Xuan Xosé Sánchez Vicente: asturianista, profesor, político, escritor, poeta y ensayista. Articulista en la prensa asturiana, y tertuliano en los coloquios más democráticos. Biógrafo no autorizado de Abrilgüeyu
Según lo previsto. Mañana, ya veremos
(Ayer, en La Nueva España)
SEGÚN LO PREVISTO. MAÑANA, YA VEREMOS
Los resultados electorales autonómicos no han diferido mucho de lo previsto: mayoría suficiente de las fuerzas con vis atractiva de izquierda. En ese ámbito, hay que señalar la notable mengua de Podemos y la absorción parcial de su voto por Convocatoria (IU). Crecimiento del PP y de Vox, notable el del PP. Disminución de Foro (pierde 1). Desaparición de Ciudadanos (tenía 5 escaños). SOS Asturias no consigue representación en la Xunta.
Por otro lado, es notable la subida de la participación, que contradice las manifestaciones habituales contra la política de los ciudadanos.
A partir de mañana lo que se dirime es cómo se forma el Gobierno, es decir, si Convocatoria por Asturias (IU y coaligados) o Podemos entran en él o pactan desde fuera. Ciertamente, IU ha manifestado con insistencia que quiere estar dentro. Creo que Barbón intentará gobernar en solitario con acuerdos externos.
Y, por supuesto, queda la incógnita del voto emigrante, cuya participación se desconoce y sobre cuyo fundamento actual cabría establecer algunos reparos.
En cuanto a los que no entran, uno manifiesta que las urnas no han sido justas con Ciudadanos —aquí y en algunas localidades, como Xixón—, que ha ayudado a la estabilidad presupuestaria y ha tenido posturas razonables. Pero, aparte de sus errores o aciertos, los votantes castigan casi siempre a quienes pactan con los gobiernos y, además, estos partidos «de centro» (piénsese en UPyD) funcionan como fuegos fatuos en el entusiasmo de los ciudadanos: producen una llamarada que se extingue enseguida.
De las demás formaciones solo a aludiré a Suma Principado: jamás entendí cuál era su esperanza ni por qué se presentaba: sus resultados son los previstos. Si otra cosa soñaban, disparataban.
En las principales ciudades, Mieres, Avilés, Uviéu, Xixón, Llangréu, Siero, también se han cumplido las expectativas; en algunas de ellas, como para el Gobierno autonómico, queda pendiente la formación de mayorías claras. Destaca, en cualquier caso, el crecimiento de Foro en Xixón, menor de lo que se pronosticaba, crecimiento que se debe, sin duda, a la persona de su cabeza de lista, Carmen Moriyón. Atentos a los acuerdos.
Para terminar. Uno no puede dejar de sentir una especie de lástima melancólica por aquellas formaciones que han puesto todo su empeño y su ilusión (y algún dinero) no solo para no lograr éxito alguno, sino para obtener un triste o un tristísimo resultado.
Administración, dineros, ciudadanos
(Ayer, en La Nueva España)
ADMINISTRACIÓN, DINEROS, CIUDADANOS
Hace pocas fechas el ministro Escrivá (el tipo con la mejor fama inmerecida de España desde antes de ser ministro) se ponía como una pantera al negar que se exigiese cita previa en la Seguridad Social, pese a que en la página web del citado organismo se especifica: «La atención al ciudadano en las oficinas de la Seguridad Social requiere disponer de una cita».
Pero seguramente a ninguno de ustedes le hace falta recurrir a testimonios externos para saber que en muchas oficinas de la Administración se exige aún hoy cita previa, sin la cual no se puede realizar trámite alguno. Y aunque es verdad que en algunas dependencias o servicios de las Administraciones se ha eliminado la demanda como exigencia sine qua non para ser atendido, sigue siendo requerida en otras. Conozco varios casos recientes en que un ciudadano se ha personado en una oficina, con todas las ventanillas vacías, para realizar un trámite y no ha podido hacerlo por carecer de esa previsión. Sin ir más lejos, los remito a ustedes a la página 48 de LA NUEVA ESPAÑA, edición de Xixón, del miércoles 24 de mayo, donde don Celeste Pérez cuenta esa experiencia en una AEAT prácticamente vacía, en Xixón.
