Milagrín al borde'l pedral

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Esti gladiolu, xusto xusto al borde l'abisu. Espoxigáu y viviegu. En La Isla, el 18/07/12.

Agapantos en La Isla

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Al pie de la mar. Amiren pa ellos, y pal gustu los dueños la finca. En La Isla, el 18/07/12.

La pómpara inmobiliaria y el PSOE

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L'otru día, en "Salvados" Miguel Sebastián y María Antonia Trujillo tuvieren una engarradiella a cuenta de lo que facíen nel PSOE y nel Gobiernu de Zapatero a cuenta la vivienda y de la "pómpara inmobiliaria". Pa velo, pinchen equí (Trujillo y Sebastián, al moñu).

La polémica entre Miguel Sebastián y María Antonia Trujillo a cuenta de la burbuja inmobiliaria

Quédome con una frase de Sebastián: «Estábamos muy solos, porque todo el mundo vivía bien con la burbuja». Eso yá lo conté yo meyor nesti artículu qu'agora-yos refresco:


           ¡LO QUE NOS PRESTABA A TODOS!

                El pensamiento progreprisaico reduce a dos las causas de nuestros males económicos. El terremoto bancario, cuyo epicentro habría tenido origen en el codicioso mundo de Wall Street (y, naturalmente, durante el mandato de Bush), con su codicia y sus fraudulentos productos financieros; la decisión de Aznar de «declarar urbanizable todo el territorio español», que habría impulsado la construcción sin tasa, la especulación y la burbuja inmobiliaria. Como pensamiento mágico que es, el discurso progreprisaico hace desaparecer los ocho años del gobierno socialista posterior a Aznar para no preguntarse por qué en ese tiempo el gobierno socialista no modificó la legislación o controló la expansión crediticia.

                Pero, al margen de señalar responsabilidades políticas —en España, en China o en EEUU—, convendría que rememorásemos, en parte al menos, lo que ocurrió aquí entre el año 2002 y el 2010, y lo bien que nos fue a todos nosotros con ello.

                Recordemos, en primer lugar, que, como consecuencia del mantenimiento sustancial de la legislación socialfranquista a favor de los inquilinos, hubo en este país siempre poca oferta de alquiler y, en consecuencia, los precios mensuales de los alquileres eran iguales o ligeramente superiores al devengo mensual de la hipotecas. ¿Quién en su sano juicio, en una situación de progresiva expansión económica y de empleo, iba a preferir  tirar el dinero en un alquiler a ir haciéndose con una propiedad? En el ámbito de la política, los crecientes ingresos  que la construcción aportaba a los ayuntamientos hacían que estos cada vez tuviesen más dinero para gastar (subvenciones, voladores, espectáculos, fiestas patronales); para emular a los vecinos (¿qué alcalde iba a resistirse a construir una piscina climatizada si el ayuntamiento aledaño ya la tenía?, ¿qué vecino iba a tolerárselo?); para contratar más personal —muchas veces, de entre los conmilitones y próximos— y comprometerse en servicios que no tenían ninguna obligación de prestar y, a través de ello, afianzar su poder y el de su partido, aumentar la fidelidad de sus votantes, ampliar el número de estos; para endeudarse. Y, naturalmente, el ciudadano encantado: su pueblo progresaba y hermoseaba, podía satisfacer algunos caprichos o necesidades gratuitamente, veía cómo se creaba empleo público que, tal vez, algún día le tocase a él o a los suyos.

                Mientras, el dinero fluía a su vez desde Europa en forma cuantiosa: abríamos autopistas, parques infantiles, casas de la cultura, museos, aeropuertos, ampliábamos puertos: mejorábamos. Y uno y otro permitía crear varios millones de empleos; prejubilar muy anticipadamente con magníficas pagas; ganar dos mil, tres mil y más euros en la construcción a cientos de miles de personas sin apenas cualificación; quedarse disfrutando de un buen paro o de una prestación social sin trabajar, mientras dos millones de emigrantes venían a hacer las tareas que nosotros no queríamos realizar. Al tiempo, el numerario barato del Banco Central Europeo nos proporcionaba créditos millonarios para la primera comunión de los niños, para las bodas, para cambiar de coche, para viajar, para comprar el piso y para adquirir bienes extranjeros, de mejor calidad o más prestigiosos que los nuestros. Bancos y cajas, por su parte, especialmente estas, abrían una oficina en cada esquina, pagaban mejor a sus empleados, financiaban todo, acrecentaban la expectativa de sus ganancias.

