Xuan Xosé Sánchez Vicente: asturianista, profesor, político, escritor, poeta y ensayista. Articulista en la prensa asturiana, y tertuliano en los coloquios más democráticos. Biógrafo no autorizado de Abrilgüeyu
Por encima de las leyes
(Ayer, en La Nueva España)
L’APRECEDERU
POR ENCIMA DE LAS LEYES
Con admiración de oírte…
Julio, 5, LA NUEVA ESPAÑA. El barcelonés Antoni Poveda, Presidente de la Red de Ciudades por la bicicleta que viene a Xixón a presentar el Plan de Movilidad Sostenible de la ciudad, habla sobre la reapertura al tráfico de coches en el muro (sobre el cadáver del Cascayu) y pontifica: "Cuesta entender que un juez baje a delimitar a qué se dedica un carril en el Muro". Y remacha: "No puede ser que toda la sociedad esté preocupada por el cambio climático y un magistrado no lo tenga en cuenta al dictar sentencia".
Y uno queda ya no como Rosaura ante Segismundo en La vida es sueño, sino como Teodoro Cuesta ante Diego Terrero, “pensatible, plasmáu y silenciosu, como’l pitu a la vista del raposu”. Porque lo que uno no puede entender es cómo se pide a un juez que prevarique, esto es, que no sentencie en contra de la actuación del Ayuntamiento al saltarse éste la legalidad de sus normas urbanísticas con la supresión de una vía de circulación para sustituirla por un tramo peatonal-ciclista de escaso éxito y la cursilada del “chill out”
Tampoco entiende por qué el bicicletólatro no se pregunta por el origen del problema: ¿Cómo puede un ayuntamiento saltarse su propia legalidad?
Pero lo que uno no puede evitar es un ataque de risa por el fondo del argumento: la contaminación y el cambio climático. ¿Así que el cascayu contribuía a limitar el cambio climático? Como si, para empezar, los coches no circulasen igual, pero por otra vía, y contaminando más por los aprietos de circulación. Como si España no representase únicamente el 0,8 % de las emisiones mundiales de efecto invernadero y Europa solo el 12%.
Cuando las ideas se convierten en una religión acaban mudando en un totalitarismo que es capaz de sentirse por encima de las leyes en nombre de su bandera.
Silencios y falacias argumentales
(Ayer, en La Nueva España)
SILENCIOS Y FALACIAS ARGUMENTALES
Con motivo del reciente debate sobre el estado de la nación, Unidas Podemos presentó una propuesta para impulsar la cooficialidad del asturiano y normalizar la situación laboral de los cientos de profesores de asturiano. La propuesta no salió adelante, con el voto contrario, entre otros, del PSOE, que es el mismo partido que dice aquí defender esas dos cuestiones.
No ha sido para mí ninguna sorpresa ese “blanco hablar con doble lengua”, no. Lo que me ha sorprendido ha sido la reacción en las redes y en los medios: ninguna. Es decir, todos aquellos que han sido ninguneados por el PSOE, todos aquellos a quienes se ha dejado patente que una cosa es prometer aquí cuando no se puede cumplir y otra comprometer cuando sí se puede han callado como afogaos. También todos aquellos docentes que llevan años en el ejercicio de la asignatura: nada. Bueno, es posible que alguien haya dicho algo (no el Gobiernu, cuya postura ha sido la del “no comment”), pero yo, al menos, no lo he visto. Ni siquiera he leído un pío de los habituales twitteros gubernamentales a favor de la cooficialidad. Y tengo por seguro que si hubiese habido una negativa por parte de un Gobierno del PP habría ardido el monte.
Entiendo el silencio por parte del Ejecutivo asturiano y sus palafreneros (si teclean en un buscador “Podemos busca el respaldo del Congreso a la…”, verán que la noticia se hallaba en las informaciones del cuarto televisivo dependiente del Gobierno -¿se puede hablar del “medio” en este caso?-, pero ha sido borrada), pero no el de enfotaos y docentes, salvo que las vacaciones y el no disponer de los periódicos y los ordenadores de los claustros lo explique todo.