La parte dura de la pandemia, con sus exigencias de precauciones y separación, dio lugar en un principio a razonables cautelas para evitar la acumulación de ciudadanos en las oficinas, pero, en parte, esas exigencias han seguido manteniéndose, sin justificación alguna, en el momento actual, constituyendo una comodidad para los empleados públicos y una carga para los usuarios. En general, los tiempos estimados en la cita previa son demasiado largos y, además, hay ciudadanos que no acuden a cumplimentarla, con lo que se suceden esos panoramas de funcionarios mano sobre mano y sillas o ventanillas vacías. Vayan ustedes a un ambulatorio y verán que ocurre lo mismo, pese a las reiteradas quejas de los sindicatos de los profesionales de la sanidad.
Paralelamente, entre una parte del funcionariado se ha puesto en marcha una cadena de reivindicaciones de más comodidad y de más salarios, la del teletrabajo, por ejemplo, ocupación que, si muy moderna, es difícil de evaluar en su rendimiento desde la Administración, por muchas razones. En el ámbito de la sanidad, también se ha abierto una carrera de reivindicaciones salariales y de relajación del trabajo, que unos sindicatos aceptan y otros no. Y no digamos nada ya del mundo de la justicia, en que parece haberse establecido una cadena de relevos para paralizarla: primero los letrados, después jueces y fiscales, ahora los funcionarios, en una especie de ejecución de la canción del “todos queremos más, y más, y más, y mucho más”.
Con esos antecedentes, exitosos además, con la presión de la inflación sobre los sueldos, y con el pésimo ejemplo dado por el Gobierno mediante la subida de las pensiones en la cuantía del IPC, no será de extrañar que en meses próximos más grupos de la Administración inicien sus movimientos reivindicativos.
Quiénes ganan está claro. Y quiénes pierden, también: los ciudadanos que ven sus juicios aplazados sine die (claro que algunos delincuentes son premiados con esa demora), aquellos cuyas citas en la Sanidad se retrasan (más), y todos nosotros, en general, que somos los que pagamos esperas, retrasos y subidas salariales, a sumar a los regalos del Gobierno para viajes y entretenimiento del ocio (entre otras cosas).
Y no puedo evitar, es un vicio personal, traer aquí una cita de la Ilíada: -¡Oh amigos, capitanes y príncipes de los argivos, los que bebéis en la tienda de los Atridas Agamenón y Menelao el vino que el pueblo paga!
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València nos ilumina
VALÈNCIA NOS ILUMINA
Como hemos hecho saber al Gobiernu recientemente mediante requerimiento notarial, la Ley de Uso y Promoción del Bable/Asturiano está siendo incumplida (o, si se quiere, y siendo bondadosos, «mal interpretada»). Efectivamente, el artículo 15.1 de la Ley 1/1998, de 23 de marzo, de Uso y Promoción del Bable/Asturiano establece que los topónimos de Asturias tendrán la denominación oficial en su forma tradicional. Cuando un topónimo tenga uso generalizado en su forma tradicional y en castellano, la denominación podrá ser bilingüe. La finalidad del artículo transcrito es expurgar las denominaciones oficiales de pueblos y lugares de años de aculturación, falseamiento (deliberado o por desconocimiento), errores, castellanización desinformada o pura y simple desidia. La experiencia acumulada hasta la fecha en el proceso de aplicación de la ley permite señalar desviaciones claras respecto de su espíritu y finalidad.
El incumplimiento más claro es en la doble denominación del tipo Oviedo/Uviéu, Gijón/Xixón, etc., pues la ley manifiesta con claridad que el nombre oficial es el «tradicional» (Uviéu, Xixón…) y solo cuando está muy extendido el castellanizado se podrá usar, además, este último, como un añadido, evidentemente, no como principal.
En multitud de casos esa excepción ha venido a generalizarse, como si las castellanizaciones recientes, o las sistemáticas manipulaciones de Carreteras del Estado, fuesen una presencia imperiosa en la lengua común que necesitasen esa duplicidad: Llastres/Lastres, Lluanco/Luanco, o, incluso, en ocasiones, como si el término adventicio fuese el asturiano (colocado en segundo lugar), y no el castellanizado o manipulado.
Lo que es una excepción en el 15.1 ha pasado en muchos casos a convertirse en norma ridícula (Cadarienzu/Cadarienzo; La Cruz de Illas/La Cruz d’Illas), en todo caso, contraviniendo flagrantemente la ley.
El traslado de esa realidad legislativa (generada en las comisiones de toponimia y los ayuntamientos y trasladada al BOPA) a la señalización viaria es confusa, contradictoria y risible en muchos casos, conviviendo topónimos falsificados con otros recuperados; indicadores donde encabeza el nombre en asturiano y otros, del mismo lugar, donde lo hace el nombre castellanizado (o ministerializado). ¿Para qué seguir? Dense una vuelta y miren ustedes.
