Clemenceau, las campanas y las leyes

(Ayer, en La Nueva España) L’APRECEDERU CLEMENCEAU, LAS CAMPANAS Y LAS LEYES Cuenta la leyenda que, preguntado un capitán del XVI por qué no se habían tocado las campanas para celebrar una conquista, el militar empezó: “Lo primero, porque no había campanas”. Su interlocutor exclamó: “¡basta!”. Un juzgado de lo social de Alicante ha fallado contra la consellería de Sanidad de Valencia a indemnizar con entre 5.000 y 49.180 euros a 145 facultativos por falta de medidas de protección contra el covid en los primeros momentos de la pandemia. Recordarán aquellos momentos porque no podían ustedes hacerse con mascarillas ni guantes; en los hospitales se fabricaban equipos de protección con plásticos; los gobiernos europeos buscaban desesperadamente por el mundo suministros, los disputaban y hasta se los robaban; es decir, no había. El juzgado de Alicante entiende que esto es así, pero que, en cualquier caso, la obligación del Ejecutivo era proteger a sus empleados. Así que no importa que no hubiera campanas, hubieran debido tocarse aunque no las hubiera. Pero el problema de la sentencia no es solo el de su ilogicidad, sino que abre una espicha que pudiera producir decenas de fallos en el mismo sentido en otros tribunales. El problema es que ese dinero, producido por un hecho inevitable (salvo que no se atendiese a los enfermos), no sale de los bolsillos del Ejecutivo, sino del de cada uno de nosotros. En cierta ocasión, en el ámbito también de lo social, tuve que asistir a una sentencia traídisima por los pelos (o, más bien, por la calva monda y lironda) que beneficiaba a un particular en detrimento del dinero público, es decir, del de usted y mío. El abogado que llevaba la causa pública trazó una parábola sobre el ámbito judicial de lo social trayendo a colación una frase de Clemenceau en relación con el “caso Dreyfus”: “La justicia militar es a la justicia, lo que la música militar es a la música”. Pues eso.

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