Por otra parte, y respecto al asturiano, me llama la atención que destacados emigrados y triunfantes asturianos de los que con frecuencia aparecen entrevistas en este periódico, y cuyo amor a Asturies en muchos sentidos es indubitable, tanto como su inteligencia, esos ciudadanos, digo, después de dar consejos y emitir acertados juicios sobre nuestra inanidad, sobre la emigración de los más preparados, sobre nuestra incapacidad para sostener la población, caigan en esta falacia: “no pierdan el tiempo en políticas identitarias, introducirían barreras a la meritocracia y a la llegada de gente de fuera. Tenemos que aspirar a ser una sociedad abierta y acogedora". No es uno, son varios, créanme, y lo hacen, además, desde la proclamación de un cierto amor por la lengua.
Pensemos al revés ahora. La inexistencia de cooficialidad, la ausencia prácticamente total del asturiano en los medios y en la enseñanza, el menosprecio social en que se lo tuvo y que aún subsiste en forma menos burda… ¿todo eso ha hecho algún favor a nuestra demografía? ¿No emigran los más preparados? ¿No son bajos aquí los salarios? ¿No es exigua la creación de empleo? De forma explícita: nuestra decadencia, nuestra progresiva inanidad nada tienen que ver con la lengua. Entonces, ¿por qué pensar que otro trato a la misma significaría “el” inconveniente?
Vayamos más allá. ¿No emigran nuestros jóvenes –no solo los de títulos superiores, también los de títulos medios- a países donde tienen que hablar otras lenguas, el conocimiento regular o muy escaso de las cuales no es, sin embargo, un obstáculo para ellos. Y no sólo al extranjero. Conozco casos de enfermeras –alumnas mías en su día- que han ido a trabajar a Euskadi, donde tienen la obligación de aprender el euskera en un cierto plazo. ¿Los detienen esos “obstáculos”, como se argumenta que aquí lo haría el asturiano? No, lo que los detiene son las condiciones laborales de aquí, los salarios bajos, los escasos puestos de trabajo, los empleos con escasos incentivos para la investigación, la falta de estabilidad laboral, etc.
Solucionemos, pues, si somos capaces y podemos, lo que tenemos que solucionar y no carguemos las culpas o hipotéticos obstáculos a un cuerpo inválido y desvalido cuya fuerza es bien poca y que, además, no se sabe muy bien en qué podría perjudicar para que otros aires soplasen en nuestra tierra.
Tal vez, y en pequeña medida, al revés.
Un verano en Beberino
Acabo de terminar Un verano en Beberino, un llibru de Luis Roda García, editáu por EOLAS ediciones. Estupendu. Bien escritu, en primer llugar, esto ye, precisu na espresión, claru no que se tresmite, ricu nel vocabulariu, de sintasis ordenada, con ritmu.
¿Ye una novela? Non, nun ye una novela. El so conteníu fundamental son les memories de "los veranos" en Beberino, en Pola de Gordón, dende los años 50 a los 70, fundamentalmente, esto ye, cuando munchos asturianos pasaben aquellos llargos veranos de dos o tres meses en Castiella "pa secar". El filu qu'une tola materia evocativa-descriptiva ye una tenue presencia del narrador y la so evolución, de neñu a adolescente, a lo llargo d'aquellos
años. Neses memories apaecen personaxes, vehículos, vezos y costumes, paisaxes, naturaleza, na midida que'l narrador taba presente nelles y les recuerda o reflexona sobre elles.
Una cierta emoción, una cierta señardá, acompaña munches vegaes a esos pasaxes, personaxes o conductes, que a la vegada, vienen marcaos pol pasu del tiempu personal y colectivu, el d'una Beberino que, de ser un verbeneru nos veranos, va camudando nun pueblu de onde van esapaeciendo los veraneantes na midida que'l Mediterraniu entama ser un destín más atractivu y " yá posible". Toa esa materia y señardá van tener inevitablemente más atractivu pa los llectores de cierta edá, aquellos que vivieron o tuvieron cerca aquellos años, digamos, de tiempu llentu, vida na cai y sociabilidá xeneral no prósimo, anque inxamás pisaren el León o la Castiella "de secar".
