Arcelor: el ruido y la nueces

(Ayer, en La Nueva España) EL RUIDO Y LAS NUECES: ARCELOR Arcelor viene a representar el 12% del PIB asturiano, emplea directamente 5.000 personas y 1.800 a través de empresas auxiliares. Genera, además, un número importante de empleos indirectos. El posible cierre de un horno alto por no invertir en la nueva plata de reducción directa de mineral de hierro (DRI, por sus siglas en inglés) -para la que existe una cuantiosa subvención europea, 450 millones- constituye una elevada preocupación en todos los ámbitos. Supongo que en el Gobierno Central, cuyo presidente se ha entrevistado varias veces con el propietario de la multinacional siderúrgica y que en 2021 acordó con el mismo el plan de descarbonización de la siderurgia española y la subvención de 450 millones de fondos europeos para la instalación del nuevo horno de reducción directa de mineral de hierro mediante la utilización de hidrógeno verde, habrá cierta preocupación sobre el asunto. En todo caso, algunos altos cargos del Gobierno Central, como Luis Ángel Colunga, que fue sindicalista en Arcelor antes que alto cargo, negaba “que existan inquietudes en cuanto a la inversión de Arcelor Mittal”. Gimena Llamedo, Vicepresidente del Gobierno de Barbón, manifiesta también su confianza “en que las inversiones en Asturias se lleven a cabo”. Ahora bien, la mayor parte de los políticos, los sindicatos y la opinión no están tan seguros, y las reacciones de algunos resultan sorprendentes. Algunas se parecen a una amenaza. Así las de don Adrián: "Espero que ceda, y si no ya hablaremos de otras cosas". “Ya que aceptaron las ayudas, que ejecuten pronto la inversión”. Otras llaman a la guerra, es decir a la nacionalización de la siderurgia, como lo hacen el PSOE gijonés o CCOO: “El Estado debe garantizar el futuro de la siderurgia en Asturias, con o sin Arcelor. La compañía ha tomado a la región como rehén; si no concreta su inversión, debe intervenirse su gestión hasta las últimas consecuencias”. Más discretos, en UGT reclaman un “frente común” político y sindical para defender el futuro de la siderurgia. Y otras suenan a pura jactancia: “Asturias no renunciará a una siderurgia integral” (Adrián Barbón, 22/02/2024). Lo común a todas estas declaraciones es que constituyen un puro flatus vocis, como lo constituyen las amenazas de movilizaciones de los sindicatos: ninguna capacidad tenemos desde aquí, ni con ruegos ni con amenazas, para influir en la cuestión fundamental: los costes de la energía verde para la hipotética planta de DRI y la voluntad de la empresa con respecto a su actividad en Europa y el mundo, esto es, con respecto al negocio, porque Arcelor-Asturias no es una empresa benéfica: ni tiene una deuda con nosotros ni la obligación de respetar “las esencias del pasado”. Y, de momento, el negocio, es decir, la rentabilidad de la nueva inversión del DRI, depende fundamentalmente del costo previsible y sostenido de la energía en el futuro, de esa energía tan verde que es el hidrógeno verde. Un breve paréntesis: Quien se haya asomado a algunas informaciones sobre ese tipo de energía “limpia”, verá que se trata, por el momento, de poco más que un “veremos”, por varias razones, entre otras, la de los precios previsibles para los próximos años. Les doy solo dos titulares de LA NUEVA ESPAÑA: “El hidrógeno verde empieza a cotizar y su precio multiplica por ocho el del gas”. Y estas declaraciones del Director General de Electra Norte, Juan Díaz Díaz: “El hidrógeno verde tendrá cabida, pero no en un futuro próximo; los números no salen” (18/02/2024). Con el hidrógeno verde (o rosa), la descarbonización, los problemas del campo y otras cuestiones nos encontramos con idéntico problema: las ideaciones de ciertos grupos nefelibáticos que dictan normas que no tienen en cuenta su viabilidad, su encaje en la realidad, o su contraste con lo que sucede en un mundo que es interdependiente. Que la clave de las nuevas inversiones descarbonizadoras en DRI es el precio de la energía es evidente: en Francia, donde Mittal ha conseguido un contrato de precio “dopado” a largo plazo con la compañía estatal de energía, EDF, sí se ha comprometido la empresa a poner en marcha la inversión que en Asturies retrasa o niega. Se podrá pensar que esas dilaciones de Arcelor-Mittal aquí se deben a una estrategia de la compañía para garantizarse, además de las subvenciones ya prometidas, otras mejoras. Pues no cabe duda, pero la clave sigue siendo la misma: es un negocio, no una ONG. Se podría pensar, como piensan algunos, que el Estado, para mantener un alto volumen de producción y empleo, podría nacionalizar la siderurgia asturiana o toda la española. Al margen de la añoranza que persiste en muchos asturianos de aquellos tiempos en que que tantos cientos de miles de personas dependían del Estado (¿cuándo era aquello? ¿podrá decirse?), ¿alguien ha calculado si ello es posible y sus costos, así como los costos de transición?, ¿alguien recuerda cómo era la gestión de Ensidesa-Uninsa y la productividad de su empleo? ¿Se ha pensado cómo se solucionarían esos arduos, inevitables y, tal vez, insolubles problemas nacionalizada la siderurgia? Y la pregunta fundamental: ¿A quién se trasladarían los costes de producir con una energía, la del hidrógeno verde, a precios inasumibles? ¿Ya no lo serían bajo la capa que todo lo tapa, la de lo público? Mucho ruido, pero las nueces son las que son. Xuan Xosé Sánchez Vicente

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