Xuan Xosé Sánchez Vicente: asturianista, profesor, político, escritor, poeta y ensayista. Articulista en la prensa asturiana, y tertuliano en los coloquios más democráticos. Biógrafo no autorizado de Abrilgüeyu
Inventores del bable y comedores
(Ayer, en La Nueva España)
L’APRECEDERU
INVENTORES DEL BABLE Y COMEDORES
Puerto Rico. 1894. Atraca la corbeta Nautilus, buque escuela que está dando la vuelta al mundo. Al mando, Fernando Villaamil, natural de Castropol, uno de los marinos más destacados de nuestra historia.
El comercio local —trascribimos del diario La Correspondencia de Puerto Rico, del 9 de abril— ofrece un “suntuoso banquete” a Jefes, oficiales y marinos. A la mesa, sesenta comensales. El menú: Hors d’oeuvre: Beurre. Radis. Anchois. Galantine de Dinde trufée. Jambon. Consommé: Poissons. Sauces varieés. Filet de boeuf financiére. Pigeons aux olives. Asperges sauce blanche. Rotis: Mouton. Dinde. Salade. Glace, créme á la vanille. Vins: Chapagne Veuve Clicquot. Ponsardin. Manzanilla. Jerez. Graves. Rioja Ugalde. Bourgogne. Chambertin. Desserts variés: Petits gateaux. Chartreuse. Créme de cacao. Café Yauco.
Ocupa la presidencia el señor Gobernador General. A su derecha, el comandante de la Nautilus; a la izquierda, el presidente de la Cámara de Comercio. La otra presidencia la ocupa el señor General Gobernador militar, a su derecha el señor comandante principal de Marina General, y a su izquierda al segundo comandante de la Nautilus.
Durante el banquete “reinó la mayor animación y cuando se sirvió el espumoso champagne”, las autoridades realizaron diversos brindis en honor de los marinos el Rey y la Patria. Seguidamente, el señor Infiesta, interrumpido muchas veces por grandes aplausos, leyó una poesía en bable dedicada a Villaamil, poesía que por su éxito hubo de volver a leer dos veces.
Algunos de sus versos: «Villaamil, aquí non vienes / a yantar fabes agora […] S’empapiella la mio boca / y non cabe nel pelleyu / mio corazón de patriota […] Si non mueres afogáu / y al to conceyu retornas […] enxareyes a tos fíos / los fechos de la to historia».
¡Ya ven qué antiguo el mal! ¡Inventores del bable y comedores! No me extraña que los amigos de la verdad intenten extirpar el mal de raíz oponiéndose raizalmente a la oficialidad.
El hórreo ha muerto, viva el horreo
(Ayer, en La Nueva España)
EL HÓRREO HA MUERTO, VIVA EL HÓRREO
La reciente distinción por parte de LA NUEVA ESPAÑA como “Asturianos del Mes” a la asociación Los Amigos del Hórreo me incita a volver sobre un tema que me preocupa y me emociona al tiempo, el de los hórreos (engloben en este término, desde ahora, los de “paneras” y “cabazos”), materia sobre la que me he ocupado en público algunas veces, y aun en vía parlamentaria (con la desconsideración del resto de la Cámara hacia nuestras propuestas).
Hórreos los hay en muchas partes del mundo, existen también en regiones vecinas, especialmente en Galicia, pero los hórreos asturianos constituyen una extraordinaria singularidad en ese conjunto, por su tipología, por su abundancia, por su conservación hasta el día de hoy. Por todo ello, representan una de nuestras más evidentes y atractivas señas de identidad. Conservar esa singularidad para el futuro debería ser obligación moral, proporcionar satisfacción emocional y representar un atractivo para el visitante.
Pero el hórreo, en propiedad, ha muerto. No cumple ninguna de las funciones para las que fue creado, por las que se multiplicó y por las que se sostuvo a lo largo de siglos: no es ya granero, ni guarda el samartín, ni sirve de vivienda; ni siquiera vale para que en su sotecho se cabruñe en los días de lluvia, porque nadie siega ya con guadaña. Esa muerte del hórreo no es sino la muerte de la ruralidad histórica: de sus formas de producción, de la ocupación del territorio. Los hórreos no solo no tienen hoy funcionalidad alguna o la tienen muy marginal, sino que muchos de ellos se alzan en zonas donde ya no hay habitantes o donde es muy escaso y de mucha edad el número de ellos.