Pero nun ye solo esi l'encantu del llibru, son prestoses les aportaciones culturales, los símiles o reflexones que tienen el sofitu na lliteratura clásica, na música de la época, na cultura lliteraria de la Ilesia.Y non cosa roína ye'l procedimientu discursivu-memorísticu de dir entevenando, a cada triquitraque, pequeñes desviaciones de la materia que se ta tratando, enxertos provocaos por esa materia, caleyos secundarios que se recuerren pa volver al camín principal dempués.
A mi prestóme, y téngolu, por interesante y de magnífica escritura.
Palabras bandera, palabras mentira
(Ayer, en La Nueva España)
PALABRAS BANDERA, PALABRAS MENTIRA
Habrán ustedes caído en la cuenta en que, desde hace aproximadamente un par de meses, el señor Sánchez reitera un nuevo sintagma, “la clase media trabajadora”. Nadie sabe lo que significa, pero es fácil intuir por qué y para qué lo usa.
Aclarémonos, no es “la clase media y trabajadora”, como tratan de precisar algunos de quienes transportan su palanquín, sino “la clase media trabajadora”. ¿Es una nueva clase social? ¿Es únicamente la clase media que, además, se afana y no vaguea? ¿Es…? Sabemos, sin embargo, a qué responde la yunción: a una constatación y a una evitación. Don Pedro y sus adláteres constataron que sus propuestas y sus discursos a la “clase trabajadora” dejaban fuera a una gran parte de la población española, que ya no es propiamente “obrera” y que sufre los agobios de la crisis y las limitaciones de los sueldos. De ahí que a la gamella izquierda del yugo haya uncido la derecha de “clase media”. Pero “clase media” por separado constituiría una especie de traición o negación del carácter izquierdista-progresista del PSOE, de ahí que se haya optado por ese nuevo constructo, híbrido sin significante racional pero que pretende tener uno emocional inclusivo, de “clase media trabajadora”.
Un conocido se confundió el otro día al hablar del “debate sobre el estado de la nación” y dijo del “debate electoral”, con uno de esos lapsus que representan un auténtico hallazgo. Pues bien, permítanme señalarles un par de elementos de él que constituyen palabras bandera. El primero es el más obvio: todas las medidas que se han tomado bajo la etiqueta de “medidas contra la inflación” son, en realidad, medidas para aumentar la inflación, todas, impuestos y subvenciones. Otra cosa es que las haya para paliar los efectos de la inflación en determinados grupos.
El segundo es un término utilizado al enunciar y justificar una de las medidas recibidas con alharacas como progresistas por la bancada de la izquierda, la del impuesto a la banca. Recordaba el Presidente que la banca, en el momento álgido de la crisis, había sido “rescatada” con 60.000 millones. Pues bien, no es cierto, en primer lugar porque fueron fundamentalmente las cajas (dirigidas por políticos y sindicalistas) las beneficiarias del rescate, en segundo lugar, porque no fueron los banqueros los salvados de la ruina, sino los depositarios de cuentas, es decir, muchos de nosotros. ¡Ay, amigo, pero la palabra “banca” evoca a los próceres de puro y chistera de Chumy Chúmez! ¿Ven ustedes a dónde apuntaban aquellos “poderes ocultos con intereses oscuros” que fumaban puros en sus despachos de las semanas anteriores? “El que quiera ser dictador haría bien en aprender semántica”, decía Hjelmslev. Bueno, sin llegar a tanto, digamos que “el que quiera triunfar en política y llevar con el capote de su retórica a las masas adonde le interese…”.
(Y permítanme, no puedo evitarlo: es graciosa la contradicción entre aquel infantil reto directo a Putin (“Putin, no vas a ganar”), la presunción de combatir al ruso y la realidad de importar un 3,2% más de gas del país del dictador este semestre).
Y ahora, “palabras mentira”, destinadas a desmentir la realidad, a reafirmar en su fe a sus fieles, a convencer a despistados, a engañar a quien se pueda o se deje. Entrevista con Teresa Ribera en LA NUEVA ESPAÑA, el domingo 10. Únicamente dos frases: "Sería una enorme injusticia histórica que Asturias pierda con la transición energética". ¡Ella, que con su empixe ideológico aceleró el desmantelamiento del sector energético del carbón, con una alta destrucción de empleo y sin alternativa alguna! Y no es que lo diga quien esto firma o la indócil oposición, es que lo dicen, algunos en voz alta, algunos con sordina, expresidentes del Principado, socialistas de todo cuño, sindicalistas habituales apoyos del Gobierno!
