No era fango, era polvo

(Ayer, en La Nueva España) NO ERA FANGO, ERA POLVO Doña Jéssica Rodríguez fue, según los medios, la “scort”, la “novia” y, ahora, la “excompañera” de don José Luis Ábalos, otrora secretario de organización del PSOE, debelador de don Mariano, ministro de Transportes (de los de los camiones, trenes y aviones, no de los que tenía con doña Jéssica) y ahora diputado proscrito y encausado ante el Tribunal Supremo. Pues bien, doña Jéssica, llamada en relación con el proceso abierto a don José Luis por diversas causas, ha declarado ante el citado tribunal que estuvo durante años cobrando de dos empresas públicas, Ineco y Tragsatec, que le pasaban el sueldo sin que ella fuese nunca a trabajar. «No tenía interés en el trabajo -manifestó-, no me venía bien trabajar». Hombre, como la mayoría de los mortales, supongo, pero es difícil que se nos consintiese a los demás la práctica de esa práctica hedonística. Asimismo, durante varios años, hasta 2022, estuvo viviendo en un piso de 2.700 euros mensuales de alquiler, sin saber quién lo pagaba, aunque ella pensaba que debía de ser su ex, a pesar de que había roto con él en 2019. Por cierto, el piso, que no el pago, lo escogió ella, pues «estaba cerca de Ferraz y de mi universidad». Desde luego, así como los hay que nacen estrellados, las hay que nacen con estrella. No puedo evitarlo, ese exquisito trato me recuerda el antiguo romance que así comienza: “Nunca fuera caballero / de damas tan bien servido / como fuera Lanzarote / cuando de Bretaña vino, / que dueñas cuidaban de él, / doncellas de su rocino. / Esa dueña Quintañona, / esa le escanciaba el vino. / La linda reina Ginebra / se lo acostaba consigo”. Que bien pudiéramos traer al caso: “Nunca fuera una doncella / de amante tan bien servida, / como Jéssica lo fuera / al ser de Ábalos querida. / Le daban jornal empresas / sin sudor y sin fatiga, / y empresarios le pagaban / la casa donde hacía vida…”. El señor Pérez-Castejón sus palafreneros y turiferarios suelen proclamar que todas las denuncias, acusaciones o revelaciones sobre su entorno, familiar o político, no son más que fango. Bueno, pues en este caso se equivocan: son polvo. Corrijamos, polvos, en plural, por aquello de la honrilla masculina, y por no elevar a precios tan disparatados la gracia o servicio, como prefieran llamarlo. Claro que ya dice el refrán que “aquellos polvos trajeron estos lodos”, esto es, “fangos”, que es su sinónimo.

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