Los hórreos se mantienen en pie hoy fundamentalmente porque son construcciones bien hechas que tienden a sostenerse siempre que no les entre el agua. Otros se sostienen por el orgullo y la estima de sus propietarios, a veces gente que ni siquiera vive al pie de ellos, que disfruta con su vista escasos días al año y que los repara con no poco gasto. Pero es evidente que la realidad conspira contra el hórreo, mejor, contra su cadáver en pie.
Frente a esa evidencia, la legislación asturiana actúa como si la realidad fuese exactamente la contraria, como si el hórreo fuese útil a sus propietarios, como si estuviese ligado a la actividad agraria, como si los propietarios fuesen ricos y jóvenes y, con buena renta, tuviesen la obligación de cuidarlos como monumentos. De ese modo, la legislación —las sucesivas normas desde 1973—unen los hórreos a la vivienda y esta a la actividad agraria, impiden prácticamente su traslado, limitan su uso al de granero, tasan los materiales para su reparación, dictaminan sobre los hórreos de nueva construcción, etc. Y, por si fuera poco, someten cualquier actuación sobre ellos a la insoportable y tortuguesca burocracia de la Administración; más aún, incluso, durante largos períodos no han destinado un duro en los presupuestos para ayudas a la conservación. En una palabra: pretenden que el cadáver se mantenga incólume haciendo todo lo posible porque esbarrumbe. ¡Todo tan fuera del mundo! ¡Todo tan asturiano!
Para que el hórreo viva como elemento perceptiblemente constitutivo de nuestra identidad paisajística y emocional (contando, con todo, con que es inevitable la desaparición de muchos) hay que eliminar la mayoría de las trabas que pesan sobre ellos, empezando por las de los hórreos de menos de cien años y los nuevos. Para los demás, hay que quitar los impedimentos sobre la movilidad y desligarlos de la vivienda y de la actividad agraria; hay que permitir para ellos nuevos usos, entre ellos el de acogimiento, por ejemplo, de peregrinos o el de templos de la coyunda nupcial. Y ya que la ley obliga al propietario a la conservación, la eliminación de tasas por reparación, la eliminación o compensación del IBI, la agilización de la tramitación administrativa, el soporte presupuestario supondrían un pequeño estímulo.
Puesto que la población rural ha venido a la ciudad, ¿por qué no ha de venirse el hórreo —ahora que ya no tiene función en el campo— a la ciudad, más allá de tímidas iniciativas como la de servir de centro de información turística? ¿Por qué no trasladar ese símbolo identitario a las plazas y los parques? ¿Cuál es la razón para que no constituya parte del ornato y del orgullo de las urbanizaciones abiertas? ¿Acaso no embellecería el paisaje de los campus universitarios o de los parques tecnológicos?
Démosle nueva vida al hórreo, hagámoslo presente donde habita la mayoría de la población y por donde pasan nuestros visitantes, sigámoslo y amémoslo, haciendolo parte de nuestra identidad y nuestro paisaje, no en la lejanía, sino en la inmediatez.
¿Delirios o milagros o?
(Ayer, en La Nueva España)
L’APRECEDERU
¿DELIRIOS O MILAGROS O?
“Crear 10.000 empleos en el sector primario hasta 2030, objetivo que se marca Asturias”. Miro la fecha de LA NUEVA ESPAÑA. No, no son los Santos Inocentes.