Y dos: “Nunca le diría a un ganadero que el lobo importa más que sus ovejas”. ¡ELLA! Ahora que igual es cierto. ¡Puede que no se lo diga, pero que lo haga...!
Los insultos no existen
(Ayer, en La Nueva España)
L’APRECEDERU
LOS INSULTOS NO EXISTEN
Tertulia radiofónica. Un participante habla de un ciudadano a quien menosprecia en su actividad profesional y lo llama “hijo de puta”. El aludido se querella y en su sentencia una magistrada de un juzgado ovetense desestima la demanda y afirma que esa expresión y otras “...son expresiones carentes hoy en día, por su reiterado uso cotidiano en nuestra sociedad, del matiz que se pretende conferir, como insulto o vejación, expresiones por tanto que han de encuadrarse […] en el ámbito del derecho a la crítica y libertad de expresión que reconoce nuestra Carta Magna”.
La RAE define insultar como “ofender a alguien provocándolo e irritándolo con palabras o acciones”. De modo que, según la RAE, tanto por la intención como por el efecto, sí que el ofensor ha proferido un insulto.
Lo que parece decir la magistrada es otra cosa, que “hijo de puta” es una expresión gastada y vacía que no significa literalmente que la madre del aludido se dedique a cobrar por prácticas sexuales. Es cierto. “Hijo de puta” significa, más bien, en el uso diario, un término equivalente a los de “cabrón” o “mala persona”, desgastado pues, de su significado literal. ¿Carece, por ello de la intención de ofender? ¿No debe darse por ofendido aquel a quien se dirige?
Tal vez para que la magistrada lo considerase un insulto debería usarse una expresión fuera del uso cotidiano, por ejemplo, “vástago de una daifa de módico estipendio” (la mitad de la frase es de Pérez de Ayala). Es curioso, por cierto, que la opinión de la jueza no sea única: pueden ustedes buscar en internet el siguiente texto: “Hijo de puta no es un insulto”: el bochorno… ”.
Puesto que el insulto es habitualmente una expresión troquelada y manida para ser emitida sin muncho pensar y percibida con claridad, lo que viene a desprenderse de la sentencia es que los insultos no existen.
Desmemoria y memoria
(Ayer, en La Nueva España)
L’APRECEDERU
DESMEMORIA Y MEMORIA
En mi barrio acaba de reabrirse una sidrería, esta vez su nombre es La Cábila. En el entorno hay también una asociación del mismo nombre, esta vez con “K”. No muy lejos se halla otro establecimiento denominado La Santina.
Quienes tenemos cierta edad, sabemos que ambos vocablos estaban ligados a dos agrupaciones de chabolas y marginalidad. Ignoro las concretas razones para elegir hoy esos nombres, pero las imagino. Ambos términos se han convertido en un puro “flatus vocis”, en un sonido que, desprovisto de las imágenes de su designación real, evoca de forma vaga algo antiguo y ligado a esta zona de la población; prestigiado el vocablo, por ende, en razón de esas resonancias vacías de designación.
En el barrio ha ocurrido, como he señalado en otra ocasión, lo mismo con otra denominación más famosa: la de la plaza y centro de “Los Fresnos”. Los hermanos Fresno fueron unos falangistas asesinados durante la guerra civil. En su memoria, los vencedores denominaron “Los Fresno” a una calle, la actual de La Argandona, y un campo de fútbol. Como en los casos anteriores, los fonemas han perdido toda relación con su designación anterior, se han convertido en “Los Fresnos”, un nombre que evoca naturaleza y campo.
Frente a esa desmemoria de la memoria, existen otras memorias vivas. Tengo ante mí el reportaje que LA NUEVA ESPAÑA dedica a La Sacramental de Cue y las maravillosas alfombras florales que realizan, año tras año, sus bandos, empeño en el que, siguiendo una memoria de muchos años, insisten sus vecinos como los de otras muchas partes de Asturies y España.
