El lecho de Procusto de los tópicos discursivos

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(El 29/01/2023) EL LECHO DE PROCUSTO DE LOS TÓPICOS DISCURSIVOS Miro y leo con curiosidad, después con asombro. Una fotografía de sonrientes mujeres jóvenes, recién graduadas en la Escuela de Informática de Oviedo. Y, sobre ella, «Llamamiento de Informática a la chicas: “Os necesitamos”. “Las ingenierías se ven para hombres y hay miedo a no poder sacarlas”, dicen las pocas graduadas en el acto de ayer, que repasó los 40 años de la computación en Asturias». Con asombro: ignoro si de verdad existen mujeres que piensen que determinadas carreras son más difíciles para ellas que para los varones. Pero no creo que sea así, no creo que ninguna mujer se considere inferior al hombre en capacidad o intelecto, por razón de su sexo. Es más, conozco mujeres que han estudiado carreras superiores en los años cincuenta, cuando casi únicamente las estudiaban varones, o ingenierías en los sesenta, setenta y ochenta. Nunca encontraron obstáculos, ni personales ni institucionales. Las únicas trabas que existieron en el pasado de modo generalizado fueron las económicas, que, con el tiempo, con la mejora de las rentas familiares o las becas, han ido disminuyendo. Dicho de otra forma, cada persona –varón o mujer- está capacitada para estudiar cualquier cosa y estudia aquello que le apetece. Ahondo más, y veo que existe un lamento muy extendido porque en determinadas carreras técnicas, no en todas, existe una baja inscripción de mujeres. ¿La razón? Si observamos los discursos del feminismo profesional, las causas serían la educación sexista, los estereotipos de «género», etc. Lo curioso es que ese desdén (no incapacidad) de las mujeres por determinadas carreras técnicas no solo se da en España, también en los países que pudiéramos llamar más igualitarios y donde, desde luego, la mujer ha alcanzado altas cotas de emancipación antes que entre nosotros, en Finlandia, por ejemplo, o Noruega o Suecia. Parece, pues, que es difícil atribuir esa resistencia a embarcarse en determinadas carreras técnicas a condicionamientos culturales geográficos o de educación y estímulo. ¿Cuál es, pues, el problema? A mi juicio, el problema está en el planteamiento, en el tópico del igualitarismo (no de la igualdad). Según este, que es uno más de los discursos de «lo políticamente obligado», si no quiere uno quedar como un demodé o alguien que argumenta contra la razón, en cada carrera, empleo o actividad debería haber el mismo número de mujeres que de hombres, lo contrario sería un atentado contra lo conveniente y necesario, contra lo metafísicamente justo, que es obligado corregir. Ahora bien, para empezar, fijémonos en la mirada estrábica de los discurseantes. Cuando las mujeres superan a los hombres en determinadas profesiones o estudios, en la enseñanza, por ejemplo, en medicina, en el funcionariado (las mujeres -31.880-, casi triplican a los hombres -11.691- en la actual plantilla del Principado), ¿alguien requiere la adecuación de las cifras al teórico canon ideal igualitario? Nadie. Nunca. Se trata, pues, de un discurso que pretende que la realidad se adapte, velis nolis, a su lecho de Procusto en la medida en que a sus emisores les interesa aplicarlo para reforzarse a sí mismos (en su identidad, en su poder, en su apego al tópico para no segregarse de la opinión común), no para ajustar el mundo a su estándar teórico. Pero analicemos en concreto alguno de los argumentos, el de la temprana educación sexista, por ejemplo. ¿Es razonable pensar que por jugar más con muñecas las mujeres se sientan, globalmente, más inclinadas a ser médicas, enfermeras, enseñantes o funcionarias? Admitámoslo. ¿Y entonces por qué tantos varones, que juegan con pistolas o soldados, son también médicos, enfermeros, o funcionarios? ¿Y el limitado número de mujeres que entran en esas carreras técnicas lo son a pesar de esa educación sexista? Pero, sobre todo, ¿no constituye un agravio o un menoscabo de sus capacidades el pensar que las mujeres que no optan por las ingenierías o por ciertas carreras técnicas (en todo el mundo) lo hacen constreñidas por la educación de su infancia o por la presión social, que no son capaces de superar? ¿No las disminuye eso o las infantiliza? En realidad, las pretendidas «causas» de esas diferencias o preferencias no son tales «causas», sino meras partes del mismo tópico discursivo prejuicioso. Lo que no se quiere entender ni aceptar es que, en virtud de sus preferencias o inquietudes, las mujeres -como los hombres e iguales a ellos en capacidades- adoptan sus propias decisiones, que no siempre llevan el mismo camino que las de los varones ni se adaptan necesariamente a aquello que los discurseadores del teatral ídolo (en el sentido de Bacon) igualitarista dicen que deberían adaptarse.