A su vez, al político de las instituciones autonómicas y al del Gobierno Central le permitía dar gratis los libros de texto, regalar ordenadores, ampliar servicios en la sanidad,  anunciar que a cualquier persona con dificultades físicas o psíquicas el estado le iba a prestar una nueva atención, en metálico o con prestaciones, quitar dos horas y media semanales a todos los funcionarios,  como si a nadie costasen.

¿Que todo ello se hacía pensando que el crecimiento seguiría creciendo y el empleo manteniéndose indefinidamente? ¿Qué no reparábamos en que nos endeudábamos en lo que, de haber problemas, no podríamos pagar? ¿Qué lo hacíamos con bancos que, a su vez, pedían el dinero fuera? ¿Qué nuestra balanza comercial presentaba un déficit escandaloso, lo que suponía que arruinábamos nuestras empresas en beneficio de las ajenas? ¿Quién lo iba a ver? ¿Quién iba a querer verlo? Y si lo veía y lo decía, ¿quién lo iba a escuchar? ¿Quién iba a votar al político que no competía en gasto o que nos quería amargar el presente? ¿A quién prefirió siempre el pueblo?, ¿a Jesús o a Barrabás?; ¿a quién dio crédito?, ¿al antipático de Pizarro o al Solbes que nos prometía que todo seguiría igual? «Comamos hoy y bebamos, que mañana moriremos», con esa frase paulina podría sintetizarse la actitud común de la época, si no fuese porque en ella hay, al menos, la conciencia de término y límite, lo que entonces no había.
               
Cuando miremos atrás, pues, no veamos solo lo que queremos ver. Recordemos las cosas tal como fueron. No echemos solo la culpa a los que nos prestaron o a lo que nos prestaron.  Acordémonos también de lo que a todos nos prestó.

La peña los cuervos

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Cuervos, esto ye, cormoranes. En La Isla, el 18/07/12.

Perende, ando yo a la piesca munches vegaes.

Reivindicaciones de los pesquinos de pedreru

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El martes 25, El Comercio asoleyaba una información sobre la espicha que Volver al Pedreru celebrara'l 21 de septiembre, cola presencia de dellos responsables de pesca invitaos.
Ehí, n'El Comerciu, preséntase parte la tabla reivindicativa que nos prósimos meses va negociase pa meyorar les condiciones del ociu y disfrute nel pedreru coles actividaes tradicionales a pie (El Comercio / Quintes / Reivindicaciones pesquinos).
Volver al Pedreru celebra una espicha en Quintes
Semeya de J. Caicoya

L'Estoxu: ZARZUELA

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El 16/10/1914 la segunda edición pa Madrid de LA CORRESPONDENCIA DE ESPAÑA recueye una noticia de la so hemeroteca de fai 50 años, esto ye de 1864:

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Miren cómo diba la nozal de cargada y xugosa el 18/07/12. En Bueñu/Güeñu, La Isla.
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Antón García lleva un blog de lliteratura y cultura asturiana perinteresante, al qu'invito a suscribise (Estoiru). Nel acaba d'asoleyar una reseña del Refraneru de Xesús Cañedo y míu, que constituye el cuartu momentu del mesmu, notablemente ampliáu, revistáu, correxíu si acasu, clasificáu, y con dellos estudios previos sobre'l refraneru.
La reseña d'Antón García puede vese equí: http://estoiru.blogspot.com.es/2012/09/una-vision-asturiana-del-mundu.html

Acantos

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Acantu (Acanthus mollis, de la familia de les Acantácees). En Güeñu/Bueñu (La Isla). El 18/07/12.

Con un balcón, suficiente

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Motivado por las críticas favorables (orales y en correo) que recibí, vuelvo a publicar el artículo que apareció en La Nueva España del 23/09/12 con ese título "Con un balcón, suficiente".

