Navidad en Cuadonga: Una asturiana excepcional

(Antiyer, en La Nueva España) NAVIDAD EN COVADONGA: UNA ASTURIANA EXCEPCIONAL Navidades de 1936. El Gran Hotel Pelayo, en Covadonga, es un hospital de guerra. Al frente, en lo profesional, está Luis Laredo Vega, sobre médico, alcalde d’Uviéu y diputado por Izquierda Republicana. Su mujer es Ángeles López Cuesta, nada menos que nieta de Teodoro López Cuesta, el escritor más popular de nuestra literatura. (Teodoro no solo fue popular porque escribía literatura humorística. Como fue habitual en todo el XIX, también los asuntos o los momentos serios -la protesta por la posesión de Las Carolinas por Alemania, la vida y martirio del protomártir asturiano san Melchor de Quirós, por ejemplo- forman parte de su escritura). Pero volvamos a nuestra protagonista y su estancia en Cuadonga. Para evitar la destrucción o el expolio de la imagen de la Santina, la ocultan en un armario un tiempo, después la hacen llegar a Xixón, de donde embarcará a Francia y, más tarde, llegará a París. Tiempo después (1957), Ángeles recordará discreta y tangencialmente aquella estancia en «Nochegüena en Covadonga»: «Pel caminín de los Llagos / baxaba la Noche güena / a carrerines de galgu, / co la cara gayaspera / engüelta’n mantu d’escarcha / cuayáu d’estrelles […] / La lluna diba delantre / tocando la pandereta, / y oise música nel aire, / e na cascada, e na cueva, / onde xuntando les voces / canten col alma’nllena / de amor los de Covadonga / pa qu’haiga paz e na tierra… / Aquella noche Jesús / nació allí, ¡benditu sea!». Al final de la Guerra Civil, ella y Luis se refugian en Francia y de allí pasan a México: un poema de 1943 agradece a Lázaro Cárdenas la generosa acogida que dio a tantos expatriados, al tiempo que hace un señardosu recorrido por toda España, pensando en el pronto regreso: «Yo sé bien que cadún dientro del pechu / un nombre con unción lleváis d’afechu, / y esi nombre que todos repetimos / homes, muyeres, vieyos y neñinos / y’el de Cárdenas». Su marido muere en 1943. En 1946 vuelve a España, aquí reside en Madrid y Santiago. A partir de 1967, lo hace en diversos países europeos y en EEUU, siguiendo a su hija menor, casada con un diplomático estadounidense. Finalmente, y hasta su muerte en 1989, se asienta en México, con su hija mayor. En dos «Cartes a la Catredal (d’Uviéu)» muestra su amor y añoranza de Asturies, por sus gentes, su clima, su paisaje. En una de ellas llora también la muerte de un hijo de ella y de Luis (Ángeles casó dos veces, del primer matrimonio tuvo dos descendientes, del segundo, tres), Pepe Luisín. Algunos otros poemas suyos cantan asimismo temas luctuosos, por ejemplo, el dedicado a José Álvarez-Prida, primo de Luis, asesinado en 1936 en León, o el que tiene como destinataria la memoria de su hermano Tomás; otros, por el contrario, festivos, tal, «Na boda de Lenis y Brian», familiares suyos. Nacida en 1892, en el extranjero desde 1967, nunca pierde el contacto con Asturies, ni en lo emocional ni con su realidad. Así, en 1978 compone «El mio dolor ante’l robu y la destrucción na Cámara Santa de la mio Catredal d’Uviéu», que comienza «¿Quién me diba decir, torrina mía, / Catredal de mi Uviéu idolatrada…» y concluye con el deseo de reparación: «Entonces volverá el repicotéu / feliz de tos campanes, y la Bamba, / igual que cuando yo era rapacina, / llame a coru sonora y reposada». A comienzos del los setenta dedica un poema de ánimo y reconocimiento a los «Amigos del bable», asociación creada para la promoción de la lengua asturiana. De este modo concluye: «Y pa qué cansavos más / si con lo dicho ya fuelga / solo qu’habéis de antainar / e nesa noble tarea / por lo que vos doy les gracies / por asturiana y por nieta / d’aquel qu’al fuxir del mundu / dexóme la rica herencia / del amor a mio tierrina / y el apellidu de Cuesta». Si excepcional es su vida, también lo es su escritura. En primer lugar, por las materias tratadas, en segundo lugar por su tono, noticiero, moderno y lírico, a un tiempo, aunque mantenga el molde tradicional del verso. NOTA: La poesía de Ángeles, manuscrita y en posesión de sus herederos, fue editada por el editor y escritor Antón García, en 1994, con el título de «Cartes a la Catredal d’Uviéu». Es posible que existan más textos de la autora, de los que, de momento, no dispongamos.

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