramelo en las patillas, el Presidente habla rápido y claro. Cada vez que pasa un folio, escrito con letra grande, ordena la pila de los ya leídos. De vez en cuando, un tic lo lleva por un brevísimo instante al pantalón, que quizá le molesta. El discurso comienza con lo que señala como tres hitos: los compromisos de Mittal, y, por tanto, del futuro del tractor de nuestra industria; la llegada ya próxima del AVE, con su implicación de futuro y de reparación de un retraso inaceptable; la vuelta al casi estado de normalidad de la pandemia, que es en parte mérito de su Gobierno, y que marca un punto de salida. Después, las grandes líneas de lo que él llama “su modelo”: igualdad entre las personas (lo que incluye el par mujeres/hombres), igualdad territorial, modernización. Como al final, unas líneas en asturiano ahora. Marca, sin duda, una diferencia con los anteriores presidentes. Los primeros momentos son para subrayar datos que invitan al optimismo, las mejoras en empleo (evita decir cuánto de ello es empleo público), el crecimiento en la industria y la construcción, el auge del turismo. Y, a partir de ahí, desarrolla un análisis de logros y propuestas, cuya primera parte corresponde a lo que es el grueso del presupuesto: educación, sanidad, asistencia social, y una nota de la administración: la vuelta a la presencialidad, tanto en la sanidad como en los mostradores de las oficinas. (De vez en cuando los subtítulos de la TPA dejan ver con claridad cuál es, en realidad, el estado de la cuestión lingüística: todos en castellano y la toponimia, al revés. Subrayan, así, las incongruencias del Ejecutivo y el discurso vacío de cierta oposición). Aborda después una serie de logros y fracasos, totales o parciales, de su Gobierno, que quieren señalar su capacidad de defender los intereses asturianos frente a sus conmilitones de Madrid: el estatuto electrointensivo y los derechos de emisión de Co2, la cuestión del lobo, ligada a la ganadería extensiva y el despoblamiento, el peaje del Huerna, la financiación autonómica. El reconocimiento de esos fracasos o medios éxitos, da paso al planteamiento de las grandes cuestiones inmediatas o de futuro: la financiación autonómica, el nuevo estatuto (con el cumplimiento del artículo 3º de la Constitución española), el medio ambiente, el reto demográfico, el peaje del Huerna, las cercanías, la reforma administrativa, los nuevos presupuestos, y, especialmente, la digitalización y la transformación industrial, la ocasión para, con el auxilio de los fondos europeos y los proyectos ya en marcha (no podía dejar de citar la instalación de Amazon en Bobes), poner a Asturies “en la vanguardia de la revolución industrial” (dice, erróneamente, “por primera vez”). El tono general del discurso, fue mansulín, sin apenas picotazos a la oposición, salvo uno al PP por la prolongación del peaje del Huerna, y varias a “la extrema derecha”, por su desprecio a la autonomía y por su hostilidad casi barriobajera hacia el asturiano. Parejamente, sus llamamientos al diálogo y el acuerdo —por el bien de Asturies, más que por el del Gobierno, vino a decir— constituyeron el elemento central de su discurso. Es evidente que de esa forma, sobre construir la alabanza de los méritos de su Gobierno, al señalar qué no han podido alcanzar pese a sus esfuerzos, sobremanera en la pugna con el Central, prepara la segunda parte del debate: méritos, humildad, reconocimiento de objetivos no logrados y petición de acuerdos. La oposición, por su lado, ya habrá buscado los datos y les resquiebres del discurso por donde se pueda distinguir del Ejecutivo y atacarlo, algunos con más fiereza, otros con menos. Casi ninguno dejará de ofrecer disposición al diálogo desde sus premisas.