                               CON UN BALCÓN, SUFICIENTE


            Escucho y leo con extrañeza a tertulianos y eruditos afirmar con rotundidad que la independencia de Cataluña es imposible porque las leyes y la Constitución no lo permiten o no lo harán posible. Y con enorme entusiasmo despliegan toda su sabiduría en explicar el largo proceso que, pasando por las cortes y por un referéndum entre todos los habitantes de España, sería necesario.
            Pero para proclamar la independencia no se necesita más que un balcón donde asomarse y decirlo, como hicieron Companys y Macià en 1931 y 1934. Porque quien se declara independiente de otro entiende que es soberano para hacerlo y, en consecuencia, que la leyes ajenas carecen de cualquier sentido para sí mismo. Es él, a partir de ahora, el único capaz de legislar y obligarse mediante lo legislado; y ello, además, en el entendimiento de que su soberanía, en la cual basa su derecho a proclamarse independiente, era previa a esa afloración de la misma que constituye su manifestación. Por tanto, ningún poder tienen sobre él ninguna ley ni voluntad que no sea las suyas. La soberanía y la independencia son actos políticos, no jurídicos; fuente de juridicidad, no producto de ella. El proclamarse independiente es, en términos lingüísticos, un acto realizativo.

            Valgan las consideraciones anteriores para tratar de situar en su realidad el proceso a que se enfrenta Cataluña y al que nos enfrentamos el resto de los ciudadanos de España. Digamos, en primer lugar, que la voluntad de independencia y la sensación de su proximidad es en estos momentos un sentimiento generalizado en Cataluña, entre los nacionalistas, en primer lugar, pero también entre una mayoría de ciudadanos que no provienen históricamente de esa emocionalidad. Anotemos, asimismo, que la puesta en marcha de ese proceso se da como inevitable por muchos observadores. 
             Quizás merezca la pena señalar que ese proceso de emotividad popular ha tomado las dimensiones actuales de forma inopinada. Se ha ido gestando, preparando y motivando durante mucho tiempo, es cierto,    pero su eclosión generalizada y virulenta (como la de las flores del milagro de san Luis del Monte, que Feijoo estudió) se ha producido en horas. En este sentido, los manifestantes del día 11 se han puesto por delante de muchos políticos nacionalistas que pretendían ir administrando la situación o preparando el futuro poco a poco; de modo que ahora no pueden estos más que subirse al tigre y cabalgar sobre él sabiendo que ya no podrán bajarse ni refrenar sus ímpetus. Y, por otro lado, si quien sube al balcón tiene la mayoría parlamentaria suficiente y el apoyo popular, ¿qué cabria hacer desde la periclitada legalidad del estado?, ¿mandar los tanques?, ¿encarcelar a todos los dirigentes?, ¿suspender la autonomía y nombrar a dedo gestores de la administración?

                  Apuntan algunos que a los catalanes no les interesa en verdad la independencia, por importantísimos motivos que se podrían sustanciar en dos: en primer lugar que descendería notablemente su renta per cápita; en segundo lugar, que podría convertirse en un estado paria, fuera de la Unión Europea. Argumentar eso es desconocer que, pese a lo que se diga, la política es mas emoción que razón; y, en segundo lugar, que los políticos harán lo que les exijan sus ciudadanos, aunque conozcan o teman el desastre al que se podrían encaminar.
                  Es conveniente señalar también que al actual estado de cosas han concurrido no solo los nacionalistas, sino gente de tan poca sustancia como los militantes y dirigentes del PSOE de toda España y de Cataluña. A la cabeza de ellos, Zapatero, quien, entre otras lindezas, afirmaba que la última reforma estatutaria solventaría «el problema catalán» por veinticinco años. El resto de los dirigentes —con nuestro brillante Javier Fernández a la cabeza— en su pos, preparando el camino desde el verano de 2003 en Santillana, con aquel invento discriminador del «federalismo asimétrico» para Cataluña.
               Evidentemente la cuestión catalana, su propuesta independentista, va a ser fuente de problemas políticos de enorme gravedad, para ellos y para todos nosotros. Y también económicos. Porque es posible que la incertidumbre del conflicto dificulte nuestra financiación exterior y provoque retracción interior. Si pensamos, además, que a partir de las elecciones vascas probablemente se planteará el conflicto en términos semejantes, emulando los vascos a los catalanes y, a su vez, compitiendo el PNV y Bildu por capitalizar el proceso, el panorama se dibuja ciertamente borrascoso.

