Xuan Xosé Sánchez Vicente: asturianista, profesor, político, escritor, poeta y ensayista. Articulista en la prensa asturiana, y tertuliano en los coloquios más democráticos. Biógrafo no autorizado de Abrilgüeyu
Rectificar es de...
(Ayer, en La Nueva España)
RECTIFICAR ES DE…
“De sabios”, suele decirse, pero no es cierto: lo es a veces de ignorantes, o de interesados o de egoístas, o de incapaces, o de imprudentes (antes o después del acto). En todo caso, la rectificación parece estar de moda.
Por lo menos cercano: Antes: “La amnistía es inconstitucional, y no cabe en un sistema democrático” (padres varios, empezando por don Pedro; medios afines también). Después: “La amnistía es plenamente constitucional”. Antes: “En Cataluña ha habido terrorismo”. Después: “Lo que ha habido han sido manifestaciones con alguna violencia”. Antes: “Traeré a Puigdemont para juzgarlo y encarcelarlo”. Después: Caricias, afalagos, concesiones y se está negociando si el prófugo enmaleterado va a entrar en España bajo palio.
Pero vengamos a lo más próximos. Don Adrián: “Lo óptimo son diez consejerías, con estas competencias”. Seis meses más tarde: “Seguirán siendo diez, pero uniremos Cultura con Derechos Sociales”. Dos días más tarde: “Serán once. Separaremos Cultura y Derechos Sociales”. Bueno, al modo Shakespeariano: Como gustéis, As you like it.
Tras las tractoradas de los penúltimos días. Reunión de los manifestantes con el Consejero, el señor Marcos Líndez. Acuerdos: Se convocarán elecciones agrarias (tras 21 años, 21), se acelerarán los pagos, tanto los contraídos por subvenciones como aquellos que se refieren a los daños por alimañas. ¡Ah, pero se podía! ¿Entonces? ¿Y la decisión de convocar elecciones? Ya saben “en la fracción de un segundo cambia la opinión del mundo”, decía aquella sección del viejo TBO, ahora podríamos decir “con el rugir de un tractor, despierta el administrador”.
Lo que no tiene calificación son las sucesivas rectificaciones del Gobierno con respecto a los empleados y el servicio de las ITV. Cuatro meses de paros, 33.000 vehículos a la espera de pasar la revisión, demoras de varios meses, miles de ciudadanos yendo a pasar la inspección a Cantabria, Galicia o León. ¡Fantástico! El Gobierno ha realizado sucesivas propuestas. Cada nueva oferta ha venido sido contestada con una negativa por parte de los trabajadores. El lunes 19 el Gobierno anunciaba que aquella era su última oferta y que daba por rotas las negociaciones. Dos días después, el Gobierno rectifica y acepta todas las demandas de los empleados .
Examinemos todo esto con detención. Si era posible llegar a esta nueva propuesta, ¿por qué el Ejecutivo no lo ha hecho antes, causando tan grave daño a los usuarios? Y si lo que ocurre es que se ha saltado líneas presupuestarias y organizativas que, como decía anteriormente, no se pueden saltar, ¿por qué lo ha hecho, abriendo, tal vez, nuevos conflictos con otros grupos de trabajadores públicos?
Tal vez se piensa, como parecen pensarlo algunos portavoces de los partidos de la Xunta, al modo de la eximia jurista Carmen Calvo, que el dinero público no es de nadie. Pues no, el dinero público no es, ni siquiera, del Gobierno, el dinero público es de los ciudadanos que pagan sus impuestos hoy y los pagarán mañana para cubrir el endeudamiento.
En toda esta cuestión de las ITV y los argumentos y debates sobre el conflicto subyace una falacia: la de la sacralidad de lo público, entendiendo por “público” lo que se gestiona a través de la Administración y se sufraga con los dineros de los ciudadanos. Pero el servicio público no consiste en eso, consiste en prestar un servicio eficaz y lo menos costoso al público, es decir, al conjunto de los ciudadanos. Eso es el servicio público. Lo otro, es “discurso de lo público y su sacralidad”, que encierra el “negocio de lo público” para aquellos partidos que son capaces de arrastrar votos en aras de la emocionalidad que esa sacralidad es capaz de suscitar en determinados ciudadanos, al margen de la concreta realidad que se embosca bajo esas palabras mágicas.
Dos adendas:
Junts acaba de dar paso a la tramitación de una ley de independencia unilateral de Cataluña. Ya saben: la amnistía servía para pacificar y poner el contador a cero. ¿Qué dicen los militantes y votantes de don Pedro.
¿De los asesinatos de Novalni y Maxim Kuzmínov (a tiros, aquí en nuestro país, todos mortales, no como los de Rosita Alvírez) no tienen nada que decir los numerosos putineros españoles, tanto organizaciones como votantes de estas? No he oído nada.
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