La pulsión arbitrista: visites a los enfermos

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(Ayer, en La Nueva España) LA PULSIÓN ARBITRISTA: VISITES A LOS ENFERMOS Cuando lo vi la primer vez pegué un surtíu na siella: “la Conseyería de Sanidá quier acabar cola visita social a los enfermos hospitalizaos”. Bueno, pensé, será un comentariu marxinal, pero llueu, al ver les disposiciones que se tomaben en tolos ámbitos pa esaniciar dalgunes de les restricciones de la pandemia, volví tópalo. Efectivamente, Sanidá (el Gobiernu, digo yo) quier acabar cola “visita social” a los hospitales. L’arbitrismu, el proponer midides o remedios que tienen más que ver coles ideaciones del que les propón que cola realidá o cola capacidá de solventar los problemes de la realidá, ye una llarga tradición española, que vien de los Sieglos d’Oru. Pero l’arbitrismu va envueltu tamién nuna pulsión autoritaria, especialmente cuando l’arbitrismu provién de quien manda o pue mandar. Nestos últimos tiempos esa pulsión por organizar la vida y les idees de los demás vien tomando un incrementu tan notable como insufrible. Desurde na derecha, sí, pero especialmente na izquierda. En realidá, lo que define nos últimos tiempos a la izquierda ye, más que les polítiques económiques empobinaes a la equidá y la igualdá, la pulsión por ordenar vides y mentalidaes, llexislando dende’l BOE, adoctrinando dende la escuela y les redes sociales. Curioso ye que, además, munches de les propuestes arbitrista-autoritaries de la izquierda provengan d’un estáu que, en xeneral, tienen como l’exe del mal:EEUU. Ún nun entiende que tien de malo la “visita social” a los enfermos, y nun creo yo que palpite nel fondu d’esa voluntá la d’atacar lladinamente una de les obres de misericordia de la Ilesia Católica, “Visitar los enfermos”. Si fuere asina, que nun lo creo, menuda tochura. Entiéndese perfechamente que Sanidá trate d’acabar con situaciones del pasáu onde se xuntaba nuna habitación una catrapada de persones, molestando al visitáu si nun taba mui allá, y a lo meyor, fastidiando al vecín, que taba más p’allá que p’acá. Pero pa eso basta con llimitar el númberu de visitantes por habitación nun mesmu momentu. Nes nueves normes de visites hospitalaries, amplíase’l númberu d’hores que se pue visitar a un enfermu, pero, al tiempu, llimitase a una la persona que pue vistar nel día (o, polo menos, asina lo interpreten dellos hospitales). Nun ye posible, entós, que, ensin dexar de tener una sola visita a cada vegada, puedan visitar al enfermu delles persones, turnándose. ¿Y qué pasa, per otru llau, cuando’l prósimu, poles razones que sea, nun pue disponer más que d’un tiempu llimitáu? ¿Nun se castiga asina al enfermu? ¿Y por qué nun pue haber eses visites turnantes de fíos, hermanos y parientes? Eses visites nun solo calmen la esmolición de los parientes pol estáu del familiar prósimu ingresáu, animen y distraen al enfermu, que, nun se nos escaeza, pasa venticuatro hores, siete díes a la selmana, “en prisión”. Y permiten facer fluir ente unos y otros la empatía, el cariñu y l’amor, que son remedios pal ánimu, si non pa la cura. Pero, anque nun fuesen les visites de parientes cercanos, ¿qué tienen de malo les visites de vecinos y conocíos? ¿Por qué la sociabilidá, una de les virtúes que calteriza, de momentu, a la sociedá española ye mala? ¿Nun ye, al mesmu tiempu que vínculu emocional, sofitu munches vegaes d’ausilios ente unos y otros? Podíamos pensar que hai neses restricciones (inxustificables) de Sanidá un ciertu interés egoísta, al sostener que “la visita” debería facese, precisamente, nes hores nes que’l visitante pudiere ayudar a dar la xinta al enfermu, lo que vendría a sumase a un sentimientu de que les mesmes visites son una molestia. Non, más que cuestiones d’orde o de necesidades del enfermu, nesi discursu contra la “visita social” llate una visión ordenancista, ideolóxica si quieren, que va contra la sociabilidá y contra l’interés, d’afectos y d’entretenimientu, del propiu enfermu. Y apaézseme na pantalla el mio trasgu particular, Abrilgüeyu, que durante la pandemia tuvo dafechamente desapaecíu: “Ye qu’hailos –dizme-, que-yos gusta más mandar… (llarga pausa) qu’eso. Al so delláu, una que nun conocía y que paez trasga, de la que nun tuvieren la delicadeza de dame’l nome. Lo que sí sé ye que nun ye muda, polo que dixo: -¿Pero ye que nun ye lo mesmo pa munchos d’ellos?

Ún que nun ye partidariu de la cooficialidá y col que merez la pena dialogar.