                  A mi modo de ver, no hay más que una forma de enfrentarse al problema y es dar un paso adelante mediante un acuerdo PP-PSOE que, modificando la constitución, reconozca el derecho de autodeterminación y establezca las condiciones para la celebración de referendos de independencia, señalando el quórum necesario para el éxito (un 70 %, por ejemplo, cifra que proponía Xavier Arzallus hace tiempo) y las fórmulas para la indemnización de aquellas personas que no quisieran adoptar la nacionalidad del nuevo estado y prefiriesen abandonarlo.
                  De esta forma, al eliminar el pretexto de que no existen cauces para la expresión del pueblo, se dificultaría el fait accompli de la independencia unilateral; se proporcionaría una válvula de escape a los políticos nacionalistas que, empujados a proclamar la independencia, dudasen de su conveniencia; y, mediante un acendramiento de los procedimientos democráticos, se trasladarían el problema y la resolución del mismo al propio territorio mismo donde se origina: los partidarios de la independencia deberían enfrentarse y clarificar dificultades y voluntades con todos los conciudadanos de su propio territorio, sin que ahora, frente al exterior, pudiesen oponer una voluntad universal nunca medida, comprobada ni sometida a un debate clarificador.

               

Cuerveríu

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El día 15/09/12. En Güerres, enriba La Villeda.


Como ye sabío, tanto al riscar como al trapecer los cuervos atópense y atrópense, al final del día supongo que pa pasar llista, al entamar pa daqué asina como pa dase instrucciones y repartise'l territoriu.

Equí pongo una semeya del cuerveríu, onde nun se cueyen más qu'una parte pequeña del báramu, d´unos doscientos. Pol so númeru, del que yo nun tengo consciencia naquella zona, recuérdame lo que decía la xente más vieya de Güerres fai tiempu: l'altísimu númberu d'ellos qu'hebia nel pasáu, que "llegaben anubrir el cielu", anque esto cabero nun puede ser otra cosa qu'una hipérbole.


La ría de Pontevedra al tapecer, dende Santo Tomé de Piñeiro (Ardán, Marín)

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El 12/07/12.

BASTA CON UN BALCÓN

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Escucho y leo con extrañeza a tertulianos y eruditos afirmar con rotundidad que la independencia de Cataluña es imposible porque las leyes y la Constitución no lo permiten o no lo harán posible. Y con enorme entusiasmo despliegan toda su sabiduría en explicar el largo proceso que, pasando por las cortes y por un referéndum entre todos los habitantes de España, sería necesario.

Pero para proclamar la independencia no se necesita más que un balcón donde asomarse y decirlo, como hicieron Companys y Macià en 1931 y 1934. Porque quien se declara independiente de otro entiende que es soberano para hacerlo y, en consecuencia, que la leyes ajenas carecen de cualquier sentido para sí mismo. Es él, a partir de ahora, el único capaz de legislar y obligarse mediante lo legislado; y ello, además, en el entendimiento de que su soberanía, en la cual basa su derecho a proclamarse independiente, era previa a esa afloración de la misma que constituye su manifestación. Por tanto, ningún poder tienen sobre él ninguna ley ni voluntad que no sea las suyas. La soberanía y la independencia son actos políticos, no jurídicos; fuente de juridicidad, no producto de ella. El proclamarse independiente es, en términos lingüísticos, un acto realizativo.

Quizás merezca la pena señalar que ese proceso de emotividad popular ha tomado las dimensiones actuales de forma inopinada. Se ha ido gestando, preparando y motivando durante mucho tiempo, es cierto, pero su eclosión generalizada y virulenta (como la de las flores del milagro de san Luis del Monte, que Feijoo estudió) se ha producido en horas. En este sentido, los manifestantes del día 11 se han puesto por delante de muchos políticos nacionalistas que pretendían ir administrando la situación o preparando el futuro poco a poco; de modo que ahora no pueden estos más que subirse al tigre y cabalgar sobre él sabiendo que ya no podrán bajarse ni refrenar sus ímpetus. Y, por otro lado, si quien sube al balcón tiene la mayoría parlamentaria suficiente y el apoyo popular, ¿qué cabria hacer desde la periclitada legalidad del estado?, ¿mandar los tanques?, ¿encarcelar a todos los dirigentes?, ¿suspender la autonomía y nombrar a dedo gestores de la administración?