George Steiner en nenyures

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(A propósitu del discursu de George Steiner nel tetaru Campoamor en 2001, a favor de les llingües minoritaries, al entregáse-y el Premiu Príncipe d'Asturies de Comunicación y Humanidaes) Y, cual siempre sucede en este mundo, Aunque esto clama al cielo, clama en vano Ramón de Campoamor Resultó interesante el discurso de George Steiner sobre la tribuna campoamorina . Con todo, no vino a decir ninguna cosa que no lleven diciendo desde hace décadas los sociolingüistas o en las que no vengamos atestoniado los que amamos Asturies y que, por amarla, veneramos su lengua, en tanto que flor única de la cultura humana y pieza fundamental de nuestra emocionalidad personal y social. El centro de su discurso analiza la dialéctica de dos parejas de parámetros contradictorios en relación con las lenguas: unicidad (o universalidad), frente a pluralidad (particularidad); pragmatismo (réditos sociales y económicos), frente a eticidad (empatía hacia los valores de menor o escaso rendimiento práctico). De esa confrontación se desprenden, como de toda realidad, vectores, al mismo tiempo, positivos y negativos: la tendencia a una lengua universal tiene efectos beneficiosos para el comercio y la comunicación humana, pero, al mismo tiempo, esa lengua universal, en cuanto lingua franca o criollo, se constituye inevitablemente, como una no-lengua, como un semiinstrumento de comunicación y, por tanto, empobrecedor. La defensa de las lenguas minoritarias puede llevar, a su vez, a la violencia por parte de sus defensores. Pero, de cualquier manera, el avance de la lengua universal (o de las lenguas estatales, frente a las regionales) no es inocuo: se produce generalmente a través de la devastación de las minoritarias. Y aquí es donde se sitúa el núcleo fuerte de la argumentación ética y política de Steiner, su “mensaje”. Subrayemos dos frases: “Cuando un idioma es arrasado o reducido a la inutilidad por el idioma del planeta, tiene lugar una disminución irreparable en el tejido de la creatividad humana /.../ no hay ninguna lengua pequeña”. “Por tanto, no me consta que haya un problema más urgente que el de la preservación del don de lenguas del Pentecostés /.../ de cada idioma sin excepción, por muy reducido que sea el número de sus hablantes, por muy modesta que sea su matriz económica y territorial”. Hasta aquí todo perfecto. Nada, según afirmábamos arriba, que no vengamos reiterando desde siempre quienes amamos a Asturies. La sorpresa surge cuando, del patio de butacas, del entruesuelo y del paraíso, irrumpe una estruendosa salva de aplausos. Palmea la flor y nata de los periodistas del Estado, quienes, de vez en cuando, atacan la lengua asturiana y, desde luego, le niegan, a toda hora, cualquier derecho a existir; golpea sus manos un nutrido grupo de ciudadanos de condición política asturiana que se burla del bable y sus hablantes; hacen vibrar el aire con sus extremidades superiores parlamentarios a los que les importa un cadápanu la llingua llariega; concusionan ruidosamente un Gobierno y un Presidente del Gobierno que, sobre tener el bable en tanto aprecio como el Parlamento, hacen escarnio del Estatuto y de la Ley de uso y promoción del bable/asturiano. ¿Son sordos, cínicos o no entienden nada? As you like it. En todo caso, ese sinsentido, esa falta de correspondencia entre el discurso censorio del escenario y la reacción aprobatoria del público, viene a subrayar de forma palmaria la extraterritorialidad de los premios, su falta de conexión con la realidad asturiana: no se está allí en un concreto locus del territorio cantábrico, sino en un no-lugar, en una pómpara de solemnidad y prestigio que tiene como función fundamental no el hablar del mundo o sobre el mundo, sino ser ungido (o simplemente chiscáu) por el resplandor de los visitantes, o que éstos encumbren con su presencia el poder o la prestancia social de los espectadores . Ello disuelve, así, la aparentemente insostenible contradicción entre los actos de los exterminadores de lenguas y la cálida recepción de las palabras que condenan su conducta: en realidad (y esa es la gran habilidad de la puesta en escena de los premios), George Steiner, como cualquier otro premiado, no habla en el Campoamor, habla en nenyures. Y, en correspondencia con ese hablar en un sitio no-sitio cuya virtud es ser una especie de Tabor magnificador de los que allí están, sus palabras se convierten también en no-palabras, en meras gestualidades que posibilitan el espectáculo y sus últimos y reales fines para la mayoría de los asistentes.