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Copio equí de La Nueva España esti artículu de Raúl Suevos, articulista, ente otres coses, del periódicu. Evidentemente, nun coincido con él nos temores que tien sobre les posibles consecuencies de la cooficialidá, pero merez la pena escuchalu y dialogar con él, nun solo por qu'escribe n'asturianu, sinón polo que diz sobre la nuestra llingua y sobre les babayaes qu'esberrellen munchos escontra ella. Y, por supuestu, toi d'alcuerdu colo que diz sobre La Llei d'Usu y el so "usu". Va dellos díes, otra vegada, volví a sentir vergoña por culpa de la llingua asturiana. Nun por ella, válgame Dios, una llingua a la qu’amo y valoro como’l segundu valir de la nuesa tierra, tres el paisaxe; sinon pola propuesta llevada al Congresu por unos diputaos valencianos, creo, pa que se reconoza la especialidá docente de llingua asturiana a los 300 profesores, más o menos, que la imparten anguaño. Los Nuesos diputaos asturianos, toos, con independencia de la so color político, nun paecen sentise afectaos por esi problema. La llei d’Usu y promoción del asturianu data de 1998. Unos 23 años llargos yá de la so promulgación con mui pocos resultaos hasta’l momentu; daqué que da pie a los defensores de la llingua a guetar el saltu ensin rede de la cooficialidá. Un saltu que sirve a dalgunos pa, ensin conocimientu, espotrexar escontra la llingua. Que si ye una llingua inventada; falso ¿Qué ye, que los nuesos mayores falaben nel castellán de Valladoliddd, o el de Madrizzz? Que si v’acabar colos estremaos bables de los valles; falso, la normalización nun acaba coles variantes, namái adopta’l asturiano central como referente; que si ye inventao; falso, dái-vos una vuelta pol diccionariu etimolóxicu de García Arias y váis ver. En fin, ye lo qu’hai. Dicho esto, toi escontra la cooficialidá pola cenciella razón de que, una vegada abierta esa puerta, entramos nun mundiu que nun se sabe a ónde conduz. Nun me sirve que los bien pensantes digan qu’hai qu’esperar al desendolcu de les lleis posteriores porque eso, cola cooficialidá nel Estatutu, déxanos al azar de lo qu’a cada gobiernu, faltu d’otres aportaciones más conducentes, se-y ocurra, y nel sentíu que quiera, como yá asocede en dalgunes de les rexones españoles con llingua cooficial. A falta de polítiques reales entretengamos al ciudadanu con discutinios ociosos sobro qué llingua ye más interesante. Ye un riesgu que güei, na España y na Asturies de 2021 nun me resulta asumible. Voi siguir defendiendo l’asturianu au faiga falta, arriesgándome a que me partan la cara unos y otros. Unos por falta de llealtá llingüística col asturianu y otros por traidor al español, mientes quienes durante estos 23 años de Llei d’Usu nada o poco ficieron por desarrollala descansen sabiendo que’l personal va tar enguizáu en discutinios estériles mientres un tiempu, a la espera de qu’aporte dalgún globu nuevu enllenu d’aire de colorines pa vende-yos. Ye lo qu’hai, pero yo nun fui a la manifestación pola cooficialidá.

