Xuan Xosé Sánchez Vicente: asturianista, profesor, político, escritor, poeta y ensayista. Articulista en la prensa asturiana, y tertuliano en los coloquios más democráticos. Biógrafo no autorizado de Abrilgüeyu
... Espanta les mosques
(Ayer, en La Nueva España)
L’APRECEDERU
…. ESPANTA LES MOSQUES
La especulación sobre el problema demográfico es, en gran medida, un flatus vocis, un tópico que, en la práctica, no tiene otro contenido que las palabras con que el discurso se construye.
Lo que llamamos la crisis demográfica tiene tres patas: envejecimiento, baja natalidad, huida hacia otros países en busca de trabajo. El primero es una bendición; el segundo, una tendencia universal, agravada en Asturies; el tercero, consecuencia de nuestra economía. En nuestra nacionalidad todo ello se complica por una especial mentalidad dominante, fruto de cuarenta años de parasocialismo franquista y su continuidad posterior hasta nuestros días: lo que no es público no es o es un ser degradado.
Sobre la baja natalidad, que responde a una visión del mundo determinada y a expectativas individuales, poco o nada pueden hacer los gobiernos, igual que es difícil intervenir sobre esa inmovilista cosmovisión asturiana. En lo referente al empleo, lo que hay que hacer es fomentar la creación de empresas y el desarrollo de las existentes. ¿Cómo? Entre otras cosas, no dando tanto la lata. Las exigencias burocráticas y las demoras, disuaden y encarecen: al final, empobrecen, impiden crear empleo, expulsan al exterior.
Y he aquí que para dar algún contenido al flatus vocis de la crisis demográfica ahora se propone crear un nuevo problema, un documento que “refleje el impacto demográfico de todas las políticas del Gobierno”. Les hago gracia de explicarlo: pura especulación, en el mejor caso. Lo que es seguro es que habrá más burocracia y más dilaciones, para nada.
En lugar de inventar nuevos problemas harían bien en eliminar algunos de los existentes. No estaría mal que, por ejemplo, hiciesen algún caso al conjunto de recomendaciones para el campo de la “Declaración de Monteagudo”: “Menos burocracia y más discriminación positiva para el campo”. ¿Lo harán? ¿Ustedes que creen?
En fin, que cuandu nun tien que facer o nun sabe qué facer, col rau…
Empléu, desempléu, paru
(Ayer, en La Nueva España)
“Se buscan en Asturias 1.800 escanciadores”. “No hay profesionales, ni siquiera gente que podamos formar”. Así titulaba un reportaje de LA NUEVA ESPAÑA el miércoles, 25 de mayo.
Centrado en Asturies y un sector concreto, el titular sintetiza un grave problema que ocurre en toda España: no se encuentran candidatos para un amplio número de puestos de trabajo, más de 100.000 según todas las estimaciones.
La mayoría de esas ofertas que no hallan destinatario se producen en la hostelería, la construcción y el transporte. Ahora bien, hay que tener en cuenta que en España existen más de 3.000.000 de parados y en Asturies, de 60.000. ¿Cuál es la causa de que ciudadanos que no tienen trabajo no quieran aceptar esas ofertas? Si uno indaga en situaciones personales y, desde luego, si la encuesta se hace entre sindicalistas y políticos la respuesta es unánime: “pagan una m… y encima te explotan. Que paguen más, verán cómo hay empleo”. Exactamente, la misma contestación que Joe Biden dio hace pocos meses ante una paradoja semejante en EEUU.
Ahora bien, conviene, ante esa respuesta, hacer dos observaciones. La primera, que nadie quiere enunciar, es que esos trabajadores desempleados que no aceptan esos puestos de trabajo “perderían si los aceptasen”, es decir, que con respecto a su actual situación las cosas empeorarían, porque entienden que la suma de sus ingresos efectivos (vía familia, subsidios, chollos…) y la valoración de su tiempo libre en el desempleo es semejante al conjunto de beneficios que les proporcionarían esos trabajos o, acaso, solo ligeramente inferior. Quizás pudiéramos calificar esa situación como “desempleo”, y no paro.
