Xuan Xosé Sánchez Vicente: asturianista, profesor, político, escritor, poeta y ensayista. Articulista en la prensa asturiana, y tertuliano en los coloquios más democráticos. Biógrafo no autorizado de Abrilgüeyu
La invariable aldeanista
(Ayer, en La Nueva España)
L’APRECEDERU
LA INVARIANTE ALDEANISTA
La que se manifiesta a través de la mal llamada “Variante de Pajares”, de su nombre. Es absolutamente increíble que un pueblo cuyo nombre es Payares, como han dicho siempre quienes lo poblaron, y según podemos constatar en refranes y cantares (“La que ficiste en Payares pagarásla en Campumanes”, “Pasé’l puertu de Payares…”) se haya deturpado contraoficialmente en Pajares.
¿De dónde sale “Pajares”? De donde todas las deturpaciones: de la presión imperialista del castellano oficiada fundamentalmente por los ingenieros de obras públicas, que siempre han tenido como un baldón para la patria y la profesión cualquier rasgo asturiano (la doble “ll”, la “u” final…).
Algunos, ignorantes o falaces, podrían argumentar que el asturiano no es oficial, pero los nombres de los pueblos no tienen nada que ver con la oficialidad: son los que son (como Madrid es Madrid), y punto.
La cosa es más grave, porque el nombre oficial (subrayo, oficial) del pueblo es ese, “Payares”, lo mismo que el del deturpado “Peón”, como recordé aquí recientemente, es “Pión”. Y no dice poco de nosotros ese ponerse la legalidad por montera, por no decir pasársela por…
Pero el factor más importante en esas falsificaciones, es el asco, si no el desprecio, que sentimos hacia nuestras señas de identidad lingüísticas, que no es sino un vector menudo del poco aprecio que nos tenemos a nosotros mismos. Es un aldeanismo que no sólo se avergüenza hacia adentro: siente vergüenza de mostrar esas señas de identidad, temiendo que nos tengan en menos, como si, por decir Payares, fuesen a venir menos visitantes o se perdiesen los trenes, cuando, incluso, al contrario, podría tener un punto de atractivo exótico.
Hemos pasado de la vergüenza hacia su lengua del ciudadano al que los maestros reñían a la interiorización generalizada de ese complejo de inferioridad: la invariante aldeanista de los urbanitas.
Y así nos va: ni nos vemos ni nos ven.
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