Memoria secular, identidad contemporánea

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(Ayer, en La Nueva España) L’APRECEDERU MEMORIA SECULAR, IDENTIDAD CONTEMPORÁNEA LA NUEVA ESPAÑA del 11 recordaba a Pintaius, un asturiano de los que, tras la conquista, sirvió en el ejército romano. L.lenense, muere en Alemania a los 30 años y hace constar su procedencia en su monumento, allá en tierras lejanas. A uno, la historia de Pintaius, su conciencia identitaria, lo emociona, como lo emociona saber de aquellos astures que dan su nombre a tropas del ejército romano en Inglaterra o aquellos que, señardosos de su patria, llevan al muro de Adriano la Erinus Hispanicus, la pequeña flor de nuestras montañas, como recuerda mi novela En el muro de tu corazón. ¿Constituyen ellos parte de nuestra identidad, de lo que somos hoy? Al menos, ayudan a construirla, en la medida en que los hacemos nuestros o, simbólicamente, los constituimos en un eslabón de esa larga cadena de emigración en busca de sustento que caracteriza desde siempre a nuestra tierra. Y somos sus herederos directos sin darnos cuenta cuando nombramos tantos accidentes geográficos que son denominaciones prerromanas, como la misma nuestra, Asturies, Asturianos. Esa identidad tiene muchas manifestaciones y se construye en distintas épocas de nuestra historia. Por ejemplo, y por citar una poco advertida, la del amor por la vestimenta de nuestros antepasados, que en Grao celebran con el nombre de Día’l Traxe’l País. También en estas últimas décadas vienen apareciendo elementos nuevos para definir nuestra identidad, pues, en efecto, qué mayor rasgo identitario que la eternización de todas las obras, ya se pongan en marcha, ya se aireen en proyecto: soterramiento de Llangréu, AVE, depuradora de Maqua, depuradoras de Xixón, estación de ferrocarril de esta ciudad… ¿A qué seguir? Todos ustedes tendrán en su lugar o proximidades algún ejemplo de esa eternidad de nuestras obras y proyectos, tan perseverante como esa otra seña de identidad que es el reverso de la moneda: la desconsideración en que nos tiene el Gobierno central, de cualquier signo.

¿Amor sin caricias?

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(Ayer, en La Nueva España) ¿AMOR SIN CARICIAS? Algunas de la prevenciones de quienes no son partidarios de la cooficialidad no son disparatadas, como las del dinero, aunque hay que tener en cuenta que parte de los costes provendrían de los presupuestos del Estado. Y es cierto: como cualquier norma o servicio público, desde el más elemental al más complejo, la cooficialidad supone un gasto. ¿Mucho más que lo que actualmente supone el (in)cumplimiento de la Ley de Uso? Seguramente, no disparatadamente más. Pero, en todo caso, lo que hay que valorar con esa prestación de servicios es la contraprestación que supone: la ayuda a la preservación de un bien milenario, nuestra lengua, con usuarios y afectos históricos, como Reguera o Xovellanos, y el respeto hacia sus hablantes actuales, respeto a que invitan Constitución, Estatuto y la citada Ley. De entre los contrarios a la cooficialidad, dejando a un lado los que tienen una simple prevención, existe un tipo de personas que, en realidad, manifiestan una enorme falta de cordialidad hacia el asturiano, bien por desconocimiento, bien por haber nacido o moverse en grupos sociales cuya proximidad a la realidad de nuestra lengua es ninguna; de ahí su incomprensión. Otros se mueven por una enorme aversión, enfermiza casi en algún caso, en ocasiones por razones de ideología política, en otros por pulsiones reactivas hacia su pasado o hacia su grupo social de origen. Llama la atención, sobremanera, el escaso bagaje de conocimiento de muchas de las argumentaciones contrarias a la oficialidad, cuando no se levantan sobre la mentira o el infundio. Así, las que sostienen que el asturiano no se habla, que conviven con las afirman que no se puede normalizar porque se habla distinto casi en cada pueblo (como si el castellano de Cádiz fuese el de Burgos o Lima). Las que mantienen que la normalización o estandarización es un invento, como si el castellano no hubiese tenido un proceso semejante y continuo desde Alfonso X hasta hoy, o no lo hubiese tenido cualquier lengua (empezando por el inglés, por no citar las lenguas peninsulares no castellanas). Y ya no diré nada de la infamia que argumenta que es todo esto un invento de pane lucrando para cuatro. Tan sorprendente como disparatado es el discurso de que la oficialidad es la vía para abrir un futuro de nacionalismo radical. Quienes lo utilizan o tratan de engañar o desconocen la realidad sociológica asturiana. Y por cierto, cuando es la derecha quien emplea ese discurso apuntando a Cataluña o Euskadi, ¿por qué se olvida siempre de Galicia? A propósito, cuánta risa le entra a uno al ver hoy la ferocidad del PP contra el asturiano y recordar cómo en la reforma estatutaria de 1999 corrió a proponer el PSOE incluir la oficialidad en ella, a lo que el PSOE, por su parte, se negó rotundamente. ¡O tempora, o negotia! En todo caso, la declaración de cooficialidad del asturiano, si es que se produce, no tiene en sí ninguna consecuencia. Ha de ser su desarrollo posterior legislativo el que cree las condiciones de uso y tutela de la lengua en la administración y los servicios del Principado, y establezca los derechos de los ciudadanos. Ya saben lo que decía Romanones: “Ustedes hagan la ley y déjenme el Reglamento”. Es ahí, en otro sentido al que guiaba las palabras de don Álvaro Figueroa, donde deben establecerse los acuerdos, y el equilibrio entre derechos y deberes. Pero los adversarios más sorprendentes son aquellos que manifiestan su amor por el asturiano (bueno, siempre dicen el elusivo y anticuado “bable” o “bables”), pero jamás se les ha conocido en público (y, sospecho, tampoco en privado) el uso de la lengua, ni el menor asomo de ello. Sorprende tanto amor sin una manifestación concreta de ese amor. ¿Es posible el amor sin caricias? ¿Lo hay si estas no existen? Hombre, acaso pueda darse un amor como el místico, sin contactos y con deliquios y todo, íntimo, en el retrete del alma; pero las lenguas no tienen otra existencia y manifestación que su uso. Así, pues, ¿amor sin caricias? Al modo de don Francisco: “Ello dirá, y, si no, lo diré yo”.

