Don Francisco de Quevedo desciende a la coyuntura:

¿Miras ese gigante corpulento / que con soberbia y gravedad camina? / Pues por dentro es trapos y fajina, / y un ganapán, le sirve de cimiento. Con su alma vive y tiene movimiento, / y adonde quiere su grandeza inclina; / mas quien su aspecto rígido examina, / desprecia su figura y ornamento. Tales son las grandezas aparentes / de la vana ilusión de los tiranos: / fantásticas escorias eminentes. ¿Veslos arder en púrpura, y sus manos / en diamantes y piedras diferentes? / Pues asco dentro son, tierra y gusanos.

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