Ficciones y realidades de la política assturiana

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Asoleyo un artículu publicáu en La Nueva España el 06/03/2006. Pa que vean cuánto sigue igual, y cómo dalgunos, nesti casu concretu el PSOE, camuden el discursu de venti años ensin dalgún rubor (nesti casu sobre la Televisión Asturiana). ¡Lleguen, lleguen al final! FICCIONES Y REALIDADES DE LA POLÍTICA ASTURIANA He aquí los crudos datos de nuestra realidad: no somos capaces de bajar de los 50.000 parados, ni aún en los picos de ocupación veraniegos (aunque es cierto que el número de afiliados a la Seguridad Social ha tenido un incremento progresivo en los últimos años); nuestra tasa de desempleo es de las más altas de España (9,56% en términos EPA, rebasada únicamente por la de Extremadura, Canarias y Andalucía); la población activa asturiana es la más baja de España (47,03% / 55,68%); lo es, especialmente el segmento femenino, que, además, en las cifras de paro, supera en un tercio al número de varones (36.977, frente a 22.976, en los datos de enero de este año). Todo ello podría ser peor aún si no existiesen en Asturies una pléyade de prejubilados o de jóvenes emigrados, grupos ambos que, aunque no contabilizados como tales, son en realidad parados que el sistema no puede asimilar. Esos datos de primera línea aún tienen un peor cariz si examinamos la composición de algunas variables de los mismos. Así, los jóvenes asalariados de entre 18 y 25 años (56.000) tienen unos ingresos medios de 6.852 euros anuales, un guarismo inferior en casi 600 euros al promedio del Estado y la cuarta cifra más baja de España. En el caso de las mujeres los sueldos son todavía inferiores, 5.108 euros anuales, lo que no quiere decir que cobren menos por el mismo trabajo, sino que su empleo es de menor cualificación media. En una palabra, todos esos datos nos hablan de una economía relativamente estancada –y, por tanto, incapaz ocupar la población–; que tiene un número muy limitado de actividades económicamente punteras, las que proporcionan mejores empleos –y, por ello, ofrece salarios bajos o expulsa a la emigración–; y que, mientras mantiene en un nivel de rentas relativamente alto al sector mayor de 35 años, va mostrando su evolución futura en los salarios de los jóvenes, las mujeres, la emigración y, parcialmente, en el creciente número de autónomos que lo son en actividades antiguamente típicas de asalariados. Pero lo más grave de todo ello es que esos datos no responden a una coyuntura: SON NUESTRA REALIDAD. Dicho en otros términos: desde que existen autonomía y democracia, Asturies no ha dejado de perder posiciones en el conjunto de España. Así, en términos absolutos, hemos sido la comunidad que menos ha crecido desde la incorporación a la UE, y desde esa fecha (1986) hasta el 2004 hemos perdido 11,37 puntos en relación con la media nacional del PIB por habitante. Parece evidente que la responsabilidad de todo ello reside en quienes han venido gobernándonos –los partidos dependientes de Madrid– desde que existe la posibilidad de que los ciudadanos elijan a sus dirigentes, tanto en los ayuntamientos como en las comunidades autónomas y en el Gobierno del Estado. Ello, en el obvio entendimiento de que la política y la Administración tienen alguna influencia sobre la realidad, porque, de no ser así, más valdría cerrar todas las instituciones (se aclara esto dado que muchos ciudadanos piensan que “los suyos”, cuando gobiernan, no pueden hacer nada, ¡prubinos!, porque están atados por las fuerzas del mal). ¿Son éstas, las económicas, las preocupaciones de las fuerzas políticas representadas en nuestras instituciones? Más bien, no. Principalmente sus debates versan sobre “la política de los políticos” (por ejemplo, en estos días, sobre la Sindicatura de Cuentas); se afanan en engarradielles que son ajustes de cuentas por delegación (la guerra de Irak, la lucha antiterrorista), y en las que reiteran los gestos y las gracias que aprenden de sus mayores en Madrid; contienden en justas que son resultado de las imposiciones de sus jefes o que se realizan para contentar a poderes de otras comunidades (téngase por tal, para el PSOE, y, a resultas, para el PP, el debate estatutario). Es cierto que, a veces, tratan sobre asuntos económicos y que, siempre, tienen mucho dinero que gestionar. Pero, en general, lo que dicen sobre ello es puramente banal o desencaminado, si no es ya que se aprovecha la ocasión con el único objetivo de morder al enemigo con los caniles de un correligionario del mordido (piénsese en el comportamiento del PP a propósito de los fondos mineros). Y, en todo caso, la gestión es mala, lenta, y camina en sentido inverso a la realidad. Prueba fehaciente de ese continuo despropósito lo son los datos de nuestra economía, que recordábamos al principio de este artículo, o la evaluación de los escasos resultados reales que han dado los cuantiosísimos fondos extraordinarios que hemos recibido del Estado o de Europa. Lo que no les falta a los benditos es una cara dura extraordinaria para cometer fraude de verdad o llamar “blanco” a lo que han dicho “negro” durante lustros. Una sola muestra: durante dos décadas el PSOE se ha opuesto a la televisión asturiana que desde el PAS proponíamos (y ha llegado o votar, en unión de IU, contra una inicial dotación presupuestaria para la misma). Todo ello acompañado de una intensa campaña de agitación soterrada contra los proponentes, y el discurso de que Asturies no se lo podía permitir por razones económicas, y que, sobremanera, habiendo tanto paro, debían ser otras las prioridades. Pues bien, hace dos semanas don Fernando Lastra, director destacado de aquel discurso, manifestaba: a) que la televisión asturiana era un gasto asumible y necesario; b) que generaría empleo y una potente economía a su alrededor (un argumento nuestro, por cierto, pero de hace veinte años); c) que oponerse a ella era ¡”una actitud reaccionaria”! No se pregunten ustedes por el valor de don Fernando, que lo tiene demostrado hasta la saciedad, indaguen más bien entre los afiliados al PSOE, sindicalistas afines y simpatizantes de la primera línea, que repitieron con empeño aquel mismo discurso anti-televisión por las calles y plazas durante tanto tiempo. Averigüen si es que se acuerdan de sus palabras de ayer; inquieran si observan alguna contradicción entre lo que entonces creían y hoy sostienen; cuestionen si sienten pudor o manifiestan rubor por ello. Por si esta política fundamentalmente intrascendente, autista, servil e incompetente fuera poco, la representación social y política de nuestra estructura económica responde a parámetros del pasado (y a intereses, por tanto, minoritarios) y no del presente. Piensen ustedes, por un decir, que sobre un total de 410.000 ocupados, los servicios emplean a 260.000 personas (más de las tres quintas partes del global), y que los autónomos, 68.000, suponen tanto como el conjunto de los trabajadores industriales, 70.000. Sin embargo ni los trabajadores de los servicios ni los autónomos apenas presencia en el discurso ni en la representación pública, ocupada por sectores o subsectores que apenas rebasan los 6.000 o 7.000 empleos. Y es que no es tanto la estructura económica la que condiciona la representación de la misma, cuanto los discursos que consiguen instalarse como verdaderos para describirla, suplantarla o dirigirla. El problema más acuciante de la sociedad asturiana reside en la incapacidad colectiva para identificar nuestra dificultades reales y los responsables de las mismas. Ese es nuestro verdadero, y trágico, conflicto de identidad. Hasta que no lo resolvamos, las cosas seguirán como hasta ahora: desde lo malo hacia lo peor.

