(Trescribo, como davezu, los primeros párrafos.)
Líbranos, Señor, de legisladores y administraciones
Los problemas reales que, con el pretexto de modernizar y agilizar los servicios al ciudadano, le complican la vida extraordinariamente
31.03.2016 | 04:34
Xuan Xosé Sánchez Vicente El 15 de marzo publicaba LA NUEVA ESPAÑA una epístola de un vecino de Naraval, don Pablo García Pérez. Se quejaba de que, teniendo que renovar su tarjeta de transporte, los trámites se le hacían prácticamente imposibles: necesitaba un certificado digital, para el que debía obtener por internet una clave. Una vez esta en su mano, podía descargar el certificado en su ordenador. Ahora bien, como no dispone de una conexión suficiente ha de desplazarse 30 kilómetros a un telecentro para efectuar esta última operación; pero como la clave va ligada al ordenador de su casa y a su navegador no puede. En resumen: tiempo, enfados, gastos, dificultades?
Don Pablo no hace más que señalar alguno de los problemas reales que, con el pretexto de la modernización de la Administración y la mejora de los servicios al ciudadano, le complican la vida a éste extraordinariamente. [................................................................................................]
No es un caso aislado. Acuda usted, por ejemplo, a una comisaría de barrio para renovar su carné. Allí le dicen que ha de pedir cita. Pero esa gestión no se la pueden realizar allí mismo. Ha de volver a su casa y, desde ahí, pedir la vez por teléfono o internet a una oficina centralizadora. Lo mismo ocurre para las citas en otros organismos estatales. [..............................................................]
He aquí otro inconveniente de envergadura: la facturación electrónica a las administraciones. Se pregonó la idea como una fórmula para agilizar la gestión de los acreedores (al mismo tiempo, evidentemente, que se pretende con ella un mayor control hacendístico). Pues bien, en la práctica se ha convertido en un batiburrillo: cada Administración puede tener su propio protocolo de acceso y gestión, o requerir un navegador determinado con exclusión de otros, de modo que hay que ensayar a ver si se acierta con dicho protocolo o si, vía telefónica, se da con alguien que conozca las claves y que, de conocerlas, esté disponible. No acaba ahí la cosa después de ese viario que es en ocasiones viacrucis: acaso, por ejemplo, tu java se ha actualizado durante la noche y lo que era posible ayer ya no lo es hoy.
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Xuan Xosé Sánchez Vicente El 15 de marzo publicaba LA NUEVA ESPAÑA una epístola de un vecino de Naraval, don Pablo García Pérez. Se quejaba de que, teniendo que renovar su tarjeta de transporte, los trámites se le hacían prácticamente imposibles: necesitaba un certificado digital, para el que debía obtener por internet una clave. Una vez esta en su mano, podía descargar el certificado en su ordenador. Ahora bien, como no dispone de una conexión suficiente ha de desplazarse 30 kilómetros a un telecentro para efectuar esta última operación; pero como la clave va ligada al ordenador de su casa y a su navegador no puede. En resumen: tiempo, enfados, gastos, dificultades?
Don Pablo no hace más que señalar alguno de los problemas reales que, con el pretexto de la modernización de la Administración y la mejora de los servicios al ciudadano, le complican la vida a éste extraordinariamente. [................................................................................................]
No es un caso aislado. Acuda usted, por ejemplo, a una comisaría de barrio para renovar su carné. Allí le dicen que ha de pedir cita. Pero esa gestión no se la pueden realizar allí mismo. Ha de volver a su casa y, desde ahí, pedir la vez por teléfono o internet a una oficina centralizadora. Lo mismo ocurre para las citas en otros organismos estatales. [..............................................................]
He aquí otro inconveniente de envergadura: la facturación electrónica a las administraciones. Se pregonó la idea como una fórmula para agilizar la gestión de los acreedores (al mismo tiempo, evidentemente, que se pretende con ella un mayor control hacendístico). Pues bien, en la práctica se ha convertido en un batiburrillo: cada Administración puede tener su propio protocolo de acceso y gestión, o requerir un navegador determinado con exclusión de otros, de modo que hay que ensayar a ver si se acierta con dicho protocolo o si, vía telefónica, se da con alguien que conozca las claves y que, de conocerlas, esté disponible. No acaba ahí la cosa después de ese viario que es en ocasiones viacrucis: acaso, por ejemplo, tu java se ha actualizado durante la noche y lo que era posible ayer ya no lo es hoy.
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