La segunda es una ley elemental de la economía. El empresario que realiza un contrato lo hace para ganar dinero: entiende que la presencia de ese empleado es rentable de una forma probablemente segura al aumentar la productividad del negocio. Si el margen de ganancia se presume escaso o se piensa que existe un riesgo grande de inseguridad (bajas laborales, legislación, precariedad estacional o del mercado…), no lo hace. De modo y manera, que las ofertas de trabajo se rigen, en su número y emolumentos, por este principio elemental. Es cierto que existen en algunos campos empresarios que incumplen la legislación, que abusan, etc. Pero, en cualquier caso, el principio económico expresado es el elemento básico: si no se presume ganancia, no se contrata. No es un acto voluntarista o de caridad.
De este modo, ocurren dos fenómenos antitéticos: quienes piensan que perderían con un trabajo y no están capacitados para empleos de altos salarios, quedan en el desempleo, quienes sí lo están y no encuentra en su región uno adecuado a sus expectativas, emigran.
En cuanto a los empleos que exigen una formación especializada es evidente que existe un déficit de formación. Como se reitera desde el mundo del trabajo y de la instrucción, lo que se enseña en las universidades o la Formación Profesional no se adecúa en muchos casos con lo que la realidad de las necesidades de las empresas, de los potenciales empleadores, demanda. Algunos intentos recientes, como la FP dual, no parecen tener demasiado éxito. En realidad, no se ve muy bien qué interés puede tener una empresa para pagar a un aprendiz, destinar un operario a instruirlo, tener acaso sin producir alguna maquinaria. Desde luego, sí se ve perfectamente cuántas empresas pueden tener interés en ello o capacidad para ello.
Como se advierte, al margen de los problemas reales de la economía, de la marcha de las empresas, de sus beneficios, y, por tanto, de su capacidad o necesidad de contratar, convendría repensar muchas cosas, desde la política, la enseñanza, la legislación y las cuestiones sociales.
Quirón, la publilatría y el hablar por hablar
(Ayer, en La Nueva España)
QUIRÓN, LA PUBLILATRÍA Y EL HABLAR POR HABLAR
En Xixón va a instalarse una nueva empresa. Quienes ponen el dinero en ella suponen que existe demanda para su oferta y que, en un plazo razonable, esa demanda amortizará la inversión, cubrirá los gastos de explotación y producirá beneficios. De no ser así, cerrará. Naturalmente, la empresa ha de ajustarse a las normas urbanísticas y los reglamentos que rigen su actividad. Y no hay más, o no debería haberlo. No importa si su inversión es grande o pequeña, si crea mucho empleo o cuál va a ser la afectación de su actividad sobre otros competidores, si los hubiere.
Ahora bien, la empresa que se viene a instalar es una empresa sanitaria, Quirón (nombre que, como saben, procede del centauro de la mitología griega Quirón, “práctico con las manos”, “cirujano”), y es ahí donde se desata la tormenta de opiniones, necedades y ridículos disparates de muchos partidos políticos y de cierta opinión pública, en parte por sentirse obligados a hablar sobre cualquier cosa, pero, especialmente, algunos, aguijados por su idolatría de lo público, puesto que entienden que ahí, en lo público, reside todo el bien, y en lo privado, si no el mal absoluto, la ausencia de virtud, al menos. Y como la sanidad es, hasta ahora, mayoritariamente pública, ven en la llegada de Quirón un rival para ella o un detrimento, al menos, de la misma; una grave amenaza, en cualquier caso.
Es todo bastante risible, pero, en fin, quizás convenga repetir ideas elementales, arriba expuestas. Quirón viene a prestar un servicio a quienes puedan y quieran demandar sus prestaciones, es decir, a quienes den dinero por acceder a sus servicios y ser tratados en ellos. Eso, ¿a quién perjudica? En todo caso a los demás hospitales privados ya existentes en Xixón y a los del resto de Asturies, como señala con bastante humor Jesús Kocina, el propietario del hospital Covadonga, quien, por cierto, está gastando bastante dinero en la mejora del centro.
¿Y sus efectos sobre la sanidad pública? En todo caso, positivos. Los que decidan emplear su dinero en usar sus servicios, por la razón que sea, entre otras, por escapar de las demoras del sistema público, aliviarán la presión sobre este.
Ahora bien, todo eso les da igual a los idólatras de lo público, a quienes repiten su discurso venga o no venga a cuento: “La potenciación de la sanidad privada empobrece la sanidad pública en nuestra región y dificulta el acceso a nuestro derecho a la salud”. “La llegada de este hospital significaría el deterioro cada vez mayor de la sanidad pública en el corto y medio plazo”. Glosolalia.