¿1.000 empleos anuales en el sector primario? Si acaso fuese destruirlos... Porque toda la política de los gobiernos asturiano y español no es otra que la expulsar a los campesinos productores de su trabajo en el campo, y aun ayudar a que emigren quienes no trabajan pero todavía viven en él. Prohibiciones de usos agrarios e impedimentos en vivienda, dificultades para reparar cobijos y obstaculizar en ellos una vida aceptable, creación de parques y espacios protegidos con habitantes en su seno y restricción de actividades, protección al lobo frente al ganado…
Las evidencias son palmarias. Ahí tienen ustedes a los ganaderos en cencerradas, manifestaciones y tractoradas continuas. O el testimonio del alcalde socialista d’Onís, José Manuel Abeledo: “Alcaldes y militantes preparamos un frente común contra la política del lobo. Los concejos ganaderos nos encontramos humillados y abandonados por la Administración estatal. Los alcaldes socialistas estamos en una situación crítica frente a nuestros vecinos, pues es una Administración socialista quien aprueba este despropósito”.
Todas las Administraciones conspiran contra el sector primario. Eso sí, como el pájaro tero, en un lado dan los gritos contra el despoblamiento; en otro ponen los huevos para acelerarlo.
Así que es posible que se trate, pura y simplemente, de un delirio, lo que no sería extraño en discípulos y conmilitones de don Pedro Sánchez, quien, como ustedes recuerdan perfectamente, el 5 de septiembre anunciaba en El País que “cuando acabe 2021 (es decir, dentro de dos semanas) se habrá pagado de luz lo mismo que en 2018”. Otro delirio, una “aluzinación”, en este caso.
O tal vez no. A lo mejor esperan un milagro, vía Roma, ¡vaya usted a saber!
O, simplemente, lo que es más verosímil, pretenden engañarnos. Por no perder el hábito.
Comunistes
(Ayer, en La Nueva España)
COMUNISTES
¿Ustedes qué países comunistas conocen? Probablemente, al menos, los mismos que yo: Rusia, antes del colapso, los países dependientes de ella, incluida la RDA, Cuba, China, Corea del Norte, Vietnam. ¿Y qué caracteriza a todos ellos? La dictadura (de los mandamases del partido, no del proletariado ni otras gaitas), con más o menos crueldad, que va de la más férrea censura a la cárcel o la desaparición para los disidentes o los molestos; la pobreza generalizada; el absoluto desprecio por el medio ambiente y, consecuentemente, escasos cuidados con la contaminación. China es una excepción parcial: desde hace décadas combina una feroz dictadura, con la miseria de una parte de la población y la creciente riqueza de otra. ¿Les apetece a ustedes vivir en alguno de esos países?
El dato fundamental, sin embargo, es este: no hay ningún país comunista que no tenga esas tres características, ninguno, sea del este, del oeste, del Pacífico o del Caribe. Es difícil imaginar que el comunismo pueda ser de otra manera, mejor, es contra toda evidencia el afirmarlo. Y, sin embargo, existe un número cuantioso de individuos en nuestro país que se declaran comunistas, y que, incluso, frente a los demás, presumen de ser ellos los auténticos demócratas, los café-café, los pata negra.
Podría pensarse que creen ellos que, pese a la evidencia, reiterada desde 1917, es posible otro comunismo. ¿Lo creen? Es muy dudoso. Las señales ponen de manifiesto que es precisamente en ese comunismo real, encarnado históricamente, en lo que piensan, incluso aunque en su pensar se engañen (ya no solo que pretendan engañarnos, que también) con esas turbias brumas con que el cerebro nos hace a veces creer que no vemos lo que vemos o no pensamos lo que vemos o queremos.
Acérquense ustedes a la mayoría de los pontífices de Podemos o del Partido Comunista. Todos ellos respiran idéntico entusiasmo (¡y admiración!) por Cuba. ¿Y cómo soslayan ante los ciudadanos libres que Cuba, un país comunista, sea una dictadura? Pues seguramente como en su día lo solventó una persona a la que tengo aprecio por muchas cosas menos por sus ideas, don Gaspar Llamazares: con un sofisma argumental que, en el mejor de los casos, tal vez corresponda a esas turbias brumas del cerebro de que en el párrafo anterior les hablaba: “Cuba no es una dictadura, Cuba es otra cosa”. ¡Magnífico!
Y vengamos a un recentísimo ejemplo. Don Enrique Santiago, Secretario General del PCE y Secretario de Estado de la Agenda 2030: “El sistema capitalista no solamente se ha mostrado que es incompatible con garantizar los derechos de las personas, sino que según dicen los científicos se acredita que es una forma de producción incompatible con el futuro del Planeta, porque consume más recursos de los que puede soportar el Planeta, contamina y destroza los ecosistemas y el medio ambiente.
