Xuan Xosé Sánchez Vicente: asturianista, profesor, político, escritor, poeta y ensayista. Articulista en la prensa asturiana, y tertuliano en los coloquios más democráticos. Biógrafo no autorizado de Abrilgüeyu
La conspiración judeo-masónica y la iglesia militante
(Antiyer, en La Nueva España)
LA CONSPIRACIÓN JUDEO-MASÓNICA Y LA IGLESIA MILITANTE
El discurso está abundantemente extendido: hay una conspiración de jueces, derecha y extrema derecha que trata de derrocar al Gobierno (progresista). Esa conjura explica que existan tantos procesos judiciales abiertos contra militantes, cargos y familiares del Gobierno, que no tendrían, en realidad, causa alguna, sino que serían puras invenciones para destruir las políticas progresistas y, en último término, sustituir al Gobierno.
Desde el punto de vista tanto de su concepto como de su funcionalidad, el discurso se caracteriza por su totalidad, se proyecta sobre el conjunto de las actuaciones judiciales, sin excepción. Por otro lado, por su parcialidad: las actuaciones de la justicia que recaen sobre gentes de izquierdas pertenecen a la conjura conspirativa, es decir, los jueces y fiscales que las apoyan son parte de esa conjura, estarían, pues corrompidos; en cambio, los que investigan o instruyen causas contra el PP (Montoro, Gürtel), no. Unos pertenecerían al universo del bien, los otros, al del mal.
Esa visión del mundo y de la realidad no es ninguna peculiaridad española, es bastante universal, y se produce en un número abundante de los miembros de las organizaciones religiosas y políticas, constituye la emoción y el pensamiento/discurso de lo que en términos teológicos se conoce como “Iglesia militante”, la comunidad de creyentes que están activamente comprometidos, enfrentándose al mal y a los desafíos y trabajando por la expansión del Reino de Dios, es decir, de su iglesia o partido, del triunfo de la verdad y del bien.
Como mecanismo ínsito en cada uno de los fieles opera, además, la fe, que no es, como comúnmente se define, “creer en lo que no vemos” (los éxitos sexuales o deportivos de nuestros amigos, por ejemplo), sino “no creer lo que vemos”, lo que nos impide dar crédito a aquellas acusaciones que apuntan a nuestros conmilitones en la fe de la iglesia militante.
Apuntaré aquí un ejemplo reciente de la manifestación de esa emocionalidad de los miembros de la iglesia militante. Recientemente, el PP asturiano realizó una propuesta un tanto faltona, pagar los 600 euros de multa a los diputados socialistas por votar en contra del partido si, cuando llegue la ocasión, votan el Congreso en contra del cupo catalán, que indubitablemente -y como aseveran tantos socialistas, incluido don Adrián Barbón- perjudicará gravemente a los asturianos. Pues bien, la reacción en las redes sociales ha sido multitudinaria: un furibundo ataque a la propuesta del PP. Ahora bien, ni una sola de las manifestaciones iba al fondo del asunto, al que apuntaba la propuesta faltona pero certera del PP (que haría, sin duda, en su caso, lo mismo que seguramente va a hacer el PSOE): cuando en el Congreso se vote -si es que no se encuentra un camino torcido- la legislación para instaurar el cupo catalán -reitero: universalmente calificado como muy negativo para Asturies y las demás comunidades de régimen común- ¿qué van a votar los diputados socialistas por Asturies? ¿Defenderán los intereses de los asturianos o los del partido, la de quienes los votan o la de quienes los ponen?
De ese conjunto de reacciones y de ese silencio se puede colegir con claridad que esos enfurecidos ciudadanos no han votado para que se defiendan sus intereses, sino para que su partido triunfe, es decir, la razón fundamental de su sufragio ha sido el de su emocionalidad como miembros de la iglesia militante, a fin de que su partido sea “iglesia triunfante” per secula seculorum, si fuese posible, y por encima de cualquier otra consideración.
¡Ah! ¿La primera parte del título? Pues no me acuerdo muy bien a qué venía. Alguna cosa antigua, sin duda.
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