Y naturalmente, una asociación de vecinos ya se ha manifestado opuesta, por todo tipo de razones, y exige dar su visto bueno a la operación. Como si una parte de la población (seguramente de escasa representación) pudiera dictaminar sobre los negocios particulares, el urbanismo y el interés general. No es una situación insólita, es la demagogia a que muchos ayuntamientos han acostumbrado a los vecinos de hacer como si contasen con cada facción de la ciudadanía para decidir. Seguramente porque los concejales y el alcalde no han sido elegidos a tal fin, ni cobran por ello ni cuentan con funcionarios y asesores (también pagados con dinero de los impuestos) a porrillo.
Pero, en fin, les reservo la mejor de las perlas para el final. Quirón pensaba instalarse en unos terrenos de su propiedad cercanos al hospital de Cabueñes. El Ayuntamiento los permutó por otros en Nuevu Xixón. Y tanto la alcaldesa de la ciudad como una de sus concejalas alaban la decisión, porque así, alejado Quirón de Cabueñes, “evita que compita con la sanidad pública en el mismo espacio”.
¡Como si fuesen chigres y al llegar a la zona el paciente decidiese entrar en uno u otro establecimiento según el menú del día!
A veces, créanme, es difícil practicar la caridad del silencio.
Isabel II, Chanel, La Lobera
(Ayer, en La Nueva España)
Tras el desastre de la República y la dimisión de Amadeo, entra en Madrid Alfonso XII. La multitud llena las calles, entusiasmada. Un rapacetu se acerca a su caballo vitoreándolo, el Rey lo agradece y alaba el entusiasmo popular. “Esto no es nada, responde el mozalbete, si vieras la que armamos cuando echamos a la puta de Isabel”.
Me he acordado de la anécdota al ver el fervor con que fue acogido el éxito eurovisivo de Chanel, y no puedo olvidarme de que pocos meses antes la mayoría de la opinión pública, los mismos fundamentalmente, bramaba contra la cantante, la consideraban poco menos que un fraude urdido, frente al voto popular, por el jurado y algunos intereses económicos.
Así son las cosas, así la opinión pública. A Zapatero, frente a Bono; a Casado, frente a Soraya; a Barrabás frente a Jesús… y, al día siguiente, “yo nunca he votado eso”, haciendo buena la definición de H.L. Mencken: “La democracia es la patética creencia en la sabiduría común de la ignorancia individual”.
Pero la aventura chaneliana apunta a algo más: a esa necesidad de correr de inmediato tras la charanga, a esa especie de “eyaculatio praecox”, que caracteriza a partidos y sindicatos. ¿O no recuerdan que sindicatos y partidos pidieron una investigación y que Podemos llevó la cuestión al Congreso? Antes muertos que callados un minuto.
Urgida por unas prisas semejantes se encuentra Teresa Ribera, la descarbonizadora más rápida al oeste del Missisipi. Esas prisas, acicateadas por su enfermedad ideológica, han llevado al desastre a muchas comarcas e influyen en la carestía de la electricidad.
Hace pocos meses la UE concedió el carácter transitorio de energías verdes a la nuclear y al gas. La de los llobos, en contra: “Si podemos ir más aprisa, mejor”.
¿Y ahora que Europa pretende acelerar decisiones que complican la supervivencia de la industria asturiana?
Seguro que también quiere más precocidad.
Etiquetes:
Alfonso XII,
carbón,
Chanel,
descarbonización exprés,
H.L. Mencken,
Isabel II,
Teresa Ribera
Esperas quirúrgicas, mentiras y fantasías
L’APRECEDERU
ESPERAS QUIRÚRGICAS, MENTIRAS Y FANTASÍAS
Según fuentes oficiales, la espera para una operación quirúrgica era en Asturies de 95 días a finales de 2021; el tiempo medio en traumatología, de 149 días. Cualquiera que se moleste en ver y escuchar sabe que esas cifras son una absoluta mentira. En mi entorno inmediato, por ejemplo, conozco dos casos de adultos con dos años de espera y uno infantil con uno y medio. Además de ello, la falta de información sobre la programación de cada caso es absoluta: no hay forma de obtener ni una indicación aproximada de la futura intervención.