Es un sistema que hace que la vida no pueda mantenerse en la Tierra, (*¿incompatible?) con la propia existencia de la Humanidad”. Pero, si ustedes me lo permiten, ¿lo único que conozcamos que no es sistema capitalista (de capitales particulares y estatales, sí, pero también de libre comercio, de libre iniciativa, de libertades individuales) qué es? Pues el sistema comunista, tertium non datur.
Y ese es el argumento general de estos pensadores: “no al capitalismo”. Bien, entonces ¿sí a…? Vean ustedes el entusiástico prólogo con que doña Yolanda, la visitadora emocionada de Su Santidad, saluda la última edición del Manifiesto Comunista, señalando su vigencia, no solo intemporal, sino, más bien, cuasi eterna. Flotan ahí idénticas ideaciones. Porque entre estas gentes la sofistería y la nebulososidad, una clase de “no pensamiento” ocultador, son universales.
Nota: el “comunistes” del titular ye asturianu, nun ye llinguaxe neocursi.
Los expropiadores
(Ayer, en La Nueva España)
L’APRECEDERU
LOS EXPROPIADORES
La Unión de Comerciantes ha planteado en Xixón que se prohíba convertir los bajos en trasteros, garajes o pisos turísticos, porque ello “mata la vida de las calles completamente el pasar a tener una pared ciega con una puerta de hierro en vez de un escaparate con la luz encendida”. El Ayuntamiento, y ciertos partidos y sindicatos, parece proclive a la idea, ya que “esa conversión en trasteros, garajes o pisos turísticos genera una imagen que no es la deseable y no es el modelo de ciudad que queremos”.
Recapitulemos. Durante añísimos se ha prohibido que se construyesen viviendas en los bajos, como si toda la ciudad fuese un inmenso zoco con comercios innúmeros y un tropel de ciudadanos comprando en esos comercios. Si ello nunca ha sido posible, las últimas décadas han supuesto el cierre de cientos de establecimientos por razones varias: impuestos, dificultades de aparcamiento, competencia de supermercados y grandes superficies, ventas por internet, cambios en las formas de consumir. Ello ha hecho que progresivamente innumerables bajos comerciales hayan ido quedando sin otra ocupación que servir de soporte a las pintadas.
En esa situación es lógico que los propietarios de esos locales traten de buscar rentabilidad para ellos, dándoles nuevos usos. No es sorprendente que sindicatos y partidos de izquierdas ignoren o nieguen ese derecho, lo sorprendente es que los comerciantes, gente que no debería ignorar lo que es la propiedad y los derechos del capital a obtener rentabilidad del mismo, lo vean de la misma forma y propongan, de hecho, su expropiación en función de su propio interés, de que la calle donde ellos tienen su negocio esté más brillante.
Al margen de que estéticamente no sé qué es más deseable si una calle con locales cerrados y escaparates que son soporte de pintadas y carteles gritando la decadencia del comercio, o una calle con menos huecos heridos por un fracaso visible.
Logomaquia y verborrea
(Ayer en La Nueva España)
LOGOMAQUIA Y PALABRAS MÁGICAS
“El que quiera ser dictador haría bien en estudiar semántica”, decía el lingüista Hjelmslev. Y es que el lenguaje no sirve solo para comunicar, sino también para ocultar, dar una pátina brillante a lo que es siniestro o atemperarlo, emitir sonidos que, sin significar ninguna cosa concreta, muevan emociones… Ese uso del lenguaje es muy frecuente en nuestros días, aunque no exclusivo, y lo es especialmente en el ámbito de la política y la propaganda comercial.
Vengamos a algún uso reciente, las nuevas normas escolares sobre el pase gratuito de curso, sin repeticiones pese a tener suspensos, novedad relativa, pues viene a continuar la línea dominante de estos últimos años. Recuerden ustedes, a propósito, que el curso pasado ya hubo prácticamente un aprobado general en Asturies en las etapas previas al bachillerato. He aquí a la ministra de Educación, Pilar Alegría: “El cerco a la repetición busca una motivación basada en el esfuerzo, no en el castigo”. Es decir, el alumno renuente ya sabe que va a pasar de curso, apruebe o no. Ahora bien, el saberlo lo ayuda a esforzarse, puesto que no va a tener el castigo de suspender, perder a sus compañeros y que lo riñan en casa. ¡Perfecto!