Descreídos y creyentes

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(Ayer, en La Nueva España) L’APRECEDERU DESCREÍDOS Y CREYENTES Ha armado una buena escandalera la cabalgata de Reyes de Xixón. La razón ha sido su «heterodoxia», con elementos poco afayadizos, algo antroxeros y verbeneros. Las críticas, de la oposición; también de cientos de ciudadanos. La defensa ha venido del Ayuntamiento, asimismo de algunos colectivos y algún columnista, más o menos laicistas. Y aquí está, creo, el meollo de la cuestión: a una parte de los grupos gobernantes les cuesta asumir el carácter «tradicional», es decir, de base cultural cristiana, de esta y otras celebraciones, y pretenden meter su cucharadita de laicismo en ellas. Pero cada cosa es como es, y, si se quiere ser «auténtico», pues se suprime la participación del Ayuntamiento en toda festividad de raíz cristiana. La defensa más divertida de la cabalgata ha sido la de la gerente de Divertia, la organizadora del desfile: «Un éxito. Hubo 200.000 espectadores». Como si, dejando a un lado la precisión del cómputo, la concurrencia no fuese previa al desfile. El éxito o el fracaso lo señalan las críticas o los aplausos posteriores. En otro orden de cosas, abluco ante la unanimidad con que empresarios, sindicalistas y políticos se congratulan por el nombramiento para altos cargos estatales de Francisco Blanco y de Luis Ángel Colunga. Todos convencidos de que esas presencias en la Administración del Estado traerán beneficios para Asturies. ¡Como si mirando hacia atrás encontrásemos muchos ejemplos de que la presencia de asturianos en «Madrid» hubiese supuesto para nosotros grandes beneficios! ¿Recuerdan qué significó para nuestra ganadería la entrada en la UE? ¿Cuántos altos cargos, ministros y diputados estuvieron en contra del nuevo trazado ferroviario? Y ahora mismo, ¿cuál es el beneficio para nuestros paisanos de la presencia institucional de Hugo Morán? Me admira la profunda fe de tantos asturianos, su condición de confiados y entusiásticos creyentes, pese a todas las evidencias de la historia. De los escarmentados nacen los avisados, dicen. Pues no.

Doña Amelia y los significantes confusos

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(Ayer, en La Nueva España) DOÑA AMELIA Y LOS SIGNIFICANTES CONFUSOS Doña Amelia Valcárcel, asturiana, filósofa y, según declaración propia, feminista ha realizado una acción singular y, al tiempo, valiente. Doña Amelia, como otras muchas feministas, se ha manifestado reiteradamente contra la Ley “trans”, que considera un disparate que entraña, en último término, y, contra lo que dicen sus promotores, un ataque a la misma identidad de la mujer y un retroceso en sus derechos reales. La razón profunda de ese disparate estaría basada en que el cambio registral de sexo no dependería del sexo físico real del transmutante, sino del sexo conceptual («género») al que desease adscribirse, ya por necesidades emocionales profundas, ya por la mera voluntad; con tratamiento médico o no, con consultas a especialistas o no. Como señalan quienes se oponen a la Ley desde el ámbito de la izquierda y el feminismo, ello va a causar innúmeros problemas personales, colectivos y en los derechos generales de la mujer. Doña Amelia, como otras muchas feministas históricas de izquierdas -la adscripción de doña Amelia al PSOE es antigua-, ha venido luchando contra el disparate y, según sus palabras, seguirá luchando. Lo excepcional, la noticia, lo singular, es que ha ido a decir lo mismo a unas jornadas que el PP organizó en el Congreso en torno a la Ley. Es más, ha afirmado –cito literalmente de LA NUEVA ESPAÑA-: «El PP debe hacer lo necesario para llevar a orden este asombroso despropósito de la Ley trans». No hace falta subrayarles lo anómalo y singular de la postura de doña Amelia. En unos tiempos en que la política se caracteriza –más que en el pasado- por ahondar la división entre buenos y malos, en cavar trincheras cada vez más profundas entre unos y otros para evitar el contacto «con el enemigo» o la menor duda sobre su pertenencia al tenebroso campo del mal, la separación de las tesis de su Gobierno –como otras muchas feministas, por cierto- y el haber asistido a un acto organizado por el PP para intentar evitar en el futuro el mal mayor que encierra la Ley “trans”, demuestra una actitud valiente, desprejuiciada, ante la que hay que posar la montera. Pero la postura de doña Amelia y de tantas otras feministas que la acompañan nos llevan a platearnos otra cuestión: la del significado real de algunos conceptos, en especial los que se enmarcan en ese vagoroso ámbito que llamamos «ideologías». Con toda seguridad, la señora Valcárcel se calificará a sí misma como «progresista», del mismo modo que lo hacen los «motorinos» de dicha la Ley, y el Gobierno y los partidos que la suscriben. Ahora bien, ¿cómo puede ser progresista lo que causa daños al individuo y se los resta al colectivo femenino, aun pretendiendo lo contrario? ¿O una ley, la del “Sísí”, que rebaja penas a delincuentes o los libera? Y, sobre todo, ¿cómo puede ser progresista no modificar la norma en vista de sus efectos negativos, solo porque se entiende que produce más daño en el voto el reconocimiento del error que la corrección del daño? Y más allá, ¿cómo puede serlo estimar como un bien las dictaduras comunistas y predicar sistemas semejantes para nuestras democracias? Según se advierte, el término «progresista» es un término confuso, en que se pueden encerrar realidades contradictorias, terriblemente contradictorias a veces, y cuyo único significado real no es su designación concreta (como lo es la de «sartén» o «círculo», por ejemplo), sino las connotaciones emocionales de que recubran el término quienes lo emiten como propio o quienes lo utilizan para motejar a otros. «¿Qué es progresismo? -podría formular el progresista al modo de don Gustavo Adolfo-, dices, mientras clavas en mi pupila tu pupila azul (perdonemos a don Gustavo el lapsus pupilesco), ¡Qué es progresismo? ¿Y tú me lo preguntas? Progresismo soy yo. Y es que ese es su significado fundamental, su carácter proclamativo, que para quien lo enuncia y para sus feligreses conlleva en constelación indefinidas e innumerables connotaciones y emociones positivas. No en vano sentenció Hjelmslev: «El que quiera ser dictador haría bien en aprender semántica». No hace falta ser tan drásticos. Bastaría con decir: «El que quiera arrasar en política haría bien en aprender semántica». En utilizar «divinas palabras» para los suyos; «execraciones como látigos» para «el enemigo».