Pero, además, esos nombres «tradicionales», «asturianos», son, una vez establecidos, los oficiales. Si, por ejemplo, el nombre oficial es Llastres, no existe, desde ese momento, ni para la Administración General ni para el Estado otra denominación de la localidad que esa, independientemente de la oficialidad o no oficialidad de la lengua. Y en ese sentido, el respeto que en esos ámbitos se tiene hacia los nombres «oficiales», «reales», es escaso, es decir, contra legem, aunque hay que reconocer que algunos servicios de la Administración se han adecuado ya a la nueva legalidad.
Al respecto, un hecho reciente ha venido a poner una nueva mancha, un nuevo incumplimiento con respecto a la legislación. Como ustedes saben, en la Puerta del Sol, en Madrid, acaba de inaugurarse en el llamado Kilómetro Cero una rosa de los vientos en granito donde, en su correspondiente orientación geográfica, constan todas las capitales de provincia: A Coruña, Ourense, Zamora, Salamanca… Son también conocedores, sin duda, de que el alcalde de València, Joan Ribó, ha exigido que se respete el nombre oficial de su ciudad, València, y no Valencia, que es la grafía que está escrita.
En dicha rosa de los vientos consta, cómo no, el nombre de nuestra capital, en la arcaica forma deturpada (Oviedo) y no en la oficial (aunque contra legem) desde el 21 de marzo de 2019, Oviedo/Uviéu.
Yo no esperaba que el alcalde de nuestra capital, don Alfredo Canteli, corriese a pedir la oportuna rectificación, no por nada, sino porque anda, sin duda, excesivamente enfrascado en su renovación como primer edil, pero sí me ha extrañado que ni una sola voz se haya alzado desde Asturies para denunciar el desafuero o exigir su reparación. Ni una, ni siquiera de entre los más furibundos asturianistas, la Academia o los más esquivos partidos políticos que hacen como si estuviesen muy interesados en nuestra lengua, tradición y derechos.
Dice tanto ello de nosotros que prefiero no decir nada.
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Pumares, Foro y la oficialidá del asturianu
El que quiera engañase, que s'engañe, y el que quiera atolenar, qu'atolene.
Les declaraciones d'Adrián Pumares sobre l'asturianu:
Al ser preguntado sobre la oficialidad respondió que Foro está “por un modelo lingüístico que garantice el derecho a poder hablar la lengua propia y también la voluntariedad” (LNE, 23/05/2023, edición de Xixón, páx. 16). “Nuestro planteamiento es que la lengua es un patrimonio de todos y hay que usarla para unir y para mantener los vínculos con Asturias. Y hay que usarla como atractivo. Queremos que cualquier persona que quiera usarla, pueda hacerlo, y que quien no, no se vea obligado”. (idibem, 24/05/2023).
O sea, un migayín menos que la Llei d'Usu.
Ficciones y limitaciones de la democracia: Asturies
(Ayer, en La Nueva España)
FICCIONES Y LIMITACIONES DE LA DEMOCRACIA: ASTURIES
Lo que entendemos por democracia, en la acepción de elegir o rechazar los representantes políticos cada equis tiempo mediante el voto, parte de cierta ficción, digamos voluntariosa: la de que todos los ciudadanos, a partir de cierta edad, tienen conocimiento de lo que votan, capacidad para discernir e interés por votar. No hace falta que precisemos aquí lo que de voluntarioso tienen estos supuestos; pensemos, por ejemplo, en el número bastante alto de ciudadanos que nunca se acercan a las urnas para elegir, unos por indiferencia, otros por vivir en la marginalidad o al margen del sistema, tal vez algunos por estar en contra.
El sistema censitario, aquel en que el voto se restringía a aquellas personas que tuviesen un determinado nivel de renta o de instrucción, partía de una concepción «más realista» del universo de los votantes, pero, evidentemente, excluía, de una forma que hoy nos resulta inaceptable, a una parte importante de él. Así pues, la práctica del voto se mueve hoy entre la Scila de la suposición universal de capacidades e interés y la Caribdis de la realidad social.
Recientemente, el presidente Barbón ha realizado una propuesta que se debe considerar desde esas perspectivas antedichas: la universalidad de un bienintencionado derecho y la realidad de sus efectos. Consiste la idea en crear una circunscripción de un escaño para el voto de los emigrantes, restándolo de la actual circunscripción central de nuestro sistema representativo autonómico.