Esa memoria contrasta con otras que parecen agotarse. Se habrán fijado en cuántas fiestas dejan de celebrarse por no haber ciudadanos que tomen el relevo, o en cuántos organizadores anuncian su retirada y se lamentan de que no existe renovación generacional para seguir esa memoria secular.
Memoria y desmemorias diversas.
Irresponsables responsables
(Ayer, en La Nueva España)
IRRESPONSABLES RESPONSABLES
Primero gestionaron ellos, bueno, principalmente ÉL, la pandemia. ¿Se acuerdan de sus peroratas?, ¿de su “hemos vencido al virus y controlado la pandemia”? Después traspasaron la gestión y la confusión a las autonomías y los TSJ, ahora nos la han trasladado a cada uno de nosotros: arréglese usted, responsabilícese usted.
Lo han hecho, al menos, por dos razones: la universal, por los votos: así, ellos no son responsables de nada; la otra, más comprensible, por razones económicas, para que menos empresas estuviesen paralizadas o medio paralizadas y para que gasto y consumo fuesen mayores.
Lo malo es que, mediante los discursos, la ausencia de normativas y la eliminación práctica de todas las restricciones legales, han insertado en la sociedad la impresión de que no pasa nada, de que el virus no existe o que es prácticamente inocuo, y, de este modo, las únicas medidas recomendables, la mascarilla y la distancia social, apenas se respetan, entre otras cosas porque mucha gente piensa que no son necesarias, como consecuencia de ese proceder del Gobierno.
Es más, frente a lo que ocurre en otros países, el Gobierno hace todo lo posible por ocultar el estado de la enfermedad: se informa únicamente sobre los contagios (confirmados) entre mayores de sesenta años; se proporciona noticia de ellos solamente dos veces a la semana, y con sordina; no se dan bajas laborales a los enfermos que no presenten una sintomatología grave; los centros sanitarios son remisos a practicar PCRs y no tienen en cuenta los test de antígenos…
Todo ello supone que existe un alto número de infectados (la mayoría, es cierto, asintomáticos o con síntomas leves), que siguen haciendo vida laboral y social contagiando a otros y, entre ellos, a sus contactos con más riesgo, las personas mayores o vulnerables.
Pese a toda esa ocultación y disimulo, las cifras del virus entre los computables, los mayores de sesenta, no paran de subir y el número de hospitalizados, graves o no, también.
En los últimos días los responsables sanitarios de las comunidades, al igual que la ministra Darias, no dejan de susurrar (sí, susurrar, sotto voce, al escuchu) que la gente vuelva a tomar precauciones, use la mascarilla, guarde la distancia social, etc., pero sin legislar ni proclamarlo con tanta intensidad que haga variar la opinión general de que no hay peligro y no pasa nada, aunque sí pase.
Lo que aquí hemos dicho ya alguna vez, y han repetido médicos y epidemiólogos en los últimos tiempos en vista de la progresión del virus, lo acaba de gritar la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia: ha acusado al Gobierno de “populismo sanitario” por ocultar los datos y no querer tomar medidas de nuevo: «Las personas querían volver a la normalidad, existía una fatiga pandémica que hace que ahora las autoridades no se atrevan a poner medidas de nuevo».
Tal vez se podría llevar a los tribunales a los irresponsables responsables de este desastre. Pero no al Gobierno, sino a ellos, nominatim. Porque no se trata de que los presupuestos, es decir todos, o sea, usted y yo, paguen, en su caso, el desaguisado, sino de que lo hagan las concretas personas impulsoras de esa felonía política que provoca la extensión descontrolada de la enfermedad.
Doña Mónica, don Pedro y la sombra de La Mancha
(Ayer, en La Nueva España)
DOÑA MÓNICA, DON PEDRO Y LA SOMBRA DE LA MANCHA
El episodio de doña Mónica Oltra ha sido de lo más chusco. Yo me he reído mucho. Y si ustedes no están muy llenos de prejuicios también lo habrán hecho, especialmente si fragmentan la historia de los últimos días en secuencias.