Reyes Maroto es ministra de Industria de un Gobierno que presumió de ser los más rápidos en desenfundar al oeste del Volga, y, pese a lo que hacen otros países de la UE, y no digamos China o la India, corrió a desmontar las térmicas. Pues bien, ahora se estudia, ante las necesidades, dilatar el proceso en alguna de esas industrias. La frase: “No se rectifica con la descarbonización, solo acompasamos los tiempos del proceso”. Es decir, no “rectificar”, no “corregir”, no “retrasar”. “Acompasamos”. ¿Qué les parece? ¡Magnífico!
Se suprimen centenares de plazas de aparcamiento, se anulan calles para el tránsito o se reducen los carriles de circulación, todo ello con las consecuencias que ustedes suponen, o padecen, depende de dónde vivan. ¿Se prohíbe? No. ¿Se elimina? No. ¿Se restringe? Tampoco. ¿Qué ocurre entonces? Se “pacifica el tráfico”, he ahí la invención semántica del edilazgo xixonés.
Y ya que estamos en Xixón. No es malo recordar la donosa invención de doña Ana, la alcaldesa. ¿Ha prohibido ella los toros en la ciudad? ¡Qué va! ¡Líbrela el Diañu Burllón de tal cosa! ¿Prohibir ella? Lo que ha hecho ha sido “dar otros usos a la plaza de toros”.
Claro que, para hallazgo, el de don Hugo Morán. ¿Lobos carniceros en exceso? ¿Lobos escandalosamente depredadores? ¿Lobos exterminadores de rebaños? ¡No, hombre, no! “Lobos conflictivos”. Eufemismo se llama la figura. Ocultación del problema, la finalidad.
Pero no se centren ustedes en los políticos. Ahí tienen un vocablo, que como en las procesiones de ciertos rituales, recorre manifestaciones, manifiestos y proclamas: “digno”. Así, unos reclaman “pensiones dignas”, otros, “salarios dignos”, y de ahí extiendan ustedes el adjetivo por innúmeros campos: empleos, viviendas, lo que quieran.
¿Pero qué es una pensión digna, qué un salario digno? ¿Cómo es un empleo de ese jaez o una vivienda? Esto es, ¿cuál es su cuantía en los dos primeros casos? ¿Cuáles son las características de un empleo así? ¿El que está bien pagado? ¿Aquel en que se trabaja pocas horas o días? ¿Donde uno no se ensucia?
Nadie contesta a ello. Seguramente porque el bajar a la realidad entraña problemas, mientras la proclama satisface a todo el mundo y es difícil que, así dicho, nadie se niegue a que los exigentes tengan un lo que sea digno.
El problema comienza cuando se echan los números o se indaga en las condiciones y se hace la pregunta siguiente, ¿y eso de dónde sale? ¿Aumentamos el déficit, la deuda, los impuestos?
No aprieten mucho porque la respuesta se va a producir entonces: “Me es igual, yo quiero lo mío”. Y, más apretados e ideologizados: “de los ricos”. Resuelta la incógnita de la jaculatoria.
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La irresponsabilidad de Gobierno e invacunados
(Ayer, en La Nueva España)
LA IRRESPONSABILIDAD DE GOBIERNO E INVACUNADOS
Sobre el virus del Covid-19 aún desconocemos aspectos de su comportamiento. Del mismo modo, de las vacunas no sabemos con precisión la duración de la inmunización producida por ellas, que seguramente variará con la edad o los parámetros individuales de salud, pero sí hay cosas que conocemos con certeza: atenúan notablemente la gravedad de la enfermedad en los vacunados, si no la evitan; aminoran de forma importante la mortalidad; restringen, aunque no impiden, la transmisión. Visualmente: han reducido los números dramáticos de las primeras oleadas a una enfermedad contagiosa de efectos limitados en los individuos y sobrellevables en el sistema hospitalario.
