Discretino y discretinos

(Ayer, en La Nueva España) DISCRETINO Y DISCRETINOS El Presidente sube a la tribuna con un atuendo discreto y clásico en él: chaqueta azul, corbata encarnada de nudo simple, camisa blanca. Las gafas son también las habituales, con patillas color caramelo; los kilos, no, como desde hace meses. Frente al tradicional rimero de folios, las hojas de su discurso vienen engarzadas en una libreta con eje de alambre. En la solapa izquierda, la insignia del Principado. Don Adrián lee aprisa y con escasas modulaciones de voz, levantando con frecuencia la vista de la lectura para mirar hacia los escaños. A veces se pierden sus palabras. La hora y veinticinco minutos que dura su discurso tiene una cierta monotonía, a la que no ayuda la retransmisión, suministrada, según aclara la TPA, por la propia Xunta (que, por cierto, falla un par de veces) y que es de una enorme sosería, con escasos planos del resto del Parlamento. Tampoco los diputados ayudan, permanecen rígidos cuando se los enfoca, hieráticos. Por ejemplo, don Ovidio Zapico apenas hace un gesto cuando se alude a las políticas de vivienda de su departamento. Solo he visto un poco expresiva a doña Gimena Llamedo en un momento en que asiente a las palabras del Jefe del Ejecutivo. Por lo demás, en la oposición, únicamente un leve murmullo de protesta hacia el final del discurso-lectura, al aludir a la negativa del PP a apoyar los presupuestos del PSOE en el Congreso, y lo que con ello perdería Asturies, en la clásica falacia socialista de no exigirse a sí mismos el acuerdo con sus socios y pedir a la oposición que les dé lo que aquellos con quien tiene negocios no le quieren dar. La verdad es que todos ellos, unos y otros, parecían embalsamados e, incluso, pareció molestar al Presidente del Parlamento, el señor Cofiño, el discretamente largo aplauso que los suyos dedicaron a don Adrián al acabar su discurso (¿o ,por acabarlo?), que intentó cortar rápidamente. Por lo demás, de la disertación, que empezó por la novedad de “les escuelines”, les darán noticia precisa en otras secciones. Les diré que hizo un amplio repaso por lo que se realizó en este año de legislatura -tanto de lo que se debe al Ejecutivo asturiano como a las inversiones del central o a la actividad de la empresa privada-, de lo que está en marcha y de lo que se proyecta para el futuro. Todo ello, con una visible satisfacción por lo conseguido desde la iniciativa propia y el diálogo, y con la permanente referencia a ser un gobierno de unidad de izquierdas, “progresista y reformista”. Desde la perspectiva de que Asturies ha salido de la época de la queja y de la resistencia para pasar a la de la innovación y la apertura al futuro. Naturalmente, desde ese prisma hizo hincapié en aquellas políticas identitarias y discursivas que lo separan de la derecha, a la que, sin embargo, pidió acuerdos al final del discurso, a fin de conseguir avances para todos los asturianos. Obviamente, sobre algunas cuestiones más problemáticas (Arcelor, financiación, por ejemplo) escapó de la concreción. Digamos, asimismo, que no fue excesivamente gafu con la derecha en su discurso, solo de vez en cuando algún oblerazu no muy profundo para el tópico de siempre: que, frente a la preocupación social y general del Gobierno “de unidad progresista y reformista”, la derecha significaría apoyo a los ricos y privatizaciones. Y así terminó y reiteró, especialmente refiriéndose a la endiablada y catalanizada cuestión financiera: “Nunca aceptaremos nada que perjudique al Principado”. Pues nada, tomen nota y esperen su cumplimiento, y, si no, se lo demanden.

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