Se calcula en unos 120.000 los individuos que actualmente, a partir de la ley de Memoria Democrática, tienen la nacionalidad asturiana y son residentes en el extranjero. Anotemos que entre ellos hay muchas docenas de miles que nunca han pisado Asturies: son hijos o nietos de quienes hayan emigrado por razones económicas, políticas o sociales; contemos también a los que hace ya muchos años que residen fuera de España. ¿Se ajusta a «razón democrática» que quienes hace décadas que no han pisado nuestro territorio o nunca lo han hecho, o que, seguramente, desconocen por completo nuestros problemas, las componentes de nuestra realidad, tomen decisiones sobre ella? ¿Que su «capricho» o su fantasía condicionen la realidad (de empleo, en la sanidad, en la educación…) de quienes aquí sí viven, laboran y cotizan? Mi opinión es que de ninguna manera. Es un parámetro que supera con mucho lo aceptable en las suposiciones de lo «universalmente igual» en que se sustenta la democracia.
En un reciente artículo publicado en estas páginas a propósito de la cuestión, el profesor Francisco J. Bastida apuntaba que mejor se afanaba el señor Barbón en eliminar la anomalía de tener Asturies tres circunscripciones electorales, anomalía que tiene efectos distorsionadores sobre la cuota de poder de decisión de cada ciudadano, al hacer más elevado, según la circunscripción, el número de votos necesario para la representación del votante.
Pero, por otro lado, la idea de las tres circunscripciones se sustenta sobre una fantasía que, a su vez, se asienta sobre otra fantasía universal, la de la representación de los intereses del elector por el diputado individual. ¿Porque alguien cree de verdad que un diputado de un partido va a defender los intereses de un grupo de votantes al margen de lo que le ordene el partido –fíjense, por ejemplo, en la postura histórica del PSOE asturiano con respecto a la Variante de Payares–? Y ya, por encima de esa ficción, ¿es pensable que un diputado del Oriente o del Occidente vote distinto a la orden del partido para defender esos intereses locales?
Aún más, ¿qué sentido tiene –suponiendo que esa representatividad sectorial funcionase (¡funcionariola!)– que en un territorio como Asturies se necesitase ser del Oriente o del Occidente para conocer los problemas o necesidades de cada centímetro de esos territorios por un diputado del centro y, sobre todo, por la propia organización política? ¿No es todo ello una pura fantasía contra la realidad ¿Una pura ficción contra la práctica real del voto disciplinado y, acaso, del pensamiento uniforme, casi nunca personal, de los diputados?
De modo que, señores fantaseadores –que existen otros proponentes, además del señor Barbón–, señor Barbón: a las realidades, no a los discursos; a lo que tenemos ahora como problema en nuestro sistema electoral, no a crear una nueva distorsión en la traslación de las voluntades o necesidades de los ciudadanos.
Variante con variantes y la tristitia post coitum
(Ayer, en La Nueva España)
VARIANTE CON VARIANTES Y LA TRISTITIA POST COITUM
La historia de nuestro inmediatamente futuro semi AVE (puesto que no estará cabalmente completada toda la línea hasta dentro de un tiempo), arranca en 1982 como «Variante del Payares», impulsada por el nunca bien alabado por este mérito don Alejandro Rebollo. La llegada del PSOE al poder supuso la suspensión de los planes para el nuevo trazado ferroviario a Asturies y el destino de los dineros presupuestarios a otros caminos de hierro para otros territorios.
Desde entonces, hubo una lucha continua por parte de personas, partidos e instituciones de Asturies, salvo el PSOE, para volver a poner en marcha el proyecto. Como en algunas participamos, déjenme citar dos en que estuve presente. La primera constatable con documento gráfico data del 18 de febrero de 1990. Junto con otros compañeros del PAS cortamos la vía y retrasamos la salida del tren, mientras sosteníamos una pancarta que decía: «Variante del Payares, sí». La segunda es mi presencia en la tribuna del Congreso de los Diputados para defender una propuesta de la Xunta Xeneral (no apoyada por el PSOE) a fin de que la Variante fuese incluida en el Plan Director de Infraestructuras.
Pero no fue hasta 2003, con el Gobierno de Aznar y el impulso del señor Álvarez Cascos –tan criticable por tantas otras cosas, pero que, sin duda, es el motor de arranque de toda la infraestructura (don Pedro de Silva manifestó en un billete que nunca creería que la obra se llevaría a cabo, y que Cascos había sido pieza fundamental para ello)–, cuando existe presupuesto para la obra. El 10 de febrero de 2004 se coloca la piedra inaugural en L.lena, acto al cual fui invitado.
