Epístola a mi nieto mayor

(Ayer, en La Nueva España) EPÍSTOLA A MI NIETO MAYOR Celebramos el cumpleaños de tu abuela. La familia al completo. En un momento determinado, te pronuncias contra la política, los partidos políticos y los políticos: todos corruptos, todos una m… Lo afirmas con la seguridad de tus dieciséis años y de que es seguramente lo que manifiesta la mayoría de tus compañeros. Lo acepto, partamos de que tienes razón en esa afirmación universal. Pongámonos en ello, eliminemos los partidos y los políticos. ¿Qué nos queda? Queda el poder. El poder siempre está ahí. Lo detentan quienes tienen riquezas o forman grupos organizados para imponer su voluntad y conseguir sus beneficios, de forma limpia o «seduciendo» a quien tengan que seducir. Más aún en estos tiempos, en que existen poderosísimas fuerzas económicas y tecnológicas de ámbito mundial. He aquí, supongamos, que hemos eliminado el pequeño «detente» frente a esas fuerzas omnipresentes (piensa en las limitaciones a las tecnológicas impuestas últimamente en la UE, como un ejemplo) que representan partidos, gobiernos y parlamentos, ahora la situación es peor, y, sobre todo, menos perceptible, más incontrolable. Pero no hay ninguna sociedad que exista sin poder social y político, sin alguien que «mande». Y la alternativa a una sociedad sin partidos y sin políticos recambiables mediante elecciones no es otra que la dictadura, militar o no. Y la pregunta es inmediata. ¿Hay una sola dictadura que no sea perjudicial para la mayoría de los ciudadanos? En lo personal, en lo económico. ¿Una dictadura que no acabe con la libertad, que no persiga a quien quiere, y que no instaure su propia corrupción? Podemos mirar hacia el pasado o escrutar el presente para dar la respuesta. Yo entiendo tu discurso, que es hoy muy amplio en la sociedad y que seguramente tiene tres pegollos: uno, la insatisfacción con las cosas del momento, que siempre ha estado presente en todas las sociedades y momentos de la historia, como ya en el Renacimiento señalaba Guicciardini («e ad avere sempre in fastidio le cose presenti [tal la naturaleza de la gente]»); dos, y seguramente esto es lo peculiar de nuestra época, el suponer inocentemente que el bienestar que hoy tenemos está dado y garantizado para siempre; tres, la información sobre la política como únicamente un asunto de conflictos, desencuentros y corrupción. Así se explica que una parte importante de los votos de Alvise provengan de la juventud y de gente que cree que él no es político y que va acabar con los políticos y la corrupción («risum teneatis, amici?», preguntaba Horacio). Un paréntesis. Achacamos muchas cosas a los políticos y la política pero nos olvidamos de los que son en parte responsables de sus actos, los ciudadanos, en cuanto votantes. Porque, en general, ¡ay del político o del partido que no responda a lo que sus votantes demandan de él, por disparatado o imposible que sea! Y, si te parece, vayamos al proceso de primarias en las formaciones políticas. No es inusual que voten no a quien proponga cosas más en consonancia con la realidad, sino a quien ofrezca más radicalidad o más cosas de dudosa ejecución: a Barrabás, antes que a Jesús. Me permito citar, como una hipérbole, cierto, a Christian Morgenstern: «No es al tirano al que hay que injuriar, sino al siervo que sirve al dictador.» Creo que conviene señalar que ese discurso de general corrupción, unido a que algunos jueces y fiscales piensan que están llamados a salvar el mundo a tuerto o a derecho, ha dañado a un montón de inocentes. Yo llevo una pequeña lista de políticos encausados durante años, algunos durante decenios, que han sido absueltos una y otra vez. Te pongo dos enlaces, por si te apetece mirarlo: https://www.abc.es/espana/galicia/pokemon-causa-judicial-sego-carrera-politicos-inocentes-20240630041103-nt.html; https://www.abc.es/espana/galicia/pokemon-causa-judicial-sego-carrera-politicos-inocentes-20240630041103-nt.htmlhttps://www.lne.es/gijon/2023/07/29/claves-sentencia-absuelve-acusados-caso-90447578.html. Eso sí, esas personas, en el proceso, han visto destruida no sólo su vida y su fama, sino la de su familia. Ahí, en Portugal, tienes un ejemplo reciente de esa injusticia, la del primer ministro Antonio Costa, al que un fiscal confundió, sí, confundió, con otro. Al comienzo te he admitido la mayor. Lo matizo: ni tanto ni tan calvo. En todo caso sé que la política y sus logros son insatisfactorios, que nos gustaría mejorar muchas cosas, y que algunas se podrán mejorar, pero que, como en la vida, nada es plenamente satisfactorio, y que el cumplimiento de un objetivo nos lleva a otros o nos abre problemas insospechados. Lo decía Winston Churchill, uno de los grandes políticos de la historia a quien, en gran parte, debemos nuestra libertad actual: «La democracia es el peor sistema de gobierno, a excepción de los demás que se han inventado». Y, si lo prefieres, en forma de parábola, con unos versos de nuestro pretérito convecino de Navia, «Todo en amor es triste, mas, triste y todo, es lo mejor que existe». Con conocimiento, con convencimiento. N.B. Dudé si titularlo «carta», más próximo, sin duda, a tu sensibilidad, o «epístola», más alejado. Opté por esta última, por sus resonancias clásicas, literarias, religiosas, admonitorias. Vale.

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