Ayer, en LNE: Un nuevo repaso a nuestros cantos

 

                               UN NUEVO REPASO A NUESTROS CANTOS

La guapura de música y letra de algunas de nuestras canciones, su emoción incluso, no puede hacernos pasar por alto las incoherencias de algunas de sus letras, tal la de ese xilguerín parleru que, interrogado sobre su alimento, afirma comer “arenines del mar, del campu flores”. Como, por otro lado, la mayoría de las canciones populares constan, en realidad, de una sola estrofa de cuatro versos –son una especie de relámpago luminoso que se abre y cierra en un instante dentro de la oscuridad de la noche– y luego, para dar más cuerpo al cantar, el ejecutor añade otra cuarteta o más, no es infrecuente la falta de coherencia entre una y otra. Así, bruscamente, el xilguerín desaparece, y el emisor se dirige a un tú femenino: “Tienes unos güeyos negros, y unes pistañes…”. Por no hablar ya de los siguientes versos de la versión hoy más común, los de “Tengo dir a Covadonga cola mio moza en septiembre…”.

Ahora bien, la incongruencia más famosa es la que articula nuestro “Asturias, patria (o “tierra”, que antes se decía) querida”, cuya segunda parte introduce a un yo enamorado y testón que quiere subir a un árbol a por una flor (¡flores de árbol para regalo?) para que su moza, velis nolis, la cuelgue en su balcón. Por cierto, debe ser el aire del norte el que suscita esos absurdos, porque he aquí que en la popularísima “Viento del norte” de Nando Agüeros, el emisor quiere saltar “de la rama de un roble”. ¡Ya me dirán el capricho! Salvo claro que el compositor esté “al duro banco del consonante preso” a fin de rimar “norte” y “roble”.

Si en una anterior ocasión (https://afondo.lne.es/opinion/quien-canta-su-mal-espanta.html) señalábamos algunas piezas líricas de una excepcional calidad en nuestro repertorio clásico (que es muchas veces común con otras zonas del norte de España y con el antiguo territorio astur que se extiende por lo que hoy es Castilla), en el repertorio popular, lo que pudiéramos llamar “canciones de chigre”, no faltan tampoco; así la delicadísima “Como la flor, como la flor, que l’aire la lleva…” o la tristísima “Nun llores, né, que la vida es mui breve. Todo se pasa como una sombra leve”. Abundan más, sin embargo, las optimistas y de ritmo alegre, tal el “De colores, de colores se visten les flores ena primavera…”, “S’oye sonar una gaita, s’oye sonar un tambor”, “Si quies que baille contigo, na romería de San Andrés”, “No hai carretera ensin barru, nin prau que nun tenga yerba”.

Algunas establecen un diálogo entre el emisor y un personaje que responde, tal el “–Chalaneru, chalaneru, ¿qué lleves ena chalana? –Llevo roses y claveles y el corazón d’una xana”. O la burllesca de “El mio Xuan miróme, díxome: –galana, que guapina tas. Yo díxe-y: –Xuanucu, nun tengo contigo ganes de falar”. En otras, el diálogo del emisor no es más que una declaración que no requiere contestación: “Adiós con el corazón […], al despidime de ti, al despidime me muero”. Las habaneras y los aires cubanos forman parte también de ese acervo popularísimo, así “Cuando en la playa la bella Lola su larga cola luciendo va”, o el “Soi de Verdiciu” de Marcos del Torniello.

Lo marinero es también común. Ejemplos: la comprensiva y tolerante “Los marineros del Jaime son todos buenos muchachos, solo tienen un defecto, aúpa, que son un poco borrechos”, “Salió de Jamaica, rumbo a Nueva York”, “A la mar fui por naranjas”, “Cada vez que me veo rodeado de mar” (ya hemos dicho que parte de nuestro folklore es solo nuestro en cuanto lo hacemos tal).

En otra ocasión hemos señalado el humor y la ironía como componentes fundamentales de algunas composiciones (por ejemplo, el “Ramonzón de la panera”). Alguna muestra hemos citado arriba, el “Soi de Verdiciu”, por ejemplo. Hay muchas más: “Yo col quirosanu nun quiero baillar”, “Confesé con un cura, qué buenu yera”, “D’equí a Somió ye too de mio, de Somió acá too ye de mio pá; mira qué suerte vas a tener, cuando me tengas a mí de muyer”…

No podemos cerrar este breve repaso sin tres citas popularísimas. Dos canciones de mina, ante todo: “Santa Bárbara bendita”, casi un himno, y “La mina de La Camocha”, una preciosidad. La tercera es “La Capitana”. Lo notable de estas dos últimas es que son recientes, la última, la de Carlos Rubiera, recentísima. La de José León Delestal, uno de los impulsores de Amigos del Bable, y del maestro Casanova tiene más años.


Illustración de LA NUEVA ESPAÑA cola qu'ayer s'acompañaba l'artículu

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