Y después, ya saben, los sucesivos gobiernos y ministros fueron prometiendo el «ya llega», sin descanso y sin pudor: Zapatero, el 2009; Areces, el 2011; Blanco, el 2012 y 2013; Rajoy, el 2014; Pastor, el 2015; De la Serna, el 2020; Ábalos, el 2020; Lastra, el 2021; Pardo de Vera, el 2022; Losa, el primer semestre de 2023; Raquel Sánchez, en mayo de 2023; lo último, en noviembre de 2023. Y dejo algunas variantes de las promesas y profecías de la Variante.
Ahora, lo serio, que lo anterior es ruido, furia y comedia: la variante es una obra ingente, que ha costado un montón de dinero (4.000 millones de euros, de momento), que ha superado enormes dificultados técnicas, y que ha tenido que soportar los caprichos, manías o ideaciones de los políticos sobre cómo deberían ser las vías y qué trenes deberían circular por el nuevo trazado. De modo que, al respecto, no hay más que posar la montera.
Ahora bien, si uno mira atento y escucha arrectis auribus, coles oreyes llevantaes, se dará cuenta de que parece que la llegada del AVE va a significar para Asturies casi tanto como la caida del maná para los israelitas en el desierto. Partidos políticos, sindicatos, empresarios –no estoy tan seguro de que también la gente común– manifiestan que el Ave va a significar un cambio sustancial para nuestra economía y empleo. Permítanme poner en solfa ese optimismo desmesurado. Ayudará, pero nuestros problemas no solo seguirán, sino que la mayoría de ellos requieren recetas desvinculadas del tráfico o tráfago ferroviario. Temo, pues, que al ver que no se ha producido el súbito milagro se producirá la tristitia post coitum, el desencanto.
Lo que no cesarán serán las asturianadas, los cantos típicos regionales: todo el mundo pedirá que el AVE pare ante su casa y se «exigirán» nuevos trazados para atender nuevas poblaciones.
Y, por cierto, desde Pola L.lena hasta la mar, de momento, la vía sigue «al modo antiguo».
PS. Que el nuevo anuncio lleve al mes de payares la inauguración de la Variante de Payares no debe tomarse, según hace la siempre recelosa oposición, como una añagaza electoral para acercar el acto a las elecciones generales, sino como un esfuerzo más del señor Barbón, en comandita con Sánchez, para promocionar la llingua llariega.
Tus palabras me alucinan
(Ayer, en La Nueva España)
TUS PALABRAS ME ALUCINAN
Leo con atención el programa de un candidato municipal. Sintetizando, quiere hacer una ciudad limpia, sin coches (no autobuses –municipales, por supuesto–), verde y ecológica. Industrias, solo las que no contaminen y que generen puestos de trabajo (¿las hay que no lo creen?); empleo verde, economía azul (la marítima). No puedo evitar que me asalte una cita, aquel ideal de la República del Bidasoa con que Baroja fantaseaba: «Sin moscas, sin frailes y sin carabineros». Y, sobre todo, aquella consideración de Aristóteles en La República: «Si cada instrumento pudiese, en virtud de una orden recibida o, si se quiere, adivinada, trabajar por sí mismo, como las estatuas de Dédalo o los trípodes de Vulcano, que se iban solos a las reuniones de los dioses; si las lanzaderas tejiesen por sí mismas; si el arco tocase solo la cítara, los empresarios prescindirían de los operarios, y los señores de los esclavos». El mundo ideal, donde el cielo nos alimentase, como en la parábola del Evangelio de Mateo. ¿Quién no lo desearía?
Pero este tipo de ideales son, en realidad, un flatus vocis, un puro desiderátum, ya que la cuestión es otra: ¿qué tipo de actividades somos capaces de atraer o promover? ¿Qué capitales o inversores podemos concitar? ¿Qué industrias reales quieren o pueden venir a nuestros lares o en ellos surgir? ¿Cómo ayudar a lo que ya existe para que se sostenga y crezca? Es decir, ¿cómo crecer, crear empleo y riqueza realmente, en el mundo de lo dable y posible? Porque la realidad es la que es: vamos a menos, y nuestros jóvenes y los mejor preparados tienen que emigrar. ¿O es que, acaso, se está pensando en un nuevo INI o en algo semejante?