Lo aparente y lo verdadero

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(Ayer, en La Nueva España) L’APRECEDERU LO APARENTE Y LO VERDADERO Los titulares parecen a veces sorprendernos con novedades positivas. Por ejemplo, la puesta en marcha de algunas obras que llevaban mucho tiempo esperando. Pero cuando acercamos la lupa del escrutinio o tomamos el viagra de la memoria lo que era la ilusión inicial se torna en escepticismo o en la sensación de que nos toman el pelo. Veamos, por ejemplo, la prohibición de extraer marisco en la ría de Villaviciosa. Más de diez años lleva parado el marisqueo allí por la contaminación: se muere el marisco o no desarrolla lo suficiente. Se promete que se van a controlar los vertidos, que se van a construir pozos de tormenta para contener los derrames, que se van a completar los saneamientos de los pueblos que acaban vertiendo allí. Cada pequeño avance o cada promesa se publicita con los correspondientes, alcaldes, consejeros y titulares. La realidad, sin embargo, es que la ría sigue contaminada, el marisqueo prohibido y las esperanzas fallidas. El ayuntamiento ovetense licita un estudio para calcular cuántas viviendas del concejo han utilizado amianto en su construcción, para a continuación (que no quiere decir inmediatamente) poner en marcha la eliminación de esos materiales. Saben ustedes de sobra tres cosas. Una, que por sus cualidades ignífugas el amianto fue utilizado profusamente en la construcción desde los años sesenta hasta el dos mil. Dos, que es altamente cancerígeno y que solo pueden retirarlo compañías especializadas. Tres, que existe normativa reciente que exige su desaparición en un plazo breve. La pregunta ahora es: ¿cuándo empezará y acabará esa tarea?, ¿pagada por quién? Lo que es seguro es que va a tardar mucho y que, por cierto, de los restantes concejos poco o nada sabemos. Las cosas de palacio… Eso sí, por palacios que no falte: la depuradora de Maqua, el soterramiento de Llangréu, el vial de Xove, la ampliación de Cabueñes…, lo promesa que para su localidad apunten ustedes.

Algo sobre la LOMLOE

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(Ayer, en La Nueva España) ALGO SOBRE LA LOMLOE Vaya por delante que hay algunos profesores entusiasmados con la nueva Ley de Educación, en especial, algunos de los más jóvenes. Ahora bien, la mayoría, no solo en Asturies, sino en toda España, están en radical desacuerdo con ella, no únicamente en el trágala de los plazos para su puesta en marcha (que tanto las autoridades regionales como las estatales hubieron de modificar a la carrera), sino, especialmente, en el fondo de la nueva Ley, en su «filosofía», que consiste en evaluar, más que por saberes, por conocimientos concretos, por «competencias». ¿Y qué son las competencias. Pues, miren, así las define la OCDE: «Conjunto de conocimientos, habilidades y destrezas que pueden aprenderse, permiten a los individuos realizar una actividad o tarea de manera adecuada y sistemática, y que pueden adquirirse y ampliarse a través del aprendizaje». ¿Entienden ustedes la cháchara? Supongo que, como yo, más o menos. ¿Habilidades y destrezas no son lo mismo? ¿En qué se diferencian? ¿Qué separa actividad de tarea? ¿Lo que es adecuado a un fin no es sistemático, o al revés? ¿Y si uno tiene conocimientos no los ha adquirido a través del aprendizaje, esto es, no los ha aprendido? Pues así es toda la cháchara-jerga de la LOMLOE, la «xíriga», diríamos con propiedad, xíriga, por cierto, vagorosa y cuyo significado preciso, concreto, mensurable, es en ocasiones difícil de fijar. Pero no analicemos ahora toda la xíriga que impregna los cientos y cientos de páginas, miles, de la Ley y sus desarrollos autonómicos. Fijémonos únicamente, en algunos aspectos llamativos de su puesta en marcha. Los invito, para empezar, a leer esta entrevista con la responsable autonómica, la maliayense doña Lydia Espina: https://www.lne.es/asturias/2022/12/24/entrevista-lydia-espina-consejera-educacion-80353408.html. Algunas cosas de las que dice: que las primeras instrucciones de evaluación (en los primeros días de curso) hubo que corregirlas y ampliarlas (es decir, la misma Conseyería no sabía muy bien de qué hablaba respecto a la Ley); que han tenido que realizar (y van a seguir realizando) cursos de formación (como «en todo el territorio nacional») para que los profesores entiendan lo que quiere decir la Ley y lo que se quiere que hagan desde lo que la Ley dice, es decir, manda; que las pruebas de la EBAU, previstas para ya, han sido retrasadas para 2028, porque en este momento y en años sucesivos, contra lo inicialmente establecido, eran inadecuadas o imposibles. Bien, Ministerio y autonomía, tan entusiastas de la Ley, no saben lo que dice, ni conocen las consecuencias de lo escrito. ¿Y qué dicen los profesores? Pues su desconcierto, desorientación y desacuerdo es casi unánime. Vayamos solo a lo que dicen cientos de profesores asturianos en un manifiesto: Una evidencia: «Mal vamos cuando la redacción de la LOMLOE necesita ser "traducida". Esto solo demuestra que se trata de una ley indigerible hasta para quienes la han redactado». Lo que entienden como la realidad profunda de todo el proceso: «Da igual que los alumnos y las alumnas aprendan o no, o que salgan bien preparados para competir en igualdad de condiciones con otros estudiantes. En su lugar se ha primado el papeleo absurdo y se nos ha inundado a los profesores con tareas administrativas inútiles y farragosas sobre las que se ejerce una supervisión desproporcionada por encima de lo que ocurra o deje de ocurrir en el día a día de las clases». O sea, como se apunta en otras muchas declaraciones: de lo que se trata es de que aumente el número de aprobados, sea cual sea su preparación, y de tenerlos entretenidos hasta los 16 o 18 años. Y, en segundo lugar, convierten al profesor, aún más, en un puro burócrata que pasa las clases escribiendo; el tiempo que no es de aula, escribiendo y reuniéndose con otros para «coordinarse». Tal vez otro día volveré sobre «la letra» de la enseñanza, pero déjenme indicar ahora otra de las acusaciones generalizadas de los profesores: que se anula la libertad de cátedra, esto es, que las exigencias tan minuciosas de la programación anulan la variabilidad personal del docente. Olvidemos la solemnidad de la expresión, «libertad de cátedra». Vengamos a la realidad, a pie de obra, al taller. Con su pretensión de nuevos métodos, «situaciones de aprendizaje», «proyectos interdisciplinares», «aprender a aprender», «competencias»…, lo que la nueva forma de enseñanza pretendería es que los alumnos se interesen en lo que se hace en el aula y en que «aprendan a aprender», esto es, por sí mismos. Los legisladores, y sus inspiradores, desconocen la realidad del individuo y del aula. Un porcentaje no menor de alumnos nunca se interesarán por nada o tendrán escaso interés, a no ser que se vean acuciados por la familia o las reconvenciones; una parte de quienes realizan trabajos en común se limitan a ir a remolque o copiar el trabajo de otros más dispuestos; un tiempo no menor de las clases lo debe dedicar el profesor a que sus alumnos aprovechen y se dediquen a sus tareas, sean estas las que sean, sean en común o no, con internet o no; por no señalar aquellas aulas en que el jolgorio no es ocasional. Esa es la realidad, inconmovible, por más que se propongan métodos milagrosos para despertar el interés y la aplicación entusiásticos de todo discente. Lo que quiere decir que cada día que se entra en el aula la programación ha de someterse a las condiciones reales de enseñanza y aprendizaje que se encuentren en ella, tanto colectivas como individuales. Y, por cierto, una parte sustancial de los nuevos aprendizajes competenciales lo constituye la «formación –ahormación, podríamos decir¬¬- del buen ciudadano», en su espíritu de adecuación a la sociedad y en su visión del mundo, lo que antes era la FEN, la «formación del espíritu nacional», solo que esta constituía únicamente una asignatura, concebida como una «maría», y ahora impregna desde la biología a las matemáticas. Risum teneatis?

