Afiladas guadañas silenciosas

(Ayer, en La Nueva España) AFILADAS GUADAÑAS SILENCIOSAS Pallida mors… En enero los alimentos subieron un 15,4%, un 16,6% en febrero, en marzo el 17,6%. Es una inmisericorde guadaña que va recortando los bolsillos de los ciudadanos, su bienestar, y, en muchas ocasiones, sus posibilidades de alimentarse adecuadamente. ¿Quién puede soportar esta escalada, que seguirá, y ello sin tener en cuenta otras subidas con que roe la inflación? Parece que, en tiempo de sequía, las presas se han roto y que no hay ámbito en que nadie quiera dejar de mejorar sus emolumentos: policía, sanitarios, miembros de la justicia… Sólo quien no puede se limita a la queja silenciosa. Otro ámbito en que la guadaña trabaja sin descanso es el del pequeño comercio. Basta con que ustedes salgan a la calle y podrán traer a la memoria aquellos versos de Quevedo: «Y no hallé cosa en que poner los ojos que no fuera recuerdo de la muerte». Un dato, en España el saldo entre cierres y aperturas en un año ha sido de 20.700 bajas. La edad de los comerciantes es una causa, pero algo tendrán que ver las políticas municipales de peatonalizaciones y los impuestos crecientes. Y siega acelerada en el campo. El lunes 24 de abril la gente del agro se manifestaba, irritada y desesperada, en la capital asturiana. Aquí hay una parte de evolución natural, pero otra muy importante la constituyen las políticas que contra el campo siguen los gobiernos central, autonómico y europeo: prelación de la bestias sobre las personas y los animales domésticos; prohibiciones absurdas; ecologismo de pandereta… Quieren acabar con ellos, como siempre digo. Las tres son afiladas guadañas silenciosas. Pero si Horacio decía –en traducción libre– que «la pálida guadaña de la muerte acute lo mesmo al ricu que al probetayu», aquí no sucede igual: son los más débiles quienes fundamentalmente caen abatidos sobre el terreno. Con la colaboración y entusiasmo de los gobiernos, tantas veces.

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