Xuan Xosé Sánchez Vicente: asturianista, profesor, político, escritor, poeta y ensayista. Articulista en la prensa asturiana, y tertuliano en los coloquios más democráticos. Biógrafo no autorizado de Abrilgüeyu
Los del "ón" somos los del "iola"
(Ayer, en La Nueva España)
LOS DEL “ON” SOMOS LOS DEL “IOLA”
Xixón y sus gentes se caracterizan entre los habitantes asturianos por sufijar frecuentemente con el aumentativo -on, -ona algunos de sus más singulares lugares o monumentos: la escalerona, la iglesiona, el santón, les chapones, les lletrones, el solarón… Esa peculiaridad se toma a veces con cierta ironía fuera de la ciudad de Xovellanos.
Es hoy un sufijo poco productivo, incluso entre gente de una cierta edad, el peculiar afijo -iola, muy frecuente antes y general en casi toda Asturies. Se utiliza para refutar lo dicho por el interlocutor, a veces con cierta retranca, a veces con vehemencia. -¿Que el Sporting va a ganar la Champions, dices? ¡Ganariola! -¿Así que puedes correr los cien metros en diez segundos? ¡Correriola!
Pues bien, podríamos ser también los de salva sea la parte moyada los del -iola. -¿Que vais a poner en marcha ya el metrotrén? ¡Poneriola! -¿Así que el nuevo proyecto de Cabueñes va a estar preparado a finales de 2025? ¡Estariola! De ese modo, podríamos mantenernos un largo tiempo añadiendo el -iola a cuantas promesas se vienen haciendo de empezar o concluir obras que llevan años y décadas en veremos o en un las cosas de palacio van despacio. El solarón, el metrotrén, la nueva estación de Renfe, la Zalia, los accesos al Musel…
Algunas veces, para ejemplificar ese eternizarse -ese inmovilizarse, propiamente dicho- de las promesas y los proyectos, he acudido a la narración del fraile y el paxarín. Un fraile que dudaba de cómo era posible pasar la eternidad en la sola contemplación de Dios sin aburrirse salió un día de paseo. De pronto, sintió cantar un paxarín y quedó embelesado con su canto. Cuando volvió al convento no conocía a nadie: en lo que creía el transcurso de un escaso tiempo habían pasado cientos de años. Aprovecho la fábula no con su intención propia, sino para señalar que un emigrante que no hubiese tenido noticias de su patria durante muchos años encontraría al regresar los mismos proyectos u obras en idéntico estado.
Y no es Xixón únicamente. Solo a modo de ejemplo, podemos irnos a las inacabadas autovías del occidente, a las ruinas de Perlora, al soterramiento de las vías en Llangréu, a la plaza de toros de Uviéu o el martillo de Santa Ana… ¿Para qué seguir? Todos ustedes llevan “un retratito en su cartera” de los incumplimientos en su entorno.
De todas formas, en la cuestión de la paralización de las obras de ampliación del hospital de Cabueñes (que lleva, nada menos, más de una década en promesa) existen muchas cuestiones que preguntarse y es posible que haya que plantearse una cuantas cosas. Al margen de lo que se sustancie en los tribunales y de la responsabilidad que las empresas constructoras tengan con respecto a los tiempos y los precios, es evidente que alguna responsabilidad ha de tener el Principado. Porque, ¿cómo es que ahora se detecta que el proyecto -ya digo, con la idea pergeñada tiempo ha- tenía enormes carencias, que ahora se señalan y proyectan: falta de despachos, replanteamiento del área de Urgencias, servicios no contemplados en el primer proyecto, añadir una nueva planta, añadir laboratorios, farmacia, esterilización y hemodiálisis…
No me dirán ustedes que todas esas novedades que se van a proponer en este momento no despiertan cierta sospecha sobre el rigor del antiguo planteamiento.
De modo que cuando nos afirman que, ahora sí, se van a resolver todas las necesidades del hospital no es extraño que nos sintamos tentados a volver a usar el refutativo sufijo. Sobre todo, si aseveran que todo se va a concluir en poco tiempo.
-¡Concluiriola!
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