Xuan Xosé Sánchez Vicente: asturianista, profesor, político, escritor, poeta y ensayista. Articulista en la prensa asturiana, y tertuliano en los coloquios más democráticos. Biógrafo no autorizado de Abrilgüeyu
De Campanal a Orlegi
(Ayer, en La Nueva España)
DE CAMPANAL A ORLEGI
No, no se trata de una cuestión meramente futbolística. Con «Campanal» me refiero a la antigua y famosa fabada, no a ninguno de los Campanal, asturianos y futbolistas. Si traigo aquí el nombre de la fabada enlatada es porque acaba de aparecer la noticia de que una conservera cántabra ha comprado la marca a otra conservera, cántabra asimismo, que, a su vez, la había adquirido en Xixón, donde había nacido, precisamente de la mano de un tío y abuelo de los futbolistas.
Los que tengan una cierta edad («cierta» es un delicado eufemismo) recordarán un largo número de fábricas y productos que han dejado de existir o han sido comprados por inversores extranjeros: chocolates, por ejemplo, cervezas, mantequilleras, conserveras… En la mayoría, si no en la totalidad de esos casos, las industrias, al desaparecer, han dejado tras sí tal vez su nombre en el lugar que ocupaban, y, siempre, el vacío de su actividad y sus empleos. Cuando, como en la circunstancia de la citada fabada, subsiste su nombre fuera de nuestro país, es solo esa sola sombra de la antigua realidad lo que subsiste.
En otros casos lo que ocurre es que capitales (multinacionales, generalmente) se hacen cargo de los negocios que antes fundaran y regentaran capitales y emprendedores asturianos: pongamos Aguas de Cuevas, pongamos Fabada Litoral, pongamos…
Con esos o con otros nombres, los productos del ramo de la alimentación que se han ido llegan a los consumidores locales, pero los beneficios no revierten en bolsillos de asturianos ni se gastan en Asturies, sino que van a inversores o fondos extranjeros.
Y, en general, además, las grandes compañías de ventas alimentarias de fuera llevan una gran parte de la tarta de los beneficios del consumo asturiano, en competencia con las que son de aquí.
Lo mismo que hemos señalado para el ramo de la alimentación, podríamos apuntarlo para otros, como el textil o el de los muebles: las pequeñas fábricas no pueden competir con las grandes en un mercado global: el mercado local es copado por la empresa de gran tamaño; los empleos locales desaparecen.
¿No existen en Asturies empresas de raíz asturiana capaces de competir en el mercado interior y expandirse? Sí, lo hemos señalado muchas veces, y lo hemos premiado en su día, con el Premiu a la Meyor Empresa Asturiana, durante doce ediciones del galardón. Pero la mayoría necesitan de fusiones y participaciones para competir en un mercado global; Alsa, Windar, del Grupo Daniel Alonso, Latem, Duro Felguera son algunos ejemplos de ello.
Cuando se habla de crear empleo, de detener la sangría de la emigración de los más preparados, de defender nuestra sanidad y nuestra educación, se postulan remedios que son poco más que tiritas o simplemente fórmulas mágicas como la de la pizarra de Carrio para esconxurar al Ñuberu.
Lo que necesitamos es actividad económica, es decir, empresas, es decir, capitales, es decir, capitalistas. Y, por tanto, necesitamos que lo de aquí crezca y que lo de fuera se anime a venir. Así de simple, así de complicado. Por eso, cuando veo que IU —y la izquierda en general— critica al PSOE, a Juan Cofiño, en particular, «porque habla mucho con los empresarios», me echo a temblar.
Por cierto, he aquí otro sector de donde han desaparecido los capitales asturianos, el fútbol. Ha sido el capital mexicano el que ha venido a sustituirlos.
Y, si tenemos un poco de memoria, muy reciente nada más, recordemos cuánto hemos celebrado la desaparición de esos capitales asturianos y cuánto hemos hecho para echarlos.
Una muestra más de una de esas pulsiones dominantes en nuestra sociedad con las que corremos entusiasmados hacia un fracaso que perseguimos en pos de lo que fabulamos como un éxito o como una parte de nuestra identidad.
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