Xuan Xosé Sánchez Vicente: asturianista, profesor, político, escritor, poeta y ensayista. Articulista en la prensa asturiana, y tertuliano en los coloquios más democráticos. Biógrafo no autorizado de Abrilgüeyu
Contra el hombre del seiscientos
(Ayer, en La Nueva España)
CONTRA EL HOMBRE DEL SEISCIENTOS
“Contra los probes” iba a titular este artículo, pero a última hora he preferido ese otro, acaso más gráfico y más significativo históricamente. Tal vez ustedes recuerden aquella canción de los años setenta, de Moncho Alpuente, que decía así: “Adelante, hombre del seiscientos, la carretera nacional es tuya”. La letra de la canción era un retrato sociológico de la sociedad española del momento y de las condiciones y expectativas de millones de sus ciudadanos: en una España en expansión económica, que incluía el acceso a la vivienda para muchos, la posesión de un automóvil modesto, como las viviendas, abría unas enormes posibilidades de libertad y cambio: desplazamientos vacacionales con la familia, conocimiento de otras tierras y otras gentes, excursiones las playas, facilidad para ir al trabajo. El coche se convirtió, así, en una palanca de la libertad y la felicidad personal y familiar, al tiempo que en un evidente símbolo de estatus, modesto, pero importante.
El discurso ideológico -el español y el europeo- de tipo “modernizador” o “progresista” tiende hoy a eliminar para grandes capas de población la posesión de ese signo de estatus y bien liberador. Efectivamente, bajo una discutible premisa anticontaminación y con un discurso que, en general, ataca la libertad individual y trata de someter al conjunto de los individuos “corrientes” al lecho de Procusto de lo colectivo, las políticas derivadas de esos discursos demonizan la posesión y uso del coche y preconizan la utilización del transporte colectivo o del esforzado pedal.
Ahora bien, el transporte colectivo, sobre ser limitado para determinados trayectos y urgencias, no facilita otro tipo de actividades personales ni es cómodo. Y sobre los carriles para pedaleadores, en los que cada día se gastan más fondos y que, salvo en verano y en algún limitadísmo trayecto, están siempre vacíos, ¿qué quieren que les diga? ¿Habrá ejemplo mejor de despilfarro e incomodidad guiados por el salvífico discurso ideológico?
Es cierto, dirán, que sí se apoya el vehículo individual eléctrico. Pero este, aparte de sus limitaciones de autonomía, tiene dos dificultades: la de su recarga, fácil se se dispone de un chalé, más complicada en los demás casos, y su costo. Como dice un joven madrileño “Exigir vehículos más modernos y menos abrasivos con el medioambiente acaba perjudicando a las personas sin grandes ingresos. Al final eso de las etiquetas [distintivos ambientales de la DGT] es para la gente que tiene dinero. Pocos disponen de 20.000 o 30.000 euros para dar por un coche que tenga etiqueta ECO. Además, un buen coche eléctrico cuesta 50.000 o 60.000 euros”.
Dentro de esa política salvífica (“sostenible”, que es palabra mágica que lo mismo vale para el pasto de los burros que para la circulación de los coches), se han introducido las zonas de bajas emisiones (ZBE) en las ciudades de más de 50.000 habitantes. En esas zonas, definidas por cada ayuntamiento en el centro de dichas urbes, no pueden circular los coches que no tengan determinadas etiquetas medioambientales. Por simplificar: los de cierto tiempo y clase. Por otro lado, el Gobierno liga las ayudas al transporte colectivo (a fin de impulsar la “sostenibilidad”) a la instauración de las citadas zonas restrictivas para esos coches. Un ejemplo actualísimo de esa cuestión lo tenemos en Xixón (lo de “Gijón/Xixón” es una cretinez contra lege, por cierto). El ayuntamiento -de mayoría Foro/PP- se niega a multar en esas zonas y sostiene que, aun no multando, las ayudas al transporte público deben seguir llegando. La izquierda exige que se multe o, que, en caso contrario, se pierdan las ayudas al transporte. Pueden ver ustedes lo último: https://www.lne.es/gijon/2025/04/02/multar-reitera-ayuntamiento-zona-bajas-115950224.html.
Yo siempre me he preguntado, lo he hecho aquí, en LA NUEVA ESPAÑA, por ejemplo, por qué un vehículo que pasa la ITV obligatoriamente -es decir, que paga por ello- y que recibe el placet porque no contamina (o lo hace en los límites legales) no puede circular por las zonas ZBE porque sí contamina solo por ser antiguo. Áteme usted esa incoherencia “insostenible” por el rabo. No voy a decir que sean ganas de vender coches caros y eliminar los baratos, pero lo que es evidente es que se trata de una palmaria política contra los probes y a favor de los ricos; al margen de las ganas de… imponer, digamos, en que consisten las ideaciones de tantos políticos de ciertas especies.
Y estos días he tenido la alegría de leer la siguiente noticia: “Francia aprueba eliminar las Zonas de Bajas Emisiones por resultar clasistas. Por mayoría, y en contra de las tesis del Gobierno de Macron, una comisión especial de la Asamblea Nacional francesa ha aprobado la eliminación de las Zonas de Bajas Emisiones porque penalizan especialmente a los hogares de bajos ingresos”. No es definitivo, aún, es verdad, pero es la evidencia de una evidencia.
“Adelante, hombre del seiscientos”. Con la gente común, siempre, contra los señoritos ideólogos (a los que igual trasladan en vehículo con dinero de los ingresos de los perseguidos), también.
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