Paro, peculiaridades y topicos

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(Ayer, en La Nueva España) L’APRECEDERU PARO, PECULIARIDADES Y TÓPICOS Empleo y economía asturianos presentan frecuentemente un comportamiento contrario al de la mayoría de las regiones de España. Tal en esta ocasión: mientras el paro disminuía en el conjunto del Estado y crecía la afiliación a la Seguridad Social, aquí hemos padecido un aumento notable del paro y un incremento alto en la pérdida de afiliados a la Seguridad Social. Así los datos, lo notable son las justificaciones que administración, empresarios y sindicatos proporcionan. La común es que, como ha acabado la campaña de verano, era previsible esa bajada en el empleo. Vale. Pero lo que deberían explicar es el por qué aquí sí y en otros lugares ha sido al revés. ¿Tenemos precios más caros? ¿Menores o más caras conexiones? ¿Una mala política de promoción? ¿Es menor la rentabilidad de las empresas por la presión fiscal? Y no se trata de que en los demás lugares exista un turismo de sol y playa que faltase en Asturies. En Aragón, Castilla-La Mancha, Castilla y León, La Rioja, el crecimiento ha sido notable. FADE apunta tímidamente alguna vía de actuación, pidiendo inconcretas medidas para mejorar la actividad económica y el empleo y acciones destinadas a las empresas. CCOO se aferra, como siempre, a la soflama metafísica: “un giro a las políticas de empleo para ponerlas al servicios de la clase trabajadora”. ¿Eso en qué consiste? ¿En que un Alfonso Guerra contrate a todos? ¿En obligar a las empresas a fichar a quienes no necesitan? “Es la economía, fatos” —que diría aquel ante quien Mónica Lewinsky se prosternaba—, la que, marchando bien, puede crear empleo. Pero para tópicos, los del PP. Los de la sobada servilleta de Laffer, que repiten a todas horas, o el que le hacen gritar a su Presidente, “Asturias es España, y lo demás tierra conquistada”, sin sospechar las connotaciones que el grito tiene por las circunstancias potatorias en que suele alaridizarse.

BUENAS Y MALAS

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(Ayer, en La Nueva España) L’APRECEDERU BUENAS Y MALAS Cuando las cosas van bien, es obligación señalarlo. Así, la marcha de la vacunación y la disminución de los contagios en Asturies. En ambos aspectos destacamos frente al resto de España. En el primer caso, por el alto porcentaje de vacunados, en el segundo, por la escasa cifra de los mismos. Es cierto que, en este último aspecto, hay posiblemente un vector que es parcialmente independiente de la acción humana, pero, fundamentalmente, depende de las vacunas y las medidas restrictivas. Mérito, pues, del Gobierno, mérito que subraya el que hayamos sido capaces de emplear todas las dosis que nos han sido suministradas, mientras otras comunidades, que presumen de grandes éxitos de modernidad y riqueza, almacenan vacunas a punto de caducar. Lo que parece que va a ser la relativamente próxima apertura ferroviaria por el Huerna no es un éxito que podamos atribuir a este gobierno ni a ninguno de los anteriores, ni de aquí ni de allí, aunque habrá en su día que reconocer el papel fundamental de dos personajes en ello. En todo caso, estaremos de enhorabuena y, por favor, no me hagan chistes relacionando la supresión de la marcha atrás para los asturianos en León con el estado de nuestra demografía. Lo que se ha convertido en una pesadilla más de la pandemia ha sido la cita previa y el retraso en la atención a los ciudadanos en diversos servicios, públicos o privados. La Administración, los bancos, las empresas han tomado como costumbre un cierto relajo en sus empleados y una cierta demora en la atención al paciente o al cliente. Actitud que, si justificada en los momentos más duros de la pandemia, parece haberse convertido ahora en una comodidad a la que cuesta renunciar. En algunos casos, esa deficiencia en el servicio, especialmente grave y quejosa en el ámbito sanitario, parece encontrarse, en parte, pero solo en parte, con problemas de personal.