Mas no crean que estos programas tan fantasiosos, tan al margen de la realidad posible, son raros. En realidad, la mayoría de los programas económicos que presentan nuestras fuerzas políticas contienen una dosis de fantasía semejante, operan en el vacío: albergan una serie de buenos propósitos, pero ni siquiera insinúan cómo van a hacer para atraer o incitar capitales, conocimientos, inversores, empresas; para estimular lo que hay; cómo van a eliminar los obstáculos administrativos o legislativos existentes. Es más, en ocasiones plantean nuevas propuestas “salvíficas” que no son sino nuevos obstáculos para la inversión, el crecimiento y el empleo.
Y están, después, las acciones concretas en contra de determinados proyectos de inversión. Por no hablar otra vez de la oposición, por tierra, mar y aire, a los molinos generadores de energía, fijémonos en una posible –posible, digo– nueva industria con bastante empleo: la planta de pirólisis en El Musel.
Se va a instalar en Castilla-La Mancha sin, al parecer, oposición. Los informes sobre sus efectos medioambientales son positivos. Parece hasta ahora que ha superado los trámites administrativos pertinentes en nuestro país. Y, sin embargo, ha encontrado un fuerte rechazo en varios partidos xixoneses, entre otros, en el mismo que en el escalón administrativo superior –el Principado– concede los permisos y da el nihil obstat medioambiental. ¿La razón? “Va a ser muy contaminante”, según ellos. Y lo deseable, naturalmente, son empresas no contaminantes. Y las alternativas a este proyecto, ¿dónde están? ¿Úles? ¿Hacen cola para ocupar el mismo lugar u otro? Silencio.
Se me aparece mi trasgu particular, Abrilgüeyu.
–¿Puedo contate una historia? –me dice.
Acepto. Me recuerda aquellos tiempos iniciales de José Manuel Palacio como alcalde de Xixón, en que ya no había en el concejo dónde verter la basura y todas las noches salían los camiones con los residuos xixoneses a la aventura por Asturies, a ver dónde podían aquella noche depositarlos. En un momento determinado, pareció encontrarse una solución temporal en una zona de Roces-Tremañes. Se convocó concejo de vecinos (¡ah, la insuperable democracia directa!) para consultar. Se explicó que no habría problemas de contaminación ni de olores, porque se cubriría cada capa con cal.
–Y así se convierte en materia inerte –explicó el técnico.
–¿Veis? ¡Peor! ¡Mucho peor! –surgió una voz de entre el sabio pueblo–. ¡”Materia inerte”! ¡Eso ye lo peor¡
Y al conjuro de la “materia inerte”, se levantó el griterío, se enfureció la asistencia y allí se acabó el vertedero. Aquella noche los camiones volvieron a emprender el peregrinaje para buscar un alcalde amigo que concediera un permiso por algunos días.
Afiladas guadañas silenciosas
(Ayer, en La Nueva España)
AFILADAS GUADAÑAS SILENCIOSAS
Pallida mors…
En enero los alimentos subieron un 15,4%, un 16,6% en febrero, en marzo el 17,6%. Es una inmisericorde guadaña que va recortando los bolsillos de los ciudadanos, su bienestar, y, en muchas ocasiones, sus posibilidades de alimentarse adecuadamente. ¿Quién puede soportar esta escalada, que seguirá, y ello sin tener en cuenta otras subidas con que roe la inflación?
Parece que, en tiempo de sequía, las presas se han roto y que no hay ámbito en que nadie quiera dejar de mejorar sus emolumentos: policía, sanitarios, miembros de la justicia… Sólo quien no puede se limita a la queja silenciosa.
Otro ámbito en que la guadaña trabaja sin descanso es el del pequeño comercio. Basta con que ustedes salgan a la calle y podrán traer a la memoria aquellos versos de Quevedo: «Y no hallé cosa en que poner los ojos que no fuera recuerdo de la muerte». Un dato, en España el saldo entre cierres y aperturas en un año ha sido de 20.700 bajas. La edad de los comerciantes es una causa, pero algo tendrán que ver las políticas municipales de peatonalizaciones y los impuestos crecientes.
Y siega acelerada en el campo. El lunes 24 de abril la gente del agro se manifestaba, irritada y desesperada, en la capital asturiana. Aquí hay una parte de evolución natural, pero otra muy importante la constituyen las políticas que contra el campo siguen los gobiernos central, autonómico y europeo: prelación de la bestias sobre las personas y los animales domésticos; prohibiciones absurdas; ecologismo de pandereta… Quieren acabar con ellos, como siempre digo.
Las tres son afiladas guadañas silenciosas. Pero si Horacio decía –en traducción libre– que «la pálida guadaña de la muerte acute lo mesmo al ricu que al probetayu», aquí no sucede igual: son los más débiles quienes fundamentalmente caen abatidos sobre el terreno.
