Barbón, Trump y nosotros

(Ayer, en La Nueva España) BARBÓN, TRUMP Y NOSOTROS “Hoy ve a sus pobres hijos huyendo de sus lares” Hace tres semanas, en un artículo en que parangonaba a Trump con Putin, llamaba a este “matón” y a Trump, aún en sus primeros momentos de gobierno, lo tildaba de “pendenciero”. Desde luego, el calificativo sigue siendo ajustado, pero es posible que, en vista de sus actuaciones, proposiciones y amenazas posteriores, haya que añadirle algún otro. En estos últimos días, sus medidas proteccionistas han ampliado las amenazas arancelarias iniciales hacia México (los del golfo) y Canadá, suspendidas provisionalmente, extendiéndolas al acero, al aluminio y a las renovables europeas. Baste este titular de LA NUEVA ESPAÑA: “El duro golpe de los aranceles de Trump a la industria asturiana: alto riesgo con el acero chino e inversiones pendiendo de un hilo”. Añádanle las renovables de Windar. Bien, tenemos ahí un enemigo comercial cuyas actuaciones en los próximos cuatro años son imprevisibles, pero que, en cualquier caso, no van a favorecer nuestros intereses o, si quieren su traducción a ras de tierra, nuestro empleo, nuestra riqueza, nuestro bienestar. Como consecuencia de esas decisiones del presidente de los EEUU, el día en que escribo estas líneas ArcelorMittal ha convocado en Luxemburgo al comité europeo de sindicatos para anunciar restricciones, cierres y traslados: se trata de un empujón más hacia la línea empresarial de la empresa en Europa, más abocada por las condiciones objetivas a menguar que a crecer e invertir. A Asturies le toca una parte no pequeña. Mientras tanto, nuestro presidente, don Adrián Barbón, recorre las instituciones europeas “preocupado por la política arancelaria de Trump” y pidiendo perres: “Si Europa no ofrece recursos para descarbonizar en serio -afirma-, la industria asturiana puede languidecer. Se deben movilizar recursos". La preocupación de don Adrián es seria, pero su argumentación (e ignoro si su análisis) es floja. Europa necesita en primer lugar una profunda rectificación sobre sus políticas industriales y “verdes”, como han señalado Draghi y otros muchos patronos empresariales: los costos energéticos son altos, la penalización por la emisión de CO2 excesiva, los plazos para descarbonizar inadecuados. Además, esa voluntad interna de ser modélicos en descarbonización evita mirar al resto del mundo, a la China, la India y Turquía, que producen acero a menores precios, por sus salarios y por sus escasas exigencias medioambientales. ¿Y aquí? Pues la propaganda y los sueños frente a la realidad: ¿se acuerdan ustedes de los 450 millones de sonrisas entre Pedro Sánchez y Mittal en Davos en 2021, reiterados en 2023? ¿Y de la propaganda inmisericorde del verde hidrógeno verde para Arcelor? ¿Y ven ahora a la inefable Teresa Ribera, ¡ahora!, defender las nucleares? Pues eso. Pero don Adrián no debe mirar solo hacia Europa, también aquí en Asturies, donde los proyectos inversores, industriales o constructivos, se dilatan o hacen imposibles, hacemos todo lo posible porque no crezca el empleo, al no hacerlo la industria, la minería, la vivienda, al ahuyentar a los ganaderos con el lobo… Una parte del Gobierno de don Adrián, además, es claramente retardataria, la que corresponde a IU: son permanentes sus resistencias a múltiples proyectos inversores, industriales o no. Y en ciertos aspectos, y en consecuencia, también lo es el conjunto del Ejecutivo. Que la legislación sobre los parques de baterías vaya a tardar dos años en concretarse y que, mientras tanto, estén suspendidos los proyectos en marcha, es un auténtico escándalo, como lo es la actitud del PP en esa materia, encabezando los terrores a lo desconocido de los vecindarios de media Asturies. Los sindicatos colaboran también en ese negativismo retardatario. Naturalmente, manifiestan su deseo de empleos “dignos” y “bien retribuidos”, como si ellos apareciesen al soplo mágico de las palabras, y reclamando inversiones. Ahora bien, siempre los verán acompañando las negativas de los vecinos a los proyectos reales que quieren constituirse en nuestro suelo. ¿Y qué diremos de nosotros mismos? Todos queremos empleos “dignos”, industrias, salarios altos, buenos servicios, carreteras, precios baratos de los alimentos, pensiones altas. Ahora bien, en cuanto aparecen las inversiones reales que aparecen (no las taumatúrgicas con que soñaríamos), todos a la calle, “non na mio quintana” proclamamos en el mejor de los casos. Abran ustedes los informativos o las páginas de la prensa, es “el rayo que no cesa”: contra la quema de residuos que no hay más remedio que quemar (¿dónde enterrarlos, si no?), contra las prospecciones mineras, contra los parques de baterías, contra la minería, contra, contra… Y así, nuestra juventud emigra por miles todos los años, en busca de lugares, si acaso un poco menos impolutos (lo que está por demostrar), pero donde hay trabajo, oportunidades y vida.

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