Sobre'l llobu y la Ribera

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Articulu de Juan Luis Rodríguez-Vigil en LNE del 03/10/2021 JUAN LUIS RODRÍGUEZ-VIGIL Ya no hay cabras en Cabrales (ni en casi ningún concejo) Los muchos lobos, demasiados, que campan por los montes de Asturias 03·10·21 | 04:01 1 Si hay algún asunto en el que se hayan entremezclado de forma más sólida y eficaz la mentira, el fanatismo y la imprevisión es en la reciente prohibición absoluta de controlar el crecimiento de las poblaciones de lobos, que acaba de establecer el Ministerio de Medio Ambiente que dirige la señora Vicepresidenta Rivera. Creyéndose amparado ese Departamento por el deseo (cierto) que la mayor parte de la población tiene en proteger el medio ambiente, y en la consiguiente necesidad de adoptar decisiones adecuadas para afrontar con éxito el cambio climático, la señora Rivera ha ordenado muchas medidas, algunas, acertadas sin duda, pero también hay que decir que bastantes de ellas, y por cierto, las de mayor calado, lo han sido de forma asaz precipitada, escasamente prudente y nada previsora de sus efectos negativos. Esta del lobo es una de ellas, y muy gorda. Pero no es la única. Porque la falta de previsión en el tema eléctrico también clama al cielo. Lo primero que hay que decir, porque es el punto de partida obligado para analizar toda la serie de gratuitos despropósitos que se pretende que sufran los ganaderos asturianos es que la decisión del Ministerio sobre el lobo parte de una monumental mentira, de todos conocida: el lobo en Asturias no es, no ha sido nunca, una especie animal en riesgo de extinción, y los planes autonómicos sobre el mismo, al menos el plan asturiano actual, no buscan reducir el número de lobos a términos numéricos que dificulten su supervivencia o que alteren su capacidad eugenésica, sino que solo pretenden evitar el crecimiento natural descontrolado de la especie, un riesgo que la experiencia demuestra que es evidente. Y esto lo sabe tanto la Sra. Ministra como, y sobre todo, sus asesores áulicos que, con algunos socios locales asturianos, son los que han inventado el relato del pobre lobo moribundo, siendo perfectamente conscientes todos ellos de que mienten. Y de que mienten daba fe ya en 1986 el libro oficial titulado El lobo (canis lupus) en España. Situación, problemática y apuntes sobre su ecología, del que son editores Juan Carlos Blanco, Luis Cuesta y Santiago Reig. Además, desde entonces aquí, el lobo ha aumentado claramente sus efectivos, al menos en Asturias, como lo prueban los datos oficiales, que están publicados y son accesibles para quien los quiera conocer. Y hay que decir también que desde 1986 al presente siempre han existido normas e instrumentos de control plenamente legales, prudentes y eficaces en la doble dirección de asegurar la vitalidad de la especie lobuna y el derecho de los ganaderos a que la administración proteja en lo posible a sus ganados de los desmanes loberos. En ese sentido se han pronunciado reiteradas resoluciones judiciales que han desestimado una y otra vez injustificadas demandas de entidades supuestamente defensoras del lobo, normalmente tan vocingleras y querulantes como escasas de socios efectivos, y de razón. Desde hace siete mil largos años, cuando los primeros ganaderos que llegaron a Asturias desde el Este con sus ganados de ovejas, cabras y vacas, lo mismo que sus descendientes de hoy, han tenido que convivir, de mejor o peor gana, pero convivir al fin y cabo, con el lobo. Lo han hecho, y la verdad es pueden seguir haciéndolo durante otros siete mil años si existe sensatez, prudencia y los fanáticos no se meten por el medio a enredar. Y son fanáticos quienes a sabiendas de que su acción se basa en la mentira, la sostienen, y no la enmiendan, que es lo que ocurre ahora. El asturiano rural siempre ha controlado como ha podido los excesos del lobo, con cacerías y pozos loberos básicamente, pero nunca ha podido acabar con él. Solamente habría podido hacerlo la generalización de la estricnina, que afortunadamente fue prohibida