En la primera, doña Mónica se niega a dimitir tras haber sido imputada –investigada y acusada por sus adversarios y en las redes y rumores llevaba tiempo- por un tribunal. ¿Y dónde está la gracia del asunto? En que ella, y todos los de su cuerda, los de la justicia “a la mora” (vuelvan ustedes al episodio de Gaiferos y Melisendra en el Quijote), reclamaban de sus adversarios la inmediata dimisión, ya no cuando fuesen imputados (ahora, “investigados”) sino, simplemente, cuando anduviesen en diligencias previas por la justicia o cuando fuesen señalados por el dedo acusador de la opinión. Pues bien, contrariamente a toda su trayectoria savonaroliana anterior, la propia y la de sus conmilitones, se niega a hacerlo ella. “¿Investigacionitas a mí?”. Y podría haber dicho aquello que Cide Hamete escribió al cerrar la aventura de Alonso Quijano: “¡Tate, tate, folloncicos! De ninguno sea tocada”.
La segunda escena es un baile. Doña Mónica y otros conmilitones bailan desaforadamente en la fiesta de Compromís, enviando un corte de mangas a la situación de doña Mónica, a sus prédicas anteriores y al Presidente de la Generalitat, don Ximo Puig. Tres días después, tras unas declaraciones elípticamente censorias de don Ximo (“Yo no estoy para fiestas”), le envía a través de una rueda de prensa al Presidente un corte de mangas y su dimisión.
Ahora bien, lo notable, lo insólito, lo ablucante, lo delirante de su rueda de prensa no es eso, sino sus declaraciones. Su enjuiciamiento es para ella una conspiración de la derecha económica, mediática y judicial. “Esta historia pasará a la historia de la infamia política, jurídica y mediática de este país”. “Me cuesta esta decisión porque ganan los malos”. “Estamos dando el mensaje de que cualquier político que no apoye a los poderosos, se lo van a cargar con denuncias falsas, con guerra sucia en los tribunales, con mentiras”. ¿Pero solo a ella? ¿No hay piezas más importantes en el tablero? ¿El propio Ximo Puig, por ejemplo? ¿Y se ponen de acuerdo jueces y fiscales para perseguirla? ¿Es simple demagogia política o demencia fabuladora? Eso sí, con la sonrisa, nos convoca la memoria de la Pantoja: “Dientes, dientes –decía esta-, que eso es lo que les jode”. “Me voy con la cara bien alta, pero con los dientes apretados”, asevera doña Mónica. Deberían usarlas como reclamo los odontólogos.
Pero supongamos que sea inocente o que salga indemne, que bien puede serlo. ¿No ha sido ella, junto con los suyos, la trompeta apocalíptica de la obligación de renunciar, más allá de la culpabilidad o la inocencia de la persona? ¿Tan importante se cree para suponer una confabulación universal solo por ser de izquierdas y ejerciente de Savonarola?
¿Y a qué viene aquí don Pedro? Pues a que, como hombre astuto que es y venteador eficaz de los aires del tiempo, se ha enganchado al discurso de doña Mónica de la conspiración. Así anunció el último paquete de medidas económicas: "Sabemos que la inflación está alta, pero este Gobierno sabe muy bien para quién gobierna. Sabemos muy bien que hay otros sectores que quieren mantener un 'statu quo' y unos privilegios. Pero eso este Gobierno no lo va a hacer, sabemos para quién gobernamos".
Ya ven, los dos luchando contra gigantes y vestiglos. Y ambos podría usar las palabras del manchego para proclamar su heroísmo, lo desaforado de sus enemigos y su servicio al bien y a los atropellados por la injusticia: “Yo he satisfecho agravios, enderezado tuertos, castigado insolencias, vencido gigantes y atropellado vestiglos... Mis intenciones siempre las enderezo a buenos fines”.
¡Cuánto rinde la retórica de David contra Goliat! Aunque, cada semana, el cercado ocupe una nueva institución (CNI, CSIC, INDRA, INE…) o se prepare para ello (Constitucional), a fin de asentar allí, si no sus reales, sus fieles y sus poderes.