Apuntan algunos que a los catalanes no les interesa en verdad la independencia, por importantísimos motivos que se podrían sustanciar en dos: en primer lugar que descendería notablemente su renta per cápita; en segundo lugar, que podría convertirse en un estado paria, fuera de la Unión Europea. Argumentar eso es desconocer que, pese a lo que se diga, la política es mas emoción que razón; y, en segundo lugar, que los políticos harán lo que les exijan sus ciudadanos, aunque conozcan o teman el desastre al que se podrían encaminar.

Es conveniente señalar también que al actual estado de cosas han concurrido no solo los nacionalistas, sino gente de tan poca sustancia como los militantes y dirigentes del PSOE de toda España y de Cataluña. A la cabeza de ellos, Zapatero, quien, entre otras lindezas, afirmaba que la última reforma estatutaria solventaría «el problema catalán» por veinticinco años. El resto de los dirigentes —con nuestro brillante Javier Fernández a la cabeza— en su pos, preparando el camino desde el verano de 2003 en Santillana, con aquel invento discriminador del «federalismo asimétrico» para Cataluña.

Evidentemente la cuestión catalana, su propuesta independentista, va a ser fuente de problemas políticos de enorme gravedad, para ellos y para todos nosotros. Y también económicos. Porque es posible que la incertidumbre del conflicto dificulte nuestra financiación exterior y provoque retracción interior. Si pensamos, además, que a partir de las elecciones vascas probablemente se planteará el conflicto en términos semejantes, emulando los vascos a los catalanes y, a su vez, compitiendo el PNV y Bildu por capitalizar el proceso, el panorama se dibuja ciertamente borrascoso.

A mi modo de ver, no hay más que una forma de enfrentarse al problema y es dar un paso adelante mediante un acuerdo PP-PSOE que, modificando la constitución, reconozca el derecho de autodeterminación y establezca las condiciones para la celebración de referendos de independencia, señalando el quórum necesario para el éxito (un 70 %, por ejemplo, cifra que proponía Xavier Arzallus hace tiempo) y las fórmulas para la indemnización de aquellas personas que no quisieran adoptar la nacionalidad del nuevo estado y prefiriesen abandonarlo.

De esta forma, al eliminar el pretexto de que no existen cauces para la expresión del pueblo, se dificultaría el fait accompli de la independencia unilateral; se proporcionaría una válvula de escape a los políticos nacionalistas que, empujados a proclamar la independencia, dudasen de su conveniencia; y, mediante un acendramiento de los procedimientos democráticos, se trasladarían el problema y la resolución del mismo al propio territorio mismo donde se origina: los partidarios de la independencia deberían enfrentarse y clarificar dificultades y voluntades con todos los conciudadanos de su propio territorio, sin que ahora, frente al exterior, pudiesen oponer una voluntad universal nunca medida, comprobada ni sometida a un debate clarificador.

Horros en Santo Tomé de Piñeiro (Ardán, Marín)

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El 12/07/12.

Astilbes

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En Morís, Güerres, el 29/06/12.

Espicha de Volver al Pedreru

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Cada añu, los socios de Volver al Pedreru celebramos una espicha pa fomentar l'espíritu de xeremandía (y la gota y el colesterol... y otres llaceries mui aponderaes polos mélicos).

L'asociación tien como finalidá la defensa de l'actividá tradicional de pesca nel pedreru de la xente que nun ye profesional, de los asturianos de toa mena y condición.

Gracies a Volver al Pedreru, los asturianos pudieren volver al pedreru a pescar pulpu (primero ún, dempués dos) y conseguimos abrir septiembre pa los pulpos (que ye un bon mes pa ello).


(Na semeya: Alberto Vizcaino, director xeneral de Pesca Marítima del Principáu; Xesús Cañedo, secretariu del PAS; Xuan Xosé Sánchez, presidente del PAS; Dimas García, presidente de la Federación de Cofradies de Pescadores d'Asturias; Aquilino Menéndez, presidente de l'Asociación Volver al Pedreru y José Manuel Valdés, secretariu l'Asociación Volver al Pedreru.)

Dende fai tiempu venimos reuniéndonos colos responsables detolos gobiernos pa conseguir aumentar el númeru o kilos de les especies pescables. En dalgunos casos conseguimos coses y n'otres, non. Nes feches prósimes vamos volver a intentalo col nuevu gobiernu.

Per otru llau, la nuestra presencia y mediación solventó coses importantes pa los pescadores de El Musel y tamién ayudó a solventar meyores pa los aficionaos de la caña.

