L’APRECEDERU
CASI SIEMPRE SIGUE (A PEOR)
Se lo he dicho a ustedes hace pocas
semanas: “Van a por ellos”. Se trata de expulsar de las zonas rurales norteñas
a sus habitantes productivos, a aquellos que no vivan de las pensiones o las
subvenciones. El campo, para el señorito dominante, ecologista o vividor de las
urnas, ha de ser un paisaje vacío para grabar vídeos o pasearse ocasionalmente
por él con sus hijos o “allegados”.
LA NUEVA ESPAÑA nos ha ofrecido
esta semana pasada dos ejemplos más de ese acoso y voluntad de exterminio. El
primero, el fin de la moratoria de caza en el Parque Nacional. Esa decisión
tiene efectos devastadores sobre toda la zona, no solo para aquellos de sus
habitantes que practicaban la caza, sino para el amplio entorno que vivía de
los desplazamientos provocados por esa actividad: hoteles, guías, restaurantes,
gasolineras… El parque ha dejado de ser una fuente de ingresos, para
convertirse únicamente en una de gastos. Y añadan ahora el problema del
crecimiento descontrolado de las alimañas, sin tasa alguna.
El segundo es
el testimonio del quesero más joven de
queso gamonéu. Los titulares impulsan a la compasión y al aplauso: “Quiero
criar a mis hijos en los Picos, que el lobo no me eche”, “no deseo vivir de ayudas ni de daños, sino
de lo que nos animales nos dan, pero esto se está yendo de las manos”. Y si
leen el contenido, la indignación por las continuadas mentiras y burlas
de que son objeto estos asturianos los llevarán a ustedes al borde de la
apoplejía.
Si el marqués de Pidal, el
impulsor de la red de parques nacionales y el creador del de Covadonga, viera
esto hoy sé lo que diría. Porque la caza era para él parte sustancial del
recinto protegido, y, sobre todo, porque conocía la vida de los paisanos y los
pastores y nunca se le hubiera ocurrido acabar con ella.
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