Xuan Xosé Sánchez Vicente: asturianista, profesor, político, escritor, poeta y ensayista. Articulista en la prensa asturiana, y tertuliano en los coloquios más democráticos. Biógrafo no autorizado de Abrilgüeyu
Aborto y demografía
(Ayer en La Nueva España)
ABORTO Y DEMOGRAFÍA
Según las estadísticas oficiales, Asturies es una de las regiones españolas donde más abortos se efectúan, práctica que ha aumentado en el último año. Al mismo tiempo, España es uno de los países europeos donde más interrupciones del embarazo hay.
No creo que haga falta señalar lo indeseable que es un aborto, salvo en aquellos casos en que sea inevitable o imprescindible. Entiéndase bien: las mujeres tienen derecho al aborto cuando lo deseen; ahora bien, no es un acto trivial: entraña molestias físicas y angustia, en los casos de menores complicaciones, y, desde algunos puntos de vista, plantea problemas de orden moral al tener en cuenta la realidad del nasciturus.
Ahora bien, ¿cuál es la razón de ese considerable número de abortos? Suelen aducirse razones de tipo económico. Pero esas razones de orden económico no se presentan de repente, de existir, existirían antes del embarazo. Si seguimos escudriñando en las estadísticas, nos encontramos con este dato: el 30% de las mujeres que interrumpieron su embarazo no usaba ningún método anticonceptivo. Y es posible que alguno de los métodos anticonceptivos utilizados lo fuese inadecuadamente.
De modo que es fácil que un número no pequeño de embarazos posteriormente no deseados se deba a que las parejas -estables o no- no tengan en cuenta las consecuencias de sus actos y se guíen por algo semejante al saulino “comamos hoy y bebamos, que mañana moriremos”.
En otro orden de cosas, no existe una implicación unívoca entre la alta tasa de abortos y la extensa caída demográfica que se produce en todo el mundo, pero sí tiene una cierta relación con las mentalidades.
Como sabrán, la natalidad está cayendo aceleradamente en una gran parte del orbe, hasta el punto de que en algunos países anda por debajo de 2,1 hijos por mujer, cifra que se estima el límite para el mantenimiento de la población.
Esa tendencia tiene varios riesgos. Las pensiones, pensaremos todos en primer lugar. Pero no solo eso: puestos de trabajo que no se ocupan y para los que habrá que acudir a mano de obra de fuera, si es que se encuentra preparada para esos puestos; la defensa del país, cuestión importante de la que no se suele hablar; el envejecimiento de la población, con las subsiguientes consecuencias de falta de innovación y de dependencia; la convivencia y, acaso, confrontación entre la población inmigrante y la aborigen, que bien pudiera ser entre una concepción abierta y democrática y otra teológica y antidemocrática.
Las razones para que las mujeres (y las parejas) tengan hoy muchos menos hijos son de tipo diverso. La primera, evidentemente, es el control de la natalidad. Hoy ya no vienen al mundo los hijos que vienen sin quererlo (o “los que Dios nos da”), sino los que se desea tener. Pero a partir de ese presupuesto actúan causas muy variadas: la primera es la salida del hogar de la mujer y su incorporación al mundo del trabajo. En esa situación, los descendientes pueden limitar o cortar la carrera de la mujer y, por tanto, no ser deseados. Además, en general, tanto la mujer como el hombre prefieren tener un cúmulo de experiencias antes de disfrutar de descendencia, de ahí que la edad del primer hijo se haya retrasado bastante, o que se acuda a técnicas de preservación de óvulos para su fecundación en edad tardía. Un ejemplo concreto de esa forma de pensar la expresaba el otro día una joven de 20 años:
—Yo no quiero verme atada por una cosa así —y estiraba los brazos indicando lo que sería un bebé de pocos meses— para media vida. Antes tengo que viajar por el mundo, comprar un coche, tener un piso, experimentar.
Pero no hemos de ocultar otra verdad: para muchos, los hijos son una carga agobiadora o insoportable que nos limita en nuestra libertad personal, de ahí que se prefiera no tenerlos, tenerlos muy tarde o en número limitadísimo. Y tal vez sea esta la razón principal que esté explicando la tendencia demográfica actual y, al mismo tiempo, la de que se sustituya por mascotas la necesidad de proyección de afectos que antes proporcionaban los hijos.
Suele argumentarse como razón primordial para la renuncia a la descendencia o su limitación la económico: en muchos posibles padres no se vería con claridad la posibilidad de mantener y educar a sus vástagos.
Sin embargo, ese argumento que parece tan obvio y tan “materialista” -lo “materialista” suele parecer una evidencia incontrovertible- no parece ser el fundamental. Hay abundantes gobiernos que ofrecen todo tipos de incentivos para fomentar la natalidad: guarderías, exenciones tributarias de por vida, facilidades para obtener vivienda…, pero nada tiene efecto alguno sobre esa progresiva renuencia a tener hijos.
Porque se trata, fundamentalmente, de un problema de mentalidades.
¿Y el futuro, dirán ustedes? Pues hagan sus camientos, más o menos pesimistas u optimistas. Pero que no se nos olvide que el futuro anda muchas vueltas y revueltas antes de convertirse en presente.
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