Con la colaboración y entusiasmo de los gobiernos, tantas veces.
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La Ley de Uso y Promoción del Asturiano: Puntualizaciones e historia
(Ayer, en La Nueva España)
LA LEY DE USO Y PROMOCIÓN DEL ASTURIANO: PUNTUALIZACIONES E HISTORIA
El día 19 de abril, junto con mi amigo y compañero Xesús Cañedo Valle, daba una charla en el RIDEA para aclarar algunos extremos al respecto de esa ley, que lleva en vigor veinticuatro años, en gran parte incumplida y, desde luego, desconocida en su génesis.
Corrían sobre la ley y su elaboración dos ideas erróneas: que había habido unanimidad en su gestación y que era “una ley del PP”, una auténtica falacia esto último. A la vista de tales despropósitos, pedí a don Javier Junceda que nos habilitase en el Instituto un tiempo para exponer la verdad histórica, esto es, la verdad a secas. Sustancio aquí aquella exposición. Los invito a leer no sólo por conocer la historia, sino para que, seguramente, se asombren y rían ante algunos comportamientos bufos.
En las elecciones autonómicas de 1995 el PP obtuvo 21 escaños, 17 el PSOE, 6 IU y 1 el PAS. Puesto que en aquel momento (regnante Julio Anguita) IU no quería llegar a acuerdos con el PSOE, se hizo con el Gobiernu el PP, con Sergio Marqués como presidente. Esa mayoría minoritaria permitía gobernar, pero no tener Presupuestos; Asturies se enfrentaba así a cuatro años sin inversiones, con las consecuencias que ello suponía. En esa situación nosotros nos ofrecimos a negociar Presupuestos si se daba una coyuntura que lo hiciera posible, que se dio cuando el señor Saavedra abandonó IU y se mostró dispuesto, también, a un acuerdo presupuestario.
El día 10 de diciembre de 1996 (ya había pasado un año y medio desde las elecciones) firmamos entre Sergio Marqués y quien esto escribe, en representación de las respectivas fuerzas políticas y del Gobiernu, un acuerdo de cuatro puntos, los tres primeros de índole económica e inversora (permítanme recordarles que aquellos pactos coadyuvaron a la creación de 20.000 puestos de trabajo, que el paro descendió hasta el número nunca, por desgracia, repetido hasta hoy de 50.000 personas, y que, durante muchos años, los proyectos contenidos en aquellos Presupuestos siguieron desarrollándose).
El cuarto punto nos comprometía a elaborar una Ley de Uso y Promoción del Asturiano en unos términos concretos y en el plazo de tres meses. Pasado más tiempo, tratamos de averiguar qué ocurría con el proyecto. Al presentarnos en la Conseyería quedamos horrorizados con el texto: aquello era un engendro que pudiéramos llamar “de los amigos de los bables”, donde se hablaba de dialectos y subdialectos, y en el que no se recogían los puntos sustanciales del acuerdo: el término de “lengua”, la toponimia real, el uso de la lengua ante la Administración, la Universidad, los ayuntamientos, etc.
Por “hacer breve el cuento”, que diría don Sergio, nos sentamos en el despacho de éste Xesús Cañedo y yo y redactamos la ley. Por significar el cambio, señalemos que, como recordaba Xesús Cañedo, la titular de la Conseyería, al ver el texto, digamos, de Suárez de la Riva, exclamó: «¡Pero esto, Xuan, es la cooficialidad!».
A partir de aquí el acuerdo empezó a sufrir ataques de todas partes, empezando por el propio Partido Popular, cuya Ejecutiva se pronunció públicamente en contra: tenían los Presupuestos y tenían unos acuerdos firmados, pero debían de pensar que el brocardo «pacta sunt servanda» hablaba de la entonces alcaldesa de A Veiga, del PSOE, Servanda García. El mismo Álvarez-Cascos, desde Madrid, «rechazó» la ley. Isidro Fernández Rozada argumentaba correctamente, pero para oponerse al texto: «si el bable es una lengua, ¿por qué no va a ser oficial?».
(No se les oculta que en el PP se había abierto una guerra contra el Gobierno de Marqués, desde el primer día. La Ley de Uso fue una más de las armas usadas en esa batalla).
Señalaré ahora que tanto IU como PSOE presentaron sendas enmiendas de totalidad al Proyecto de ley; que el PSOE auguró que el texto iba a provocar «un conflicto social», e intentó por todos los medios –filibusterismo parlamentario incluido– que la ley no saliese adelante y que se retirase.