a tiempo, y también justa y eficazmente perseguida, pues desde hace muchos años es algo ha desaparecido del hacer cinegético ilegal asturiano. Por ello el lobo ha llegado a nuestros días en libertad y creciendo, naturalmente en su espacio, que nunca puede ser el mismo que el del hombre. Al igual que en el pasado hoy el lobo causa daños, muy serios daños, en las ganaderías. Y eso hay que asumirlo, siempre que esos daños se sitúen en términos estadísticos tolerables y para eso están las extracciones legales del animal y, por supuesto, siempre que los perjuicios sean objeto de justa y rápida indemnización, que a veces, y por las singulares características del cazar lobero, no puede reducirse a las reses matadas o heridas graves, sino que habrá que extenderla a los conjuntos o rebaños que el lobo destroza y rompe, a veces para siempre. En Asturias hay espacio de sobra para ganados y lobos, si se controla adecuadamente el excesivo crecimiento natural de las camadas loberas como se venía haciendo hasta ahora. Esta política sobre el lobo que pretende ejecutar el Ministerio de Medio Ambiente es también un paradigma de imprevisión, una flecha lanzada al corazón de la ganadería extensiva asturiana y, por tanto, algo que está en manifiesta burla con las declaraciones gubernamentales sobre la necesidad de luchar contra la desertización y el despoblamiento rural, al cual, por el contrario, se va a contribuir decisivamente. Se podrá hablar mucho de llevar internet al medio rural y de hacer múltiples apoyos de todo tipo a quienes allí decidan vivir. Pero todo eso se convierte obligadamente en cháchara cacofónica si se atacan las fuentes reales de renta que ahora existen en ese medio. Y, desde luego, hasta que lleguen otros medios y sistemas de vida, y mientras llegan, que ya se verá si todo no queda en nada, la ganadería extensiva es uno de los pilares de economía rural asturiana. Y como el lobo es su principal enemigo, si se le deja campar por sus respetos sin control, esta cantado el final de esa ganadería y de todo lo que ella comporta, hasta el mantenimiento del paisaje del llamado Paraíso Natural, que es claramente antrópico y que ha sido creado y mantenido por los ganaderos asturianos a lo largo de muchos siglos. Ese paisaje, salvo que se cuide por quienes son sus verdaderos mantenedores: los ganaderos extensivos, se puede convertir en una mata informe de sebes y bosques mal cuidados, que con el cambio climático pueden convertirse en auténticas teas que se incendien año tras año destruyendo nuestro espacio y nuestro paraíso. Es a los humildes ganaderos asturianos a quienes hay que proteger y escuchar, y no a los supuestos ambientalistas, creadores e inspiradores de disparates o engendros tan costosos como inútiles, al modo del famoso Hospital de la Fauna Salvaje de Sobrescobio, que invito a visitar a todos los asturianos capaces de asombrarse aún ante los desvaríos, para que se lleven las manos a la cabeza ante una barbaridad que ha costado muchos millones de euros y que lleva seis años terminado, muerto de risa, sin acoger a un mal corzo o rebeco cojo, ni lobo tuerto, pudiendo ampliar su visita al vecino gallinero científico donde nueve o diez biólogos y veterinarios cuida de una o dos gallinas de urogallo sin conseguir sacar adelante ni un huevo, en un proceso que ha costado varios millones de euros de fondos europeos y que no supone precisamente un aval de eficiencia para solicitar nuevos fondos. Además de que el Gobierno asturiano haya decidido, muy correctamente (en una decisión que es obligado elogiar) oponerse ante los tribunales frente esta insensata y torpe actuación ministerial, sería muy conveniente elevar este asunto al ámbito parlamentario nacional y, de forma unida y coordinada por una vez, exigir en conjunto, unidos, todos los partidos asturianos y sus representantes parlamentarios en Madrid una clara y tajante rectificación de esta absurda política de sobreprotección del lobo sobre el resto de las especies animales con las que durante siglos ha compartido el espacio rural de Asturias.