Pero los efectos de la pandemia no son únicamente sanitarios en relación con los afectados. Lo son muy grandes en las repercusiones que sobre el conjunto de la sanidad tiene: retraso en las intervenciones quirúrgicas y en las revisiones periódicas, dolencias que no se detectan a tiempo, hartazgo y cansancio de los sanitarios. Naturalmente, todo ello tiene su traducción en costos económicos, no pequeños, relativos a la salud y la enfermedad; pero los tiene también, dramáticos, sobre la economía y el empleo: nada he de decirles a ustedes de lo que ha ocurrido estos dos años en lo relativo al paro, la desinversión, el cierre de empresas y, en lo macroeconómico, el crecimiento de déficit y deuda. Y las amenazas sobre la actividad económica siguen ahí, como un buitre. Así, esta semana pasada, el solo anuncio de una nueva variante, la ómicron, ha hecho caer las bolsas, restringirse el tráfico aéreo y los desplazamientos y establecer nuevas limitaciones en la vida social, daño este, el de las limitaciones en la vida social, que no hemos hasta ahora enumerado, pero que no es el menor de todos los que ha causado el SARS-19.
En España las cosas se han agravado por las desafortunadísimas interpretaciones del Cosntitucional, la falta, en consecuencia, de una legislación ad hoc y la arbitrariedad de algunos tribunales, que emiten dictados al aire de sus miembros.
La situación, efecto de la vacunación, es, como hemos dicho, mejor gracias a las vacunas, pero puede ir a peor si acaso alguna nueva variante del virus no puede ser contrarrestada por las actuales vacunas o si se produce una transmisión incontrolada, fruto de la falta de prevención en la interacción social.
De modo que se hacen necesarias dos intervenciones para, en el estado actual de las variantes del SARS-19 y sus vacunas, reducir al máximo transmisión e infección: la vacunación de toda la población; disponer de una legislación que permita actuar a las autoridades de forma rápida y efectiva, sin estar sometidas a los avatares de las contradictorias decisiones judiciales.
En cuanto a lo segundo, es evidente que el Gobierno central, con su negativa a legislar al respecto, es responsable de una parte de la propagación de la enfermedad, y su responsabilidad pasará a ser gravísima si se produce un empeoramiento drástico de la situación pandémica (aunque no se nos deben escapar las dificultades para redactar una normativa adecuada, al haber ligado el T.C al estado de excepción confinamientos y toques de queda).
En cuanto a los invacunados, sobre señalar su responsabilidad al negarse a hacerlo, por las razones que sean, salvo si son relativas a su estado de salud, hay que mostrar la extrañeza que produce el que se entienda esa negativa como parte de su derecho de libertad. Hagámonos una pregunta: ¿qué habría ocurrido si la gente hubiese rechazado las vacunas de la viruela o la poliomielitis? Y otra: ¿qué libertad es esa que incluye el derecho a hacer enfermar o matar al vecino? Más aún: ¿vamos a vacunar a los niños y permitir que una parte no pequeña de la población adulta no lo haga por razones que van desde las del pasotismo a las de tipo religioso o ideológico?
De todas maneras, en caso de que la situación se estabilice, que debamos convivir con la enfermedad en un nivel de la misma que sea más o menos “aceptable”, y visto que vamos a tener que estar vacunándonos cada cierto tiempo hasta que no aparezcan otras vacunas de duración permanente o prolongada, seguramente será necesario plantearse una convivencia más “normal” con la enfermedad, como otra infección vírica y respiratoria cualquiera, de modo que, sin dejar de prevenir mediante la vacunación, permitamos que la atención sanitaria general fluya sin restricciones exageradas y que la economía mantenga un nivel de actividad que no suponga crisis de crecimiento, riqueza y empleo.
