Pese a que todos los días parece haber una negra noticia en el ámbito político o en el del empleo (es posible que a finales de mes las cifras de la EPA traigan un dato aún peor), el panorama ha mejorado bastante en los últimos meses del año pasado, y ello hace que las perspectivas para el 2013 sean alentadoras.
A lo largo del 2012 he venido sosteniendo, en público y en privado, oralmente y por escrito, que seguramente veríamos esta mejora hacia finales de año. Para testimoniarlo, cito aquí unas palabras del artículo que publiqué en La Nueva España el 03/07/12: «Terminaré con un pronóstico optimista que vengo anunciando hace tiempo: si, como parece, la situación financiera se estabiliza, hacia finales de este año empezaremos a ver también señales positivas, la detención de la destrucción de empleo y, tímidamente, otro clima inversor».
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Ahora bien, esas mejoras no se han producido milagrosamente o porque llegase el momento del ciclo, sino porque se han tomado algunas de las medidas oportunas para ello. Si me permiten volver a citarme, traeré aquí las palabras de un artículo (La Nueva España, 20/01/2009), «¿En el 2011? Permitan que lo dude», donde negaba que las cosas fuesen a mejorar en ese año, como sostenían el gobierno y muchos economistas, dado que no se estaba tomando ninguna medida, más bien al contrario, sobre los problemas de fondo de nuestra economía: « Ahora bien, el gobierno socialista no piensa abordar ninguna de estas cuestiones. Se comporta como si estuviésemos ante una tormenta pasajera, desvanecida la cual, todo volviese a ser lo mismo, y, en consecuencia, pudiésemos seguir —con nuestra estructura productiva escasamente competitiva y con nuestro endeudamiento— creciendo en el aire y al margen de la realidad».
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Si, como se espera, el déficit estructural se ha reducido en el 2012 hasta el entorno del 7% y si la UE alivia la presión para los plazos de reducción del mismo, ello sería un enorme empujón para la financiación, la inversión exterior y la confianza interior, lo que haría, pese a los ajustes que nos quedan en algunos sectores como el financiero o el minero, que el empleo empezase a crecer aun antes de lo que pensamos y que, tal vez, una vez producido ese primer impulso, lo hiciese a un ritmo mayor del esperable, porque, en todo caso, el empleo se va a crear ahora con un crecimiento bastante menor del 2% del PIB anual.
Verdad es también que una parte de ese crecimiento ha de venir de inventar nuevos nichos de mercado por nuevos emprendedores, lo que es una cuestión lenta y progresiva; cierto también que la recuperación puede perderse por trastornos del ámbito internacional (un menor crecimiento en Europa, el desencuentro fiscal en EEUU, por ejemplo) o por el descontrol exponencial de la variable que forman el descontento de la ciudadanía, la corrupción y la manipulación que algunos sectores —políticos, sindicales y mediáticos— hacen de todo ello. Con todo, creo que las mejores perspectivas que se auguran han de confirmarse, y que, incluso, lograran superar la ocasional presencia de algunas de esas variables incontroladas que acabo de citar.
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