Lo del lobo es una carnicería

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(Ayer, en La Nueva España) LO DEL LOBO ES UNA CARNICERÍA Pongámoslo claro. ¿Qué comete el lobo? Carnicerías. Mata abundantemente, y, cuando ataca al rebaño, mata más de lo que come. Es esa la cuestión fundamental, y no la de que haya lobitos y lobitas que ejerzan su “derecho” a crecer, multiplicarse, alimentarse, y, sobre todo, ser emblemas de lo que ha de ser la naturaleza para algún tipo de profesionales, ideólogos y místicos. Esa carnicería supone la muerte de animales de otras especies, el daño en muchos y el terror de los supervivientes. Pero, por lo visto, sobre ovejas, cabras o caballos no recae ningún tipo de empatía, nada cuenta su sufrimiento, deben resignarse a cumplir son su función: ser presa y comida de los otros, los protegidos, los declarados bienaventurados. Yo entiendo que para los pro-lobo el daño a los propietarios del ganado no importe, a fin de cuentas no son estos más que negociantes, gente que gana dinero (que sean ellos, por cierto, quienes hayan hecho “la naturaleza” de que hoy gozamos y la conserven tampoco es de considerar). En todo caso, con abonársele los daños, está. Pero el destrozo no se produce únicamente en el bolsillo: se produce en la marcha de la explotación, hay que volver a reintroducir el ganado y asentarlo; en la emoción del ganadero, que sufre por las reses muertas, por su dolor, no solo por su dinero; en su desmoralización: se siente acosado y ninguneado por los gobiernos; en la tentación de dejarlo todo. Tal vez es eso lo que se busca: expulsar al campesino-ganadero del terreno que ocupa para dejar que la naturaleza se desenvuelva sin la contaminación del hombre. La decisión del Ministerio para la Transición Ecológica de incluir todas las poblaciones españolas de lobo en el Listado de Especies Silvestres en Régimen de Protección Especial (Lespre) es una sirvengozonería. Que hayan tomado partido contra el control del lobo los territorios españoles que no tienen ni van a tener lobos en su territorio denota una falta de responsabilidad y una cara dura de tamaño magno. Es como si alguien diese por bueno el poder circular sin vacunas en territorios situados en otro continente desde el que estuviese garantizado que nunca irían a venir al propio los infectados. Y todo ello, además, se completa con un catálogo de condiciones para matar un lobo excepcionalmente dañino que no se sabe si suscitan pasmo, risa o enfado. A poco más, se pide que, tras tratar de convencerlo con buenas palabras para que cese —parcialmente— en su actitud, lo declare un tribunal internacional reo de ejecución. ¡Lean, lean! Y, finalmente, con la decisión podemos afirmar que el enemigo está dentro. O, dicho de otra manera, “los nuestros disparan sobre nosotros”. Ahí tienen a Jorge Marquínez y Hugo Morán votando contra los ganaderos asturianos y contra el criterio mismo del Gobierno asturiano. ¿Por qué lo hacen? Porque su patria es la continuidad de su carrera, apoyar lo que les mandan apoyar, esa y no otra. Muchas veces, la opinión se queja de que no hay asturianos en Madrid o Bruselas que nos puedan defender. Ahí los tienen, ¿para qué los queremos? En fin, nada nuevo para quien quiera verlo. Ya lo decía Enriqueta González Rubín en su novela de 1875: «Entamó a numbrami una porción de jiyos d’Asturies que dempués de vese allá enriba n’altu nun s’acordaren más de qu’había Asturies en mundiu» Ahora sí, ante una persona hay que posar la montera, ante Saturnino García Galán, que, como había prometido, ha dimitido de su cargo de director general de Ganadería y Sanidad Animal del Principado de Asturies, en desacuerdo con la decisión del Ministerio de Transición Ecológica y Medio Ambiente de otorgar mayor (total, en realidad) protección al lobo, es decir, de infligir mayores daños al ganado y desmoralizar al ganadero. Monterazu. Xuan Xosé Sánchez Vicente