Desde que Carrillo me hizo expulsar en 1964 del partido comunista por
crimen de revisionismo, sé a qué atenerme. Sé que se considera de derechas
ceñirse a la realidad, analizarla rigurosamente, condición preliminar a toda
voluntad seria de reforma y de transformación. En cambio, ser de izquierdas
consiste en proclamar de manera voluntarista y dogmática la ruptura social, el
salto adelante. O mejor dicho, en el vacío.
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