En cualquier casu, seguimos lluchando pa conseguir facer sentir la voz del pueblu, de los pescadores deportivos de mar, y pa defender que podamos facer actividaes que lleven miles d'años faciendo los nuestros antepasaos.

Una información de la espicha d'ayer nel llagar de Sidra Gelo -que nos lu presta amablemente, como siempre- puede vese en http://quintes.blogspot.com.es, de Julián Caicoya Tuero, corresponsal de El Comerciu na zona, cuya ye la semeya qu'adxuntamos.

Aprovecho equí pa da-y a él les gracies, asina como a los propietarios del llocal (y perbona sidre) y a tola xente (especialmente a Aquilino) de Volver al Pedreru y Quintes que collaboró pa montar y desmontar, sina como pa llevar lo muuncho que sobró a la Cocina Económica.


Hortensies entamando a floriar

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Pero'l 29/06/12. Amiren pal color y la frescura.

Xerberes marielles

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En La Miñota, Morís, Güerres, el 29/06/12.


L'árticu pierde xelu qu'esmecha

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L'esmolgamientu pola perda de xelu del Árticu fízose entá mayor esti veranu. Dellos estudiosos piensen que'l dexelu definitivu podía llegar en mui pocos años.

Les repsercusiones nun seríen nada más meyuambientales, sinón económiques y polítiques (xeoestratéxiques). 

Pueden vese dalgunes reflesiones sobre ello nun artículu de Juan Carlos Martínez Lázaro en Cotizalia.com (Otra vez el Ártico) y el reportaxe d'ABC de J. de Jorge (Máximo histórico).

El deshielo del Ártico alcanza un alarmante máximo histórico
N'mariellu, la llende'l xelu fai 30 años

Cases tradicionales en La Isla

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Semeyes, el 29/06/12.

Más sobre'l debate y los problemes del euru y la economía

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Tienen más información del debate sobre l'euru que caltuvimos el llunes pasáu nel Ateneo Jovellanos l'empresariu Francisco Rodríguez y el qu'esto firma en Asturiasmundial.com 
Presentó y moderó'l debate Rafael Loredo.

Semeya d'Ignacio Sánchez en www.asturiasmundial.com

Horru na Isla

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El 29/06/12.

¿Salir del euru?

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Ayer, llunes, l'empresariu Francisco Rodríguez (Ilas, Reny Picot) y yo entamábamos el cursu del Atenéu Xovellanos de Xixón, que llevaba un doble títulu, "Esta Europa no nos gusta", apuntáu por él, y "¿Salir del euru?", suxeríu por mí.
Durante la mesa dimos un ampliu repasu a la situación de la economía española, l'empléu y el futuru de los mesmos (la cuestión de fondu de la conferencia y de la preocupación de dambos ponentes) y la incidencia de "la moneda única" nesa situación, a partir de la decisión errónea y adolescente de la creación del euru y del Bancu Central Européu nes condiciones que se crearen.
Pueden vese dalgunos de los puntos de vista espuestos nella na rueda de prensa que dimos previa a l'actu, que fue, esti, nun atenéu atarraquitáu, además de xente interesao, d'amigos y personalidaes de toa triba, en La Nueva España y El Comercio
El Ateneo Jovellanos empieza curso con la vista puesta en su futura sede
Semeya de Paloma Ucha, n'El Comercio

En primer término, por la izquierda, el presidente de FADE, Severino García Vigón; la exalcaldesa, Paz Fernández Felgueroso y el edil Justo Vilabrille, entre el público que asistió ayer al coloquio.
Públicu asistente. Semeya d'Ángel González en La Nueva España

Chumbera

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Na Isla, el 29/06/12. Floriada.


Entre el señoritismo y el autoritarismo

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ENTRE EL SEÑORITISMO Y EL AUTORITARISMO

                               A José Antonio Fidalgo

En 1908 Adeflor publicó un delicioso libro titulado «El Concejal». En realidad la materia del mismo no es únicamente la actividad concejil stricto sensu, sino la ocupación política en general, las reacciones de la gente ante ella y la interacción entre políticos y medios de comunicación. Todo ello, escrito con un punto de humor y con un atinado conocimiento del hombre y de la sociedad, perfectamente aplicable a nuestros días. Pues bien, en el capítulo titulado «El proletariado y la concejalía», Alfredo García, tal su nombre de pila, estima que se debe retribuir al concejal proletario, y ello por dos razones: la primera porque, si no, solo los ricos podrían dedicarse a la política; la segunda, porque, aunque, pese a no cobrar, los proletarios accediesen a cargos de representación, su tarea no tendría valor alguno, pues no podrían preparar y examinar las cuestiones que se debatiesen.
  