La invariante del Payares

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(Ayer, en La Nueva España) LA INVARIANTE DEL PAYARES «La variante del Payares» se llamó en su día a lo que hoy se prefiere denominar «el trazado del Huerna». Pero con un nombre u otro, bien podríamos denominarlo «La invariante del Huerna» o «del Payares», como prefieran. Una invariante de dilaciones, engaños, mentiras, tomaduras de pelo a lo largo de décadas. Como ustedes saben, en 1981, el Gobierno de Suárez, con el impulso del benemérito Alejandro Rebollo, proyectó sustituir el tramo del Payares del tren Asturies-Madrid y realizar un nuevo trazado que permitiese otra velocidad y otra seguridad. Lo primero que hizo el Gobierno del Felipe González al llegar al poder fue liquidar ese proyecto y centrar los esfuerzos presupuestarios en otras zonas de España. En 1987 los socialistas aprueban el Plan de Transporte Ferroviario, del que se excluye el nuevo trazado a Asturies. Al margen de ello, a lo largo de los años, y en cinco ocasiones, el PSOE, aquí y en Madrid, votó en contra de tomar en consideración las necesidades ferroviarias asturianas. Del mismo modo, en el posterior Plan Director de Infraestructuras los socialistas excluyeron a Asturies de las prioridades de modernización ferroviaria. Con esa oposición o abstención, la Xunta Xeneral y el Congreso aprobaron la inclusión en el PTF de la variante. Tengo personalmente el honor de haber sido uno de los oradores que en 1997 defendió en la tribuna del Congreso la proposición de la Xunta, que allí había sido trasladada. Una colección de propuestas programáticas, proposiciones parlamentarias y artículos periodísticos que se reúnen en mi Teoría y práctica d’Asturies está ilustrada en la portada con una fotografía de aquel momento. Con el impulso de Álvarez Cascos (a cada uno, lo suyo) en 2003 se licita la obra, con un plazo de ejecución (apúntese) de cinco años. Después, el plazo se amplió hasta 2010. En el 2005 Rodríguez Zapatero, a la sazón Presidente, anuncia que el AVE llegará a Asturies en 2010. En el 2017 el ministro Íñigo de la Serna anuncia el fin de las obras para 2021. Sucesivos ministros de posteriores Gobiernos han ido poniendo sobre los medios de comunicación y los oídos de los asturianos diferentes fechas. A mediados de 2022, «La Ministra de Transportes - decía LA NUEVA ESPAÑA- se compromete con Barbón a que el AVE llegará a Asturias en mayo de 2023», y otros medios titulaban: «Adrián Barbón anuncia que el AVE llegará a Asturias en mayo de 2023». En noviembre el Gobierno de Pedro Sánchez ratificaba que el AVE llegaría a Asturies en esa fecha y que, en ese momento, se pondrían a la venta los billetes para el viaje en él. Ya se ve que el tren (político) asturiano nunca pitó ni pintó. Reconozco que la obra ha tenido costos altísimos por la dificultad del terreno que atraviesa, y que ello ha provocado retrasos entendibles. Lo que no se entiende es la «invariante del Payares»: ¿Por qué mentir una y otra vez? ¿Por qué dar plazos de conclusión que saben que no se van a cumplir, o, al menos, que no saben si podrán cumplirse? ¿Acaso creen que sí se puede engañar a todos durante todo el tiempo? PS. Y vamos con la última. Para adecuar la vía entre Pola L.lena y Uviéu, Adif propone suspender el tráfico ferroviario los fines de semana. El Gobierno asturiano ha salido a rechazarlo tan enfurecido como los lobos a los que protegen los socialistas frente a los ganaderos. «No pasarán». ¿Acaso es preferible que se suspenda el tráfico durante la semana, cuando los ciudadanos van a sus trabajos y hay más actividad? Por otro lado, si para cuatro pioyosos kilómetros del tercer carril de la “Y” llevan cuatro años, ¿para los 29 kilómetros de vía entre L.lena y Uviéu cuánto tardarán? Más vale no pensarlo. Porque, como se sabe, el tren (político) asturiano ni pita ni pinta.