En el ámbito sanitario, y en otro orden de cosas, el anuncio de la instalación de un hospital de Quirón en Xixón ha levantado hasta el cielo los lamentos del discurso que viene entorpeciendo nuestra modernidad y nuestro progreso: el del bálsamo de Fierabrás de lo público, que se puede resumir en un “O público o nada”. De ello, hablaremos otro día.
Esa monomanía de lo público suele ir ligada a una especie de mentalidad mágica, la de que las cosas no cuestan o que salen del burru Cagarriales. Miren ustedes alrededor y verán peruquiera manifestaciones de esa mentalidad: todo es pedir más inversión o gasto, sin que se diga de dónde sale, y por supuesto, sin que se proponga subir los impuestos. Un solo ejemplo recentísimo: el próximo curso, siguiendo un proceso que viene de hace años, los alumnos incorporados a las escuelas disminuirán en 2000. ¿Cerrar escuelas? ¿Contratar menos profesores? De ninguna manera. La propuesta es rebajar el número de alumnos por profesor, esto es, mantener el gasto. ¿Sería bueno? Tal vez, ¡pero también necesitamos más médicos y tantas cosas más para las que no hay dinero!
No quiero concluir sin felicitar a Esther García, ilustre escritora en asturiano y revolvina, a la que universidades americanas han distinguido por su “liderazgo a favor de la sociedad y la cultura”.
No pierdan el tiempo ni nos tomen el pelo
(Ayer, en La Nueva España)
NO PIERDAN EL TIEMPO NI NOS TOMEN EL PELO
Hoy ve a sus pobres hijos huyendo de sus lares… (A. Machado)
Lleva la política asturiana ocupada un largo tiempo (y ocupa en ello también a parte de la intelectualidad y de la opinión) en dos cuestiones: el despoblamiento, especialmente el geográfico, y la pérdida de población, la llamada crisis demográfica, dos cuestiones solo tangencialmente relacionadas, aunque pudiere parecerlo. Las dos son, por otro lado, tendencias prácticamente universales, aunque en España y en Asturies revisten especial intensidad; en nuestro país, extremadamente.
El abandono de los pequeños núcleos de población a favor de los grandes se debe a un factor económico, la búsqueda de empleo o de un mejor empleo o salario; la demanda de mejores servicios y de una mayor oferta de ellos (desde los sanitarios a los de las tiendas de productos varios); pero, especialmente, a la presencia potencial de mayores ocasiones de entretenimiento, de relaciones personales, de diversión, de conocimientos y experiencias, de sentirse “más libre” y menos controlado por el entorno.
En el caso de Asturies existe una razón específica añadida. Con una población creciente desde mediados del XVIII al menos, el territorio se ha ido ocupando, para vivienda y para explotación, a terrenos inconcebiblemente ocupables sino por la extrema necesidad, tanto de ganar el pan como por la inexistencia de tierra en los valles: miren ustedes cuántas casas están encolingadas en los montes, piensen en cuántas en el fin del mundo y comprenderán que se abandonen esas tierras en cuanto se pueda. Recuerden, además, cuál era la economía de esas familias, la de la miseria.
Durante un tiempo, las aldeas vacías venían a reforzar las cabeceras de comarca, pero desde hace algunas décadas la mayoría de esas villas ya no son centros de atracción ni de creación de ocupación: solo algunos núcleos con especial atractivo turístico resisten o algunos muy cercanos a Uviéu, Xixón y Avilés, que actúan a modo de villas residenciales.
La cuestión demográfica, es decir, y fundamentalmente, la combinación de aumento de las expectativas de vida unido al descenso abrupto de los nacimientos es también un problema prácticamente universal, al menos en los países más o menos industrializados, y no depende, en general, de las condiciones económicas de cada Estado. La gente ha decidido tener menos hijos y tenerlos cada vez más tarde, sustituyendo en muchos casos los afectos paterno o materno filiales por los habidos con las mascotas, más firmes, más sometidos a la voluntad del padre-dueño, menos costosos y que causan menos disgustos. Que en España y, especialmente, en Asturies, la cuestión sea más grave es más harina del mismo costal.
¿Se puede hacer algo para revertir esas tendencias? ¿Y, sobre todo, se puede hacer algo desde las instituciones? Pues, en general, poco, porque consiste, fundamentalmente, en un problema de mentalidades y de expectativas, personales y colectivas.