La baja natalidad y el asturiano provocan humoradas
(Ayer, en La Nueva España)
LA BAJA NATALIDAD Y EL ASTURIANO EXCITAN HUMORADAS
La baja productividad reproductiva de los asturianos suscita preocupación y problemas. Así, diariamente aparecen quejas porque se cierran aulas en las escuelas infantiles. Ello provoca manifestaciones de padres y de docentes, que exigen mantener los puestos de trabajo. La preocupación se entiende, ¿pero el sentido de pedir mantener puestos en aulas vacías o reducir aún más el número de alumnos por aula? Lo justificable desde el punto de vista individual no lo es desde el del interés colectivo.
A veces, esa pulsión sindicalista excita auténticas humoradas. Así, los directores de los colegios piden “fomentar decididamente la natalidad”. No muy desemejantemente a lo que relama Vox, que, al tiempo, achaca la baja natalidad “al fomento del feminismo radical”.
El problema que suscitan esas demandas es el cómo. ¿Prohibiendo la venta de anticonceptivos? ¿Saboteándolos? ¿Repartiendo píldoras y vídeos que exciten la lujuria? ¿Tal vez, provocando un gran apagón, como el de Nueva York en 1965, que excitó un espectacular aumento de la natalidad nueve meses después? Que digan.
La baja natalidad, una tendencia general en Occidente, se debe más a una cuestión de mentalidades que a razones económicas. Aquí, en Asturies, la tendencia es mayor porque somos como somos, muy “peculiarinos”.
Que lo somos en muchos ámbitos. En la comunicación, por ejemplo. Antonio Trevín nos cuenta una humorada en la que son actores el arzobispo Gabino y su ecónomo. Se pierden en su ruta para reinaugurar en Llanes una Iglesia. Topan a un lugareño. Le dicen a dónde van, “Los Callejos”. El lugareño duda, hasta que, al fin, cae en la cuenta de la falsificación, “¡Ah, los Caleyos!”.
Esa invención/traducción de los clérigos no se debió a la facultad del don de lenguas del Pentecostés: es, simplemente, un mecanismo social ínsito en el cerebro de muchos asturianos por el cual evitan y “reconducen” (falsifican) automáticamente lo “nefando”, lo asturiano, el asturiano.
Así somos. No nos queremos nada.
El Muro de Adriano y el desempleo
(Ayer, en La Nueva España)
L’APRECEDERU
EL MURO DE ADRIANO Y EL DESEMPLEO
Hace 1.900 años Roma construyó en Inglaterra el llamado Muro de Adriano. En su guardia y construcción participaron asturianos, algunos de ellos, xixoneses de La Campa Torres.
En conmemoración de esa circunstancia, el museo de La Campa ha organizado una exposición de objetos hallados en torno a aquella edificación.
(En mi última novela, En el muro de tu corazón, uno de sus protagonistas, Nicer, es precisamente un camputorrés constructor del Muro).
El ficticio Nicer, al igual que los astures que realmente participaron en la erección de la fortificación o su defensa, emigró porque su tierra era pobre y no era capaz de proporcionarle sustento o satisfacer sus expectativas vitales: necesidad y emigración son viejas moradoras de nuestro país.
Sobre la emigración actual poco tengo que decirles: muchos de ustedes la practicaron o la sufren hoy en sus hijos y nietos. Pero sí merece la pena reflexionar sobre un dato de la actualidad: hay 6.000 puestos de trabajo demandados por las empresas asturianas que no encuentran candidatos. Ello no ocurre únicamente en los ámbitos de la construcción o la hostelería, también en empresas tecnológicas.
Esa circunstancia, desempleados que no quieren aceptar los empleos ofrecidos, está siendo general en todo Occidente, recuerden aquella babayada de Biden: “que les paguen más”. Ya he afirmado aquí que, si un empresario cree que va a ganar dinero contratando, contrata. No es, pues, esa la cuestión, sino una novedad socioeconómica que se ha producido en estos últimos años: que un número no pequeño de personas, de las que antaño necesitaban perentoriamente de un empleo, tienen unos ingresos suficientes para poder vivir sin necesidad de someterse a la sujeción de un trabajo remunerado.
Lo que es cierto es que, de darse ese nivel de seguridad vital hace 1.900 años, muchos de aquellos asturianos no habrían cruzado la mar, y hasta es posible que, entonces, mi ficticio Nicer no pudiese haber tenido existencia.
Xuan Xosé Sánchez Vicente
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