Sobre el (de)crecimiento económico

(Ayer, en La Nueva España) L’APRECEDERU SOBRE EL (DE)CRECIMIENTO ECONÓMICO No los abrumaré con la evolución de nuestra riqueza, personal –esto es, media– y colectiva, en los últimos diez años, ni les recordaré cómo vamos hacia atrás en el conjunto de la UE. Déjenme acercarme a Asturies y examinar algunos de nuestros comportamientos. Tenemos algunas grandes empresas, que lo son aquí, que salen, se expanden por varios continentes. A algunas de ellas las hemos galardonado en su día con el Premiu a la Meyor Empresa Asturiana. Una de esas grandes empresas es Alsa, que cumple este año los cien de existencia. En las últimas décadas ha salido hacia Europa, América y Asia. Ha ampliado socios y modificado la composición de su capital. Dejemos eso y centrémonos en el Asturies. Aquí ha pintado el mapa con su red de servicios durante décadas, atendiendo a lugares que nadie atendería. Ahora bien, en una parte de la opinión pública recibe un argayu de críticas, sustentadas en dos pegollos: el primero, de carácter universal: es nuestra, y, como a todo lo nuestro, lo criticamos; a ella más, porque es extremadamente conspicua. El segundo pegollu parte de un discurso donde se entreveran la pasión por el tren y la pasión por lo público. Alsa haría una competencia desleal al tren e impediría su pleno desarrollo. Esa mentalidad, que es medio deseo, medio pensamiento mágico –¿dónde los recursos?, ¿dónde los inversores?–, se manifiesta en muchos momentos de nuestra visión del mundo económico y real. Un ejemplo: los molinos para producir energía. Todo el mundo está de acuerdo en que es necesario reducir la contaminación, eliminar los combustibles fósiles. Todo el mundo. Ahora bien, póngase usted a ponerlos y todo el mundo le dirá que ahí no, que “non na mio quintana”, que estropean el paisaje, que son destructivos de la ganadería, que solo ganan con ellos las eléctricas (“el capitalismo”). ¿Y bien? ¿Entonces dónde? A eso nadie responde. Solo el “no aquí”.

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