Ahora bien, si se trata de mantener en activo, y por lo tanto, ocupando el terreno a los agricultores o ganaderos que sobreviven en la zona rural o a los vecinos que lo hacen sin actividad, lo principal es que ni la UE ni el Gobierno central ni el autonómico se dediquen a crear problemas todos los días: los purinos, los lobos, las construcciones o las reformas en las aldeas, el aprovechamiento forestal, los parques con vecinos dentro, la convivencia de las labores ganaderas con los urbanitas recién llegados…: cada día una molestia para que desistan y abandonen. Otras medidas, digamos, “de atractivo”, pueden servir para que algunas personas, pocas, abandonen los grandes núcleos y se desplacen a las villas, raramente a los pueblos, salvo para fines de semana y veraneos. Pero eso son gotas de agua en el océano del despoblamiento.
En cuanto a lo relativo a la demografía, algo pueden ayudar estímulos económicos, garantía de libros y ordenadores gratuitos para estudios, medidas de conciliación familiar… Empero, en algunos países con fuertes acicates de ese tipo, la natalidad sigue bajando.
Y no me digan nada de la política de inmigración para compensar nuestro vacío demográfico. ¡Ay qué risa, Basilisa! Pero si aquí no hay empleos, ¿quién va a acudir masivamente? (Otra cuestión es la de los empleos que no quieren cubrir los llariegos, pero es esa otra materia).
Paralelamente a ese vaciamiento, muchos de nuestros jóvenes mejor preparados marchan fuera, a otras comunidades, a Europa, al ancho mundo. Porque nuestro problema fundamental es un problema de empresas, es decir, de trabajo, que tiene varios factores, uno de ellos, inveterado, de falta de capitales; de crecimiento de las empresas, de tecnología y de exportación. Las hay. Muchas. Multinacionales y propias. ¿Qué he de decir yo que durante años he impulsado el “Premiu a la Meyor Empresa del Añu”, como reconocimiento y estímulo a ese tipo de empresas? Pero son insuficientes.
Ahí es donde han de poner su trabajo y su tiempo los partidos e instituciones frente al despoblamiento y la crisis demográfica: en la creación de empresas y su crecimiento, no, por entendernos, “en la creación de empleo”, que no es más que una consecuencia. Y, para ello, hay algunas cosas que se pueden realizar, entre otras, no poner continuamente trabas a la inversión y eliminar burocracia. Lo que implica no querer volver a un pasado imposible en el presente, justamente el camino que, en general, se ha venido siguiendo hasta ahora.
Y no seguir inflando, con palabras y apoyos, el discurso colectivo dominante, que, por ser discreto, lo resumiré con una frase del yerbatu don Salvador Ordóñez en LA NUEVA ESPAÑA del 7 del corriente: “A un muchacho vasco cuando entraba a trabajar como aprendiz le decían: Fíjate y observa, que un día montarás tu empresa. Aquí: ¡Que no te exploten!”. Pero esa mentalidad que todo lo impregna y domina sí que es difícil de cambiar.
Mas convendría empezar. Y si a ello no se dedican, por lo menos no nos tomen el pelo ni pierdan el tiempo, tratando de hacer que van a arreglar lo que no tiene arreglo, ni siquiera en los limitados términos en que es posible, mientras ustedes no cambien.
Felices, infelices, nefelibatas
(Ayer, en La Nueva España)
L’APRECEDERU
FELICES, INFELICES, NEFELIBATAS
Putin es realmente extraordinario, un ejemplar digno de análisis y muestra. Lo de Ucrania lo ha ido preparando durante mucho tiempo (discursos, propaganda en las mentes de ideología confusamente comunista-prorrusa y antioccidental, golpe de Crimea…). Pero no es mi intención analizar sus acciones ni sus discursos, como tampoco los de los putineros de los países democráticos, que justifican sus actuaciones, las diluyen acusando a Occidente de ser corresponsable o piden que se ayude a Rusia en su masacre negando armas a Ucrania. No, mi intención es la de señalar que, frente a lo que declaran tantos ciudadanos comunes, Putin no está loco. Es un ser tan racional como usted y yo, pero de otra entraña. Es decir, es tan humano como cualquiera. Solo que la humanidad incluye monstruos del poder y la violencia, como Hitler o Stalin, individuos para quienes sus propósitos de dominio dejan fuera de sus cálculos cualquier consideración de vidas o destrucción.