Cofiñu nun ye Cofiño
(Ayer, en La Nueva España)
COFIÑU NUN YE COFIÑO
La frase no expresa su literalidad, sino un juicio. Cofiñu (Parres) ha recibido de forma indirecta una distinción de notabilidad al haber recaído sobre un hotel sito en él un doble reconocimiento, como mejor hotel de lujo de montaña. Sin embargo, sobre Rafael Cofiño, el director general de Salud Pública, y Juan Cofiño, vicepresidente del Gobiernu, cuyo apellido proviene precisamente de esos confines geográficos, Cofiñu, pero cuyos antepasados han sido sometidos a la oficialidad del castellano (que, ya se sabe, no es una lengua de imposición), sobre ambos, digo, no debe recaer premio alguno, sino una reprobación, el primero por haber salido de su departamento el disparate de la licitación del hospital de Cabueñes, que, como saben, no ha tenido ni un solo concurrente; el segundo, por haber asegurado, frente a los avisos en contrario, que sí se presentarían licitantes al concurso.
No, no son lo mismo, ni aunque ambos políticos no hubiesen sido arrancados de su asturianidad en el registro del apellido de sus antepasados: no se han cubierto de gloria.
Como no se ha cubierto de gloria don Adrián Barbón al afirmar que las inundaciones del hospital de Les Arriondes eran culpa del cambio climático. ¡Hombre, don Adrián, si siempre fueron los donde sito está terrenos inundables! ¡A ver si ahora el cambio climático va a ser también el responsable del déficit!
Quien sí se gana todas las medallas en su persecución de los conductores es Pere Navarro, el capo de la DGT (dicho sea en castellano dialectal). Ahora amenaza con reducir la validez del carné de conducir de los mayores de 65 años, según él porque se ven involucrados en el 28% de los accidentes mortales. Bien, pero informa él, en el caso de peatones o bicicletas son el 50% de las víctimas. ¿Alguna alerta sobre los peatones? ¿Sobre las vacas sagradas?
Al señor Navarro solo le quitan el sueño los conductores.
Memoria histórica: Agora, Masip como'l PP y Cascos
Memoria histórica.
Otru que tal bailla: Antonio Masip
Como Cascos, Rozada, Cherines, el PP, en xeneral. Mirái cómo na tramitación del Estatutu d'Autonomía proponía la cooficialidá, ¡y mirái cómo lo proponía! Y agora anda esprecetándose en contra:
Memoria histórica: PDP y Óscar Alzaga
Memoria histórica
Queda entovía pel mio barriu esta pintada del PDP, el partíu que tuvo como cabezaleru a Óscar Alzaga, y qu'atropó non más qu'una relativa mozaína de votos en toa España.
Non mui lloñe, a menos de 150 m, quedaba hai dos años otra pintada igual. Pel restu de Xixón yo nun les veo. Nun sé si sobrevivieron tanto nel mio barriu porque hubo militantes mui trabayadores, porque'l barriu conservó munchu tiempu baxos ensin ocupar o porque, cenciellamente, yo nun caleyo peronde les hai. En tou casu, ehí queda esti ñiciu de memoria histórica del PDP, del so cabezaleru, Óscar Alzga, y del so emblema.
Alfredo Canteli, un tipo
(Ayer, en La Nueva España)
ALFREDO CANTELI, UN TIPO
El día 18 de este mes LA NUEVA ESPAÑA recogía una conversación en San Miguel de Lillo entre el alcalde d’Uviéu, Alfredo Canteli, y la Conseyera de Cultura, Berta Piñán. En ella el regidor le decía a la conseyera que “el sí que hablaba de verdad el asturiano, y no ese bable inventado que usaba ella”. Y, para poner un ejemplo, afirmó que él, para agilizar una obra, dice a los técnicos “Emburrie p’allá ese expediente”. Piñán le contestó que ella hablaba “el auténticu”.
La conversación es enormemente ilustrativa. Fijémonos en que Canteli, vamos a dar veracidad a sus palabras, esto es, creamos que, efectivamente, dice eso en el Ayuntamiento a los técnicos, utiliza el vocablo “emburriar”. “Emburriar” es voz que, salvo en su acepción material de hacer fuerza sobre un cuerpo, no cabe más que en el lenguaje festivo o muy vulgar, difícilmente en otro más formal. En ese contexto podría decirse “entaíne con ese expediente (o “esos papeles”)” o “de-y priesa (o prisa) a esi expediente”, o, en fin, alguna fórmula que saliese del lenguaje vulgar y cupiese en el formal y administrativo. ¿Porque sería concebible que dijese en castellano algo así como “tío, empújeme el expediente”?