En realidad Adeflor no hace otra cosa que aplicar la máxima que san Mateo (10:9-10) testifica al respecto de la necesidad de que quienes se entregan al servicio de los demás sean retribuidos por su trabajo, máxima que, posteriormente recogerá san Pablo en la epístola primera a Timoteo. Que doña Cospedal y doña Aguirre, al proponer ahora que los parlamentarios autonómicos no cobren salario, no hayan tenido en cuenta las palabras del xixonés Alfredo García es comprensible, pero que desconozcan los argumentos del Nuevo Testamento resulta un tanto escandaloso. Y es que esa propuesta de las populares damas populares entraña, inevitablemente, que solo quienes tengan dinero puedan dedicarse a la política o que, si acaso alguien sin bienes de fortuna lo hiciere, pase por las instituciones sin enterarse de lo que en ellas se cuece. Señoritismo puro el de esas dos damas, sí, pero también una fuerte pulsión antidemocrática, cercana al autoritarismo.
Porque no únicamente es esa evidente veta de segregación según la riqueza lo que está presente en la propuesta. También lo está la idea de que los parlamentos no valen para nada —efectivamente, si no hacen falta los parlamentarios o basta con que dediquen a la tarea de control un mínimo de tiempo, ¿por qué no suprimirlos?— y que sobraría con los gobiernos para ejercer la administración de las cosas (y de los presupuestos). Idea, por cierto, muy cercana a la de Primo de Rivera, quien estimaba que, en realidad, con los secretarios de ayuntamiento sobraba para llevar estos, lo que sería la implicación última de la vehemente propuesta cospedaliana: fuera los políticos, ya me disfrazaré yo de administrador.
Pero lo más grave de esa propuesta es que viene a echar gasolina en un ambiente emocional y discursivo que ya he comparado más veces con el ambiente que precedió a las mareas antiparlamentarias y antipartidos con cuyo viento a favor navegaron los regímenes autoritarios y dictatoriales a partir de los años veinte del pasado siglo. Si ustedes se toman la molestia de comparar discursos y argumentos verán que son muy semejantes: el egoísmo y corrupción universal de los políticos, la inutilidad de los parlamentos, lo superfluo de la política, la incapacidad de los gobiernos para solventar el paro y los problemas económicos y, especialmente, el deseo de un «arreglador» milagroso, de alguien que corte por lo sano y pegue un puñetazo en la mesa (¿les suena a algo esto en lo inmediato?). Pero la ausencia de la política —con sus cargas, sus errores, sus defectos, sus demasías— no lleva al mundo de la perfección, sino, inevitablemente, al del dominio de unos pocos sobre todos.
Que nadie se llame a engaño. Esas actitudes, esas voluntades antipolíticas y proautoritarias no son exclusivas de la derecha. Las encontrarán ustedes en todos los sectores sociales, en todas las profesiones, en todas las edades, quizás con tanta frecuencia o más aún en aquellos grupos que convencionalmente vinieron considerándose como más próximos al proletariado o adictos a él; en esa gran masa de ciudadanos irritados, malhumorados, maldecidores que pueblan hoy nuestras ciudades.
Pero no es únicamente el discurso transparentemente antipolítico el que crea ese clima y entraña esos riesgos que estamos señalando. Hay otro más sutil, más ladino, que conduce por la misma vía hacia la misma estación: es aquel que, disfrazado de defensa de los ciudadanos, de política «buena» y «de los buenos», niega la evidencia, hace ver como factible lo que no lo es, y propone soluciones que nunca nadie podrá poner en marcha. Es posible que, en algunos casos, estos discursos partan de esa visión del mundo entre alucinatoria y adolescente que es tan propia de tantos políticos y habitual en algunos partidos. En otros —en la mayoría, me temo—, responde a que los emiten gentes que manipulan al pueblo con el pretexto de sus intereses para conseguir, sin embargo, los de ellos. Demagogos, esas personas de las que Henry Louis Mencken decía: «Un demagogo es aquel que publica doctrinas que sabe falsas a hombres que sabe que son idiotas».