Comprendo que muchos ciudadanos se nieguen a aceptar tal realidad, y prefieran excluir la conducta del dictador de “lo humano”. Comportándose así, como infelices, hacen su mundo más feliz.
En construirse un mundo más feliz, en convertirse en nefelibatas, destacan algunas organizaciones animalistas. Ya saben que los jabalíes son una especie de crecimiento desmesurado, dañan cosechas y campos, causan accidentes de carretera, transmiten enfermedades. Para controlar su número se usan ahora arcos, que, por lo visto, frente a las balas, son “más humanos” y causan menos estrés. Pues he aquí que algunos animalistas tampoco quieren el uso de los arcos. ¿Algún otro medio proponen? No. “Que el ayuntamiento respectivo busque alternativas”. ¿Las hay? Pues la única parece dejar a los animales campar a sus anchas, a juzgar por sus argumentos: “Entran en los cascos humanos porque hemos ocupado su medio natural”. ¿Ocupado su medio natural? ¡Pero si media Asturies está despoblada!
¿Qué tal una partida presupuestaria para los pobres suidos?
De aquella derecha a esta (o La derecha que se fue a la porra)
(Apaeció en La Nueva España del 06/05/2022)
DE AQUELLA DERECHA A ESTA
Me traslada electrónicamente mi buen amigo Lluis Ánxel Núñez Enríquez el texto de uno de los dos o tres únicos ejemplares impresos de Ecos de mi aldea conocidos hasta ahora (a pesar, sin embargo, de su éxito editorial: El Diario de La Marina, de Cuba, por ejemplo, daba noticia de la tercera edición del libro en 1891). Dicho libro, digitalizado por Google, se halla en la universidad de Harvard desde 1920. Por una de esas abundantes “asturianadas” (“Ni nos vemos ni nos ven” he troquelado como definición de nuestro ser y valer histórico) el texto no se halla fichado bajo el nombre de su autora, Matilde de Soignie de las Alas Pumariño, sino de Enrique Yuste Arias, probablemente el propietario del ejemplar en su momento. Hasta ahora solo disponíamos los ciudadanos de la transcripción de un texto mecanografiado de la obra, realizada por Mercedes de Soignie Fernández, una descendiente de la autora, editado por la Academia de la Llingua Asturiana. Una somera comparación permite ver bastantes discrepancias entre el texto editado (1890) y el mecanografiado (hacia 1870).
Pero no es sobre Ecos de mi aldea sobre lo que quiero hablar, sino de las reflexiones que me provoca el segundo apellido de doña Matilde, de las Alas Pumariño. Los Alas Pumariño son una familia con importante presencia pública, tanto en Asturies como en España, en los ámbitos políticos, de la abogacía y de servicio al Estado. Uno de ellos, Armando de las Alas Pumariño, publica en 1919 Las manifestaciones de regionalismo en Asturias, que ve la luz en un momento en que la conciencia regional/nacional bulle en las artes, la política y el periodismo, y en el que se emprenden una serie de iniciativas políticas reivindicativas desde un punto de vista asturianista (esto es, no estatalista). La Liga Pro-Asturias, la Junta Regionalista y otras asociaciones más o menos coyunturales, apoyadas con frecuencia desde la Diputación, proponen un programa que tiene tres ejes: la exigencia de mayor autonomía para el país (a veces con una reivindicación explícitamente “fuerista” y de recuerdo de la Xunta Xeneral, suprimida con la articulación territorial de Javier de Burgos), el rechazo del centralismo y una serie de reivindicaciones económicas de variado tipo.
No es una casualidad que en 1919 se crease la Real Academia de Artes y Letras, fundamentalmente una academia de la lengua asturiana, que tiene como Presidente Honorario al Príncipe de Asturias y cuyo Secretario es el Vizconde de Campo Grande. Destacamos este nombre porque él es el autor del manifiesto asturianista/autonomista más importante de la época, Doctrina asturianista (1918) cuyo lema era el de “Asturias libre, regida por sí misma”.