El lenguaje como ocultación y celada

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(Ayer, en La Nueva España) EL LENGUAJE COMO OCULTACIÓN Y CELADA Asombrado. Absolutamente. Al modo de Teodoro, «Pensatible, plasmáu y silenciosu, como’l pitu a la vista del raposu». Nunca pensé que llegaría a sentir en esos términos a un Presidente del Gobierno, no en un mitin, sino en su calidad de tal y desde Bruselas: «Estamos ante un complot de la derecha política, mediática y judicial para amordazar el Parlamento», dijo, ante el recurso del PP al Constitucional para eliminar de la Ley-botillo (ya saben que en la elaboración de este entran partes variadas del cerdo, hasta huesos, en algunas especialidades) de la evaporación de la sedición del Código Penal dos piezas relativas a la reforma de las mayorías para nombrar magistrados en el TC. No desconocen que una parte sustancial de la actividad política consiste en mantener en permanente estado de excitación a los fieles (aun ante los errores o los resbalones propios, incluso más en estos casos) y suscitar la duda o la retracción si no en el otro bando, sí en los indecisos. En esa práctica habitual hay que entender estas declaraciones, ¡pero aun así, en este caso…! Siempre esperamos en las máximas autoridades del Estado un cierto decoro que contenga su hybris y disimule su interés. Aquí tienen otro ejemplo. Digital de LA NUEVA ESPAÑA del primer día del año. El Putin: «Occidente mintió sobre la paz a la vez que se preparaba una guerra». Ya saben ustedes: fue la OTAN (en realidad, EEUU, quiere decirse) quien invadió Ucrania, quien masacra a sus habitantes y destroza sistemáticamente sus infraestructuras. Ocultación y excitación para los suyos, celada que trata de engañar al otro o a quien no tiene bando. Y no lo crean inútil, esa argumentación de Putin la habrán visto ustedes aquí en Occidente muchas veces, en medios de comunicación, incluso, no solo en las redes sociales. En torno a las declaraciones de Sánchez-Castejón se levantó un innumerable griterío de corifeos acusando de golpe de estado a la derecha por «amordazar el Parlamento», y a los seis magistrados «conservadores» del Constitucional de actuar el dictado de quienes los propusieron. Flaco favor, otra vez, a las instituciones. Porque si el juicio de los magistrados conservadores no es más, como se acusa, que la voz de su amo, el de los «progresistas», que votan también unánimes y en sentido contrario, es entonces, asimismo, «la voz de su amo». Es decir, que los enjuiciadores carecen de juicio propio, y que el Tribunal Constitucional y otras magistraturas no tienen ningún sentido, puesto que su voto, como la vida de rey Baltasar, según la mano premonitoria, está «contado, tasado, dividido». Junto con las acusaciones de «golpe de Estado» o conspiración para ello, corrió otro pensamiento celada, el de que las decisiones de los órganos de soberanía no están sometidas a ninguna otra instancia, se hallan por encima de la Ley. Como si se tratase de los antiguos reyes absolutos, ungidos por Dios, o de los caudillos cuya unción divina en las monedas constaba también. La regurgitación tuvo su éxito. Aquí, entre nosotros, la repitió un edil xixonés ante la decisión del Grupo Covadonga de llevar a los tribunales una decisión municipal: «No es bueno intentar anular los acuerdos de la soberanía popular». ¡Cómo si no hubiesen sido los tribunales los que nos libraron de los abusos en el IBI, en la tasación del valor de la vivienda, en los desmanes urbanísticos, y en tantas cosas! ¡Esa pretensión de ser irrevocables e infalibles, como si estuviesen tocados por el mandato divino, y los demás diésemos eso por bueno!

¿Seca o cambiu climáticu?

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(Ayer, en La Nueva España) L’APRECEDERU ¿SECA O CAMBIU CLIMÁTICU? «El Club Marítimo Astur busca navegantes» titulaba esti diariu, con una evidente metáfora. Y aclaraba dempués: «La sociedad echa en falta el relevo generacional para recuperar su fuerza». Si vustedes anden sollertes siguiendo esti tipu d’informaciones, saben de sobra que tamos delantre d’un problema xeneralizáu. Da igual que se trate d’asociaciones vecinales, de clubes deportivos, de peñes escursionistes, d’asociaciones caritatives, d’entamadores de festexos, el problema ye siempre’l mesmu: nun hai relevu xeneracional. L’Asociación vecinal de Candás dicíalo d’una forma dramática hai meses: afirmaba que taba a puntu d’esapaecer y clamiaba: “La xente nun s’involucra”. Pero nesi nun topar relevu pa rellenar los furacos que se van produciendo nes asociaciones y nos clubes, d’una u otra mena, hai daqué vector fundamental: ye la xente menor de cincuenta o cuarenta años la que nun s’avera al asociacionismu, la que nun tien compromisu cola acción colectiva y estable nuna organización social. Cuando vemos les fotos de les directives d’eses asociaciones lo normal ye que les persones tengan yá, por dicilo de forma delicada, «una cierta edá», ye perdifícil ver cares relativamente moces nelles. ¿Qué ye lo que ta pasando y cuála ye la causa? ¿Son menos solidaries les nueves xeneraciones? ¿«Pasen más de les coses», son menos constantes? ¿Suponen que, al igual que la enseñanza, les pensiones, la sanidá…, el mundu que los rodea, nuna pallabra, va siguir tando ehí siempre como ta agora? ¿Tienen otres formes de solidaridá o xuntura a favor de causes pero nun les executen de forma permanente sinón de forma ocasional y a través de plataformes dixitales, evitando les reuniones fixes, los discursos reiterativos, les perdes de tiempu? ¿Son, en xeneral, más individualistes y despreocupaos de lo común? Nun tengo rempuesta. Probablemente son dalgunes d’estes causes u otres, pero lo cierto ye qu’esa ausencia de relevu ye un signu de los tiempos. ¿Ye una seca temporal? ¿Un cambiu climáticu dafechu? Talanto qu’esto últimu. Xuan Xosé Sánchez Vicente