Pero la cuestión vino a complicarse aún más. Paralelamente a la tramitación de la ley empezaba a negociarse la reforma estatutaria, y ahí asomaba la cuestión de la cooficialidad. Y, de repente, la iniciativa no sólo concitaba una hostilidad universal (no sólo pública, también particular: ¡la de llamadas y conciliábulos que desde las «fuerzas vivas» se produjeron o suscitaron!) porque era «una porquería», sino porque, en un acto de auténtica traición, «la impulsábamos ¡para que no hubiese cooficialidad!». «¡Traidores!» fue un grito unánime. Empezó con la campaña Suatea y al día siguiente prosiguieron IU y otras personalidades e instituciones, por ejemplo, el presidente de la Academia de la Llingua. A la manifestación de finales de año a favor de la oficialidad, por cierto, no pudimos asistir porque nos amenazaron seriamente con «recibirnos a palos».
(Es cosa asombrosa, pero ejemplar, cómo puede mentirse y manipularse con éxito a la opinión –y, también, no lo olvidemos, hablar sin saber de qué se habla–. Para conseguir la cooficialidad hacen falta 26 votos. Nosotros, con el PP, tan renuente, no sumábamos siquiera los 22 necesarios para aprobar la ley; sin embargo, que no hubiera oficialidad era culpa –única y exclusivamente– del PAS. Ni que decir tiene que cuando, tiempo después, IU gobernó con el PSOE o cuando este lo hizo en solitario nadie se acordó de exigir ya la oficialidad a quienes no sumaban los votos suficientes).
Bien. La ley salió adelante porque el señor Saavedra se ausentó en la primera parte de la votación y las enmiendas de totalidad quedaron rechazadas al empatar los votos de PSOE-IU con los de PP-PAS. Pero, de pronto, entró en la sala el señor Saavedra («Tras hablar con Bueno y Alarcos –dijera–, jamás votaré ese engendro») y se dedicó a apoyar todas las enmiendas parciales de aquellos. En mi opinión, en nada mejoró el texto.
Pero no acaba aquí la historia. Tiene una segunda parte, de opereta bufa. Habiendo rechazado en la Xunta las propuestas de cooficialidad de IU y PAS en el trámite de reforma del Estatuto, incluida la nuestra de cooficialidad inserta en el texto pero a la espera de un quorum suficiente en nuestro Parlamento, conocida como «cooficialidad diferida» –etiqueta que tanto daño nos hizo y por la que tanto nos vituperaron, pero cuya historia no voy desarrollar aquí–, cuando el proyecto de Estatuto llega a Madrid, IU y PP proponen incluir en él la «cooficialidad diferida». ¿Y quiénes lo hacen por parte del PP? Asómbrese: Isidro Fernández Rozada, Mercedes Fernández, Isabel Pérez Espinosa (el azote más azotador de Sergio Marqués) y ¡el propio Cascos, en persona y con insistencia!
¿Las razones del PP para esa tan llamativa como temporal pirueta? Se hallaban en plena ruptura con Sergio Marqués, y en competición, por tanto: Intelligenti pauca.
De toda esta historia pueden desprenderse varias consideraciones y enseñanzas de índole particular y general, algunas desmoralizadoras. Lo dejo en sus manos y me limito a dos. La primera, señalar que, según dijera el jurista José Manuel Pérez con ocasión de celebrarse el vigésimo aniversario de la proclamación de la ley, en 2018: «Perdimos veinte años al no desarrollar la Ley de Uso: la situación sería ahora diferente». Y, añado yo, algunos aspectos de ella se eluden o incumplen flagrantemente, valga de ejemplo lo referido a la toponimia, de lo que tal vez hablaremos en otro momento.
La segunda consideración. ¿Se acuerdan del episodio de Quiteria y Basilio en el Quijote? Hace este como que se suicida y consigue casarse in articulo mortis con su amada Quiteria, quitándosela al rico Camacho. Sacramentado el connubio, se arranca del pecho el artificio por el que fingió su suicidio y se pone en pie. «¡Milagro, milagro!», gritan los asistentes; «No milagro, sino industria» proclama él. Pues bien, algo de «industria» ha habido en todo este proceso (y aun, pero quede para otra, desde el primer momento de la autonomía, con el artículo 4º de la misma), pero, sobre todo, de «milagro».
Y, ya que andamos de citas literarias, «A esto don Juan se arrojó […] / y lo que él aquí escribió / mantenido está por él», o, dicho en román paladino, de cada una de estas afirmaciones existe fe documental.
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