El texto tuvo un notable y contradictorio eco en el resto de España. Así, el periódico La Libertad, un medio madrileño, de izquierdas, obrerista y socializante, criticaba la publicación en un artículo que titulaba “Cómo se inicia una campaña separatista”. Al contrario, La Correspondencia de Valencia encabezaba así: “Hacia la liberación de Asturias”. Y afirmaba que existía en Asturies “un potente movimiento regionalista que reviste todos los caracteres de un nacionalismo más que incipiente”.
Todas estas iniciativas, discursos y textos, lo saben ustedes de sobra, se producen en el ámbito de la derecha. Y al reflexionar sobre ello y comparar aquella derecha opuesta al centralismo, capaz de organizarse autónomamente en su territorio y defender sus intereses económicos, amante de su cultura (sí, sí, de su lengua), con la derecha actuante desde 1978, que no es más, especialmente en el ámbito político, que una sucursal de Madrid, de donde recibe sus ideas, sus discursos, sus pensamientos o, incluso, en ocasiones, las órdenes de autodestrucción; una derecha que es, además, en una gran parte, hostil hacia su cultura y su lengua, o, como mucho, indiferente; que, por decirlo así, se fue de la sidra a la cazalla, de la fabada al gazpacho, del universal y asturiano churro a la porra madrileña, uno no puede dejar de hacerse señardosas preguntas al modo de Jorge Manrique: “¿Qué se fizo el rey don Juan? / ¿Los infantes de Aragón, / qué se fizieron? / ¿Qué fue de tanto galán? / ¿Qué fue de tanta invención, como truxeron?
Chafarrinadas con daños públicos y privados
(Ayer, en La Nueva España)
L’APRECEDERU
CHAFARRINADAS CON DAÑOS PÚBLICOS Y PRIVADOS
Cuando pasean por sus ciudades ven, cada vez más frecuentemente, fachadas, cierres de comercios, puertas, esculturas, pintarrajeadas con chafarrinones de esos que han dado en llamarse “grafiti”, un término italiano que significa “garabato”. Pero no solo en las ciudades, en las autopistas o en los vagones de los trenes verán también esos manchones.
No se habla aquí de los murales que, con acuerdo de los propietarios o las autoridades escolares o municipales, se realizan con publicidad y a la luz del día. No, los garabatos a que nos referimos se efectúan con nocturnidad y taimadamente. En su mayoría no constituyen otro grafismo que la firma del autor, la meada con que su ego marca el territorio.
Todas esas pintadas constituyen un adefesio estético que afea las superficies donde se adhiere y da un aire sucio y abandonado a las zonas de la ciudad en que abundan. Son un delito porque constituyen un atentado contra la propiedad privada (comercios, casas) y colectiva (edificios municipales, esculturas).
Convendría señalar que, a veces, estos vándalos reciben una especie de apoyo o comprensión por parte de “intelectuales” que siempre están dispuestos a ver signos de arte o expresiones de rebeldía en cualquier tipo de actuación contra el derecho general.
Al margen del perjuicio que causan a los propietarios privados, que han de limpiar sus casas o negocios a jornal de su pena y su cuidado, estas chafarrinadas dañan el bolsillo de todos nosotros. Así, en Xixón, se gastan 200.000 euros al año en esa limpieza. Los causados por un grupo de grafiteros, recientemente arrestados, por daños en trenes por Europa y España, un millón de euros.
En fin, gracia ninguna, belleza tampoco.
Menos mal que uno puede consolarse con placeres ocasionales y excepcionales. El bocarte, este año, más abundante que nunca, tiene un tamaño y un sabor insuperable. Corran a degustarlo antes de que se cierre la siempre cicatera costera.
Más sobre "Cuando a la peste la llamamos gripe"
Ayer, en El Español, Miguel Sebastián, embaxo'l títulu "¿A la séptima va la vencida?,
dicía satamente lo mismo que yo nel mio "Cuando a la peste la llamamos gripe":
https://www.elespanol.com/invertia/opinion/20220501/balance-abril-septima-va-vencida/669313063_13.html
Cuando a la peste la llamamos gripe
(Ayer, en La Nueva España)
CUANDO A LA PESTE LA LLAMAMOS GRIPE
El Gobierno central, como ustedes saben, decidió a mediados de abril eliminar la obligatoriedad de las mascarillas en interiores, salvo en los centros sanitarios y sociosanitarios y en el transporte. Al mismo tiempo, se han modificado radicalmente tanto el registro de los enfermos de covid como la notificación del número de infectados, con la intención de dar la impresión de que el riesgo es leve y la situación está más o menos controlada. El covid vendría a ser, en lo personal y lo social, como una gripe.