Yo compro el voto, usted pone el dinero y la salud

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(Ayer, en La Nueva España) YO COMPRO EL VOTO, USTED PONE EL DINERO Y LA SALUD Ya saben, desde hace años los gobiernos, en general, y los gobiernos progresistas muy en particular, vienen tomando medidas para evitar los desahucios de los inquilinos que no pagan y que se encuentran en situación de «vulnerabilidad». El actual Gobierno ha prolongado esas medidas con el pretexto de la pandemia, de modo, que, en la práctica, no se puede desalojar a quienes no pagan o a quienes ocupan ilegalmente una vivienda, si se hallan en cierta situación económica o parecen o fingen estarlo, o se tarda varios años en desalojarlos. Esa preocupación por los desfavorecidos no lleva a los gobernantes a tomar medidas «progresistas» tales como darles una vivienda social o a pagar a los expropiados por el impago una nueva vivienda o a compensarles desde el primer día el lucro cesante y los gastos añadidos, no, los lleva a expropiar la casa del particular, del propietario, que actúa de beneficiario de los presuntos indefensos «a jornal de su pena y su cuidado», como diría don Francisco de Quevedo. Yo los invito a que lean ustedes en estas dos direcciones de LA NUEVA ESPAÑA, aunque podría señalarles otras muchas de todo el país: https://www.lne.es/cuencas/2022/11/28/alquila-casa-sotrondio-sufre-impagos-79208577.html; https://www.lne.es/asturias/2022/11/13/duenos-pisos-alquiler-ruina-exencion-78490554.html. ¿Qué señalan? ¿De qué acusan, en último término, estas víctimas al Gobierno?: de que para recuperar su piso de quien lo ha ocupado por la violencia o no ha pagado nunca su alquiler tarden años, tanto por la propia lentitud de la justicia, como por las artimañas, consentidas, de los que no pagan, como por las leyes antidesahucio perpetradas por los legisladores; de que, mientras tanto, estén obligados, bajo severas penas, a seguir pagando los gastos de agua, luz y comunidad de quienes les han «expropiado» su propiedad; de que, al final, cuando recuperan el piso, no recuperan, salvo en casos excepcionales y tras pasar por los juzgados y los gastos de abogados, nunca los alquileres debidos ni los gastos pagados ni los daños causados en la vivienda. Si ustedes indagan con cierto interés en la materia, verán que, en bastantes casos, la situación de vulnerabilidad aducida por los impagadores es falsa o dudosa. Pero, sobre todo, hay un dato terrible: en no pocas ocasiones, cuando la vivienda queda desocupada, tras años de pleitos e intervenciones judiciales, el piso presenta daños gravísimos, y no es infrecuente que se hayan llevado muebles, radiadores, cortinas, etc. Es decir, que cuando desalojan, «desalojan». Naturalmente, no todos los inquilinos que no pagan han de ser así, pero estos casos que suceden con cierta frecuencia ponen una duda razonable sobre el tipo de personas que se acogen a esa situación de vulnerabilidad que, en principio, debería producirnos una cierta empatía hacia su problema. Ahora bien, debemos señalar que, frente al discurso de un cierto «progresismo», los propietarios sufrientes de todas estas agresiones injustas y «legales» no son millonarios con muchas propiedades, sino gentes corrientes, y en situación de precariedad, muchas veces, de edad avanzada, en ocasiones, que tienen ese segundo piso como fruto de su esfuerzo de muchos años, y que debería constituir para ellos un alivio para unos ingresos o una pensión reducida. Nos hallamos, pues, ante una situación de injusticia total, yo diría más, ante una situación de «expropiación» por parte del Gobierno, sin compensación alguna. El legislador parece guiarse aquí por la frase de Proudhon, «La propiedad es el robo», para de eso concluir que «puesto que es así, hagamos nosotros justicia, es decir, lo mismo». ¡Ah, si ellos creyesen que están en peligro su propiedades, o que no las podrían rescatar pronto en caso de ocupación! Y, sobre todo, no se engañen: quienes legislan a costa del dinero y «a jornal de la pena y el cuidado de los demás» no lo hacen por altruismo, o no exclusivamente por ello, lo hacen porque saben que entre cierta tropa próxima a ellos, eso les da votos. «Yo compro el voto y ustedes ponen el dinero, el sufrimiento y el mal trago». Esa es la fórmula.

Menos alarmes col tiempu

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MENOS ALARMES COL TIEMPU En No miréis al mar, una novela de 2007 que vos recomiendo lleer o relleer, enllena de datos sobre la historia de Xixón, y Asturies, de bioloxía, d'humor y de xuegos e invenciones de pallabres, un profesor desplica a los alumnos los tipos de clima d'Asturies y diz (¡atentos al tipu C): "“Se puede resumir –recuérdenlo bien- con la “E” más las tres letras del diario monárquico, ABC. Con esos cuatro tipos se sustancian las características básicas de los cuatro modelos canónicos del tiempo con que obsequiamos a nuestros visitantes: “A”, anticiclón. El anticiclón de las Azores despeja y azulea los cielos; el viento del nordeste, que es lo que provoca la ausencia de nubes, refresca el ambiente y obliga a llevar chaqueta hasta en el verano. “B”. Bajas presiones. La depresión situada sobre Irlanda nos envía nubes espesas y negras, así como chubascos continuos. Muy apreciado por los vendedores de paraguas y los farmacéuticos. “C”. Calor. El centro de la depresión emprende ruta desde Eire hacia la Península. El agua riega las tierras al sur y al oeste de la Cordillera Cantábrica. El efecto foehn nos envía un bochorno sofocante, con frecuencia en pleno invierno. Se lo llama ábrigu, por su temperatura, como al que ocasionalmente nos llega realmente de allí, de África".