Xuan Xosé Sánchez Vicente: asturianista, profesor, político, escritor, poeta y ensayista. Articulista en la prensa asturiana, y tertuliano en los coloquios más democráticos. Biógrafo no autorizado de Abrilgüeyu
Y la muñeca Chochona
(Ayer, en La Nueva España)
Y LA MUÑECA CHOCHONA
Ya saben cómo, en las ferias, algunos establecimientos, especialmente las tómbolas, anuncian todo tipo de regalos y facilidades para los clientes. Todo como en Jauja. Así los programas electorales de los partidos.
El regalo más famoso de estos días, casi tanto como la conocida muñeca, son los 20.000 euros que Sumar-Yolanda promete regalar cada año a los jóvenes que cumplan 18 años. Sobre el modo en que se controlará el destino del dinero o el quién lo hará no ha dicho nada, porque, naturalmente, no se trata de eso.
No le va en zaga PSOE-Sánchez, que se conoce que le ha cogido gusto a lo de regalar dinero. De ese modo a los 400 euros para gastos en casi todo (desde discos a toros) a los jóvenes que cumplen 18 años y al billete casi gratis para viajar por España y Europa a quienes tengan entre 18 y 30, añade ahora, para próximos años, si es que gobierna, la gratuidad del transporte público para niños y estudiantes hasta 24 años y la de los estudios universitarios y de FP superior para los que aprueben todas las asignaturas a la primera. Ya lo decía Rubén: «¡Juventud, divino tesoro!».
Esperen, esperen. No queda aquí la cosa, este segundo binomio promete rellenar la llamada «hucha de las pensiones» con 5.000 millones anuales (actualmente, las pensiones tienen un déficit anual de más de 20.000 millones), además, naturalmente, de eliminar el déficit. Y en materia de vivienda, se obliga a solucionar la carencia de vivienda pública —y afectar así a la carestía del mercado— erigiendo 183.000 viviendas públicas (es solo un ejercicio de memoria histórica el recordar que, durante sus cinco años de mandato, el actual Gobierno lleva prometidas 450.000 viviendas que nunca han aparecido). Sumar no es más modesto, habla de dos millones de pisos baratos en diez años. Tanto PP como PSOE proponen medidas fiscales para facilitar a los jóvenes la compra de pisos (por cierto, ¿hasta qué edad se es joven? El PSOE sitúa la cifra en 39 años).
En lo relativo a las pensiones, tanto PSOE como PP proponen revalorizarlas en relación con el IPC (al menos, por las palabras de Feijóo en el debate). El PSOE va un paso más allá y pretende establecer esa obligación en la Constitución. Ni que decir tiene que fijar como obligaciones constitucionales las imprevisibles e inmanejables ondulaciones del futuro económico constituye una entre tontería y vocación de suicidio. ¿Acaso no recuerda el PSOE cuando tuvo que congelarlas? ¿Acaso tampoco cómo se vio obligado a modificar el artículo 135 de la Constitución para garantizar la estabilidad presupuestaria? Y es que la realidad no se deja gobernar por las palabras.
En materia de salario mínimo, tanto PSOE como PP se obligan a seguir subiéndolo, pero anoten ustedes estas palabras de Feijóo: «Un incremento que no cuestione la viabilidad de las empresas», algo cercano a la cuadratura del círculo o a no comprometerse a nada.
Y antes de la pregunta, apunten ustedes: Sumar-Yolanda, en el punto 29 de su programa, pretendía establecer un tribunal de censura de los periodistas, con capacidad para expulsarlos de la profesión. Tuvieron que quitarlo inmediatamente, pero indica a las claras (también para sus votantes, espero) de quién estamos hablando.
Y, ahora, la pregunta, ¿y todo ese dinero, más la Chochona, de dónde va a salir? Pues ya se sabe, «del Gobierno», como dice un famoso monólogo, o del «burru Cagarriales», según podría apuntar yo. Es verdad que ellos dicen que de los ricos. ¡Ah, bueno!
Como ustedes saben, un aumento del gasto solo puede venir de un crecimiento de la productividad, de un incremento del «pufu», esto es, de la deuda, o de una subida de los impuestos (incluida la fórmula «silenciosa» de no deflactar la inflación). El resto es palabrería.
Claro que, como aseveraba el ilustre socialista François Mitterrand, las promesas electorales solo comprometen a quienes creen en ellas. O, en vulgar, «prometer hasta meter…».
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