Ese “gracia” argumentativa, unido al que nunca se ha oído al alcalde hablar en asturiano en público, indica a las claras qué es para don Alfredo el asturiano: un hablar propio de momentos festivos o, todo lo más, familiares o entre amigos. La respuesta de doña Berta, que habla asturiano en prácticamente todas las ocasiones, es el envés del decir del munícipe, “el auténticu”: no necesita emplear una palabra “rara”, exótica, le basta con un término culto convertido en asturiano por su impronta morfológica.
Pero la visión del alcalde sobre el asturiano (“el bable”, como no dejan de decir los enemigos de la normalidad del asturiano, por marcarlo con una palabra que señale el exotismo de la lengua y alejarla de su conexión con el nombre de la Comunidad Autónoma) nos desvela una realidad que se está ocultando en el debate sobre el artículo 3º de la Constitución, las profundas implicaciones sociales (de “estatus”, de “clase”) y emocionales que para una parte de la población tiene la posibilidad de que la lengua asturiana salga de su gueto de marginalidad, de lengua casera, de lengua propia para la chanza o los momentos festivos (para el “monólogo”) y pase a ocupar un espacio de dignidad y uso equivalente al del castellano, español, si lo prefieren.
Porque en muchos casos, lo que late tras los argumentos de costos o tramas conspirativas en contra de la oficialidad (dejemos, en fin, de lado lo que no son más que infamias) no es más que eso, la incomodidad, la desazón, la irritación de ver cómo una lengua que sobrevive en los sótanos sociales —y asociada, por tanto a los de abajo, campesinos, gente poco ilustrada— asoma su cabeza para convivir con la otra, aquella en nombre de la cual ha sido y es perseguida en la escuela, reprimida en el uso social, prohibida en el (R)IDEA fuera de los usos de las clases bajas, y pugna por sentarse en los asientos de los mismos lugares que hasta hace poco ocupaban en exclusiva los portadores de la lengua buena.
A quienquiera que conozca un poco las situaciones de diglosia en cualquier parte del mundo no haría falta explicarle nada: es siempre igual en todos los lados, aquí, a la asturiana, al asturiano modo. Pero quizás podamos iluminarlo con un hecho autóctono de una meridiana claridad, el del pateo que sacude los suelos del Campoamor cuando se pide en asturiano —tras pedirlo en castellano y antes de hacerlo en inglés—que se apague el teléfono y se da la bienvenida. ¿Los “señores” de toda la vida, en su mundo exquisito de la música o del teatro, pateando como vulgares espectadores de un antiguo cine de dos perrones? ¿Qué les pasa? Pues simplemente se remueven porque en su mundo ha entrado lo nefando, lo que ellos tienen por vulgar, que debe ser alejado de ese delicado y exquisito mundo suyo. Ese es el trasfondo real, emocional, de cosmovisión, de muchos de las argumentaciones contra la oficialidad.
Don Alfredo es un tipo ejemplar de esa visión del asturiano, y, seguramente, de esa consideración del mismo como un hablar pintoresco ligado a momentos ocasionales o festivos. Eso para él es la autenticidad. Cuando sale al escenario desde las bambalinas o emerge desde debajo del mismo, donde se lo tenía recluido en sus funciones ancilares, causa sorpresa, inquietud, desazón, malestar; el mundo de seguridades y exclusividad, el mundo que no compartían con nadie más, se mueve.
Nada extraño que a los dos días don Alfredo corriese a abrazarse con don Juan Luis Rodríguez-Vigil y a firmar ambos contra el artículo 3º de la Constitución, actuaciones que, aunque parezca que son contra la oficialidad del asturiano, son, en realidad, contra el asturiano y sus hablantes, los que hablan y lo usan sin restricciones de lugar, situación o grupo social, los que hablan “el auténticu”, es decir, una lengua no discriminada y cuyos hablantes no se resignan a utilizarlo solo en situaciones de marginalidad, ya consueta, ya obligada.
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