Pero la realidad es muy otra, lo único que se ha hecho ha sido lo que denominé en LA NUEVA ESPAÑA del 19/03/2022 la “ocultación de la pandemia”. En primer lugar, controlando estadísticamente solo a los mayores de 60 años y a las personas especialmente vulnerables y, eventualmente, a quienes presenten una afección notable (fiebre alta, problemas respiratorios). De modo que quienes no tengan esos síntomas y no se hallen en los dos grupos citados, una gran mayoría, no tienen existencia estadística, aunque estén infectados.
El Gobierno sabe que, de todas maneras, la decisión que ha tomado presenta muchos problemas en la práctica, y, así, recomienda un “uso responsable” de la mascarilla en interiores donde se permanezca mucho tiempo, en “eventos multitudinarios”, “en el entorno familiar y en eventos privados” según los participantes; siempre en ámbitos sanitarios y sociosanitarios; cuando aún estando en espacios abiertos no se pueda mantener la distancia de 1,5 metros con otras personas durante un tiempo (¡Y quién habla con otro a una distancia superior a 1,5 metros?). En el ámbito laboral, deja las decisiones en manos de los departamentos de prevención riesgos laborales.
Esa negación de la realidad lleva a que no se de la baja laboral a quienes no tienen síntomas graves. Deben por lo tanto acudir al trabajo a pesar de poder infectar; eso sí, con la responsabilidad de llevar mascarilla, aunque se les recomienda el teletrabajo (por ejemplo, si usted es dependiente en un comercio o trabaja delante de un torno).
Es curioso que, por una parte, el Gobierno sacuda sus responsabilidades en las empresas (¡a cuántos problemas y pleitos puede dar origen esa decisión!), que ya se han quejado por ello y por la imprecisión de la norma, y que, por otro, no permita a los Gobiernos regionales tomar sus propias decisiones en virtud de la situación de la pandemia en sus lugares. Así, Ejecutivos como los de Asturies, Galicia o Cantabria, en desacuerdo con la medida, tienen que limitarse a pedir responsabilidad a los ciudadanos, es decir, a invitarlos a que hagan caso omiso de la norma del Gobierno central. El de Galicia ha pedido que las mascarillas se sigan usando en las escuelas.
Y la realidad es que los datos empeoran semana tras semana en casi toda España, tanto en infectados (anotados estadísticamente) como en ingresos hospitalarios. En nuestro país vamos casi a la cabeza de España (¡triste registro!). En concreto, en una progresión continua, el domingo 24 de abril 395 personas permanecían hospitalizadas con confirmación de covid, de los que 384 estaban ingresados en planta y 11 en la UCI. Entre los días 21 y 24 de abril habían fallecido un total de 17 personas por el coronavirus, con edades comprendidas entre 44 y 99 años.
De modo que la comparación del covid con una simple gripe es una total falacia, entre otras razones porque la gripe es una enfermedad estacional, el covid no; el covid tiene en algunos casos efectos invalidantes permanentes, la gripe no; la gripe no causa tantas muertes.
Además, sobre el covid no sabemos muchas cosas, por ejemplo, ¿cuál es la prevalencia actual de ómicron y sus variantes? ¿Van a aparecer otras cepas para las que la población no esté vacunada? ¿Es suficiente la inmunidad temporal de las vacunas hasta ahora suministradas? ¿Lo es la autoinmunidad de los ya contagiados?
Y, por otro lado, no sabemos exactamente en qué momento del contagio actual estamos. ¿En el final de un proceso? ¿En el comienzo de otro, de otra “ola”? El caso es que las infecciones no paran de aumentar. Echar la culpa de ese aumento a la movilidad y aglomeraciones de Semana Santa no es más que una hipótesis. Y, si fuese así, ¿qué ocurrirá durante el verano cuando movilidad y atropamientos son más?
En todo caso, no olvidemos una cosa importantísima, los efectos inducidos: la ocupación hospitalaria retrasa visitas, tratamientos y operaciones, ya de por sí bastante retrasadas, con una espera desesperante y dañosa en muchos casos. En estos momentos ya estamos ante una semiparalización de operaciones en nuestros hospitales.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)