Hybris

(Ayer, en La Nueva España) HYBRIS La “hybris” es un concepto griego ligado a la tragedia y a ciertas historias mitológicas. Designa la constitución de la psique de un individuo que lo lleva a transgredir lo razonable o prudente, tras lo cual llega la catástrofe. Es la obstinación, la confianza ciega en el ego propio, la arrogancia, y, por tanto, el ir hacia delante sin conocer límites y sin ver la realidad o la inconveniencia de las propias acciones, lo que caracteriza la hybris y los desastres, personales o sociales, a que lleva. Pues bien, no es este un mal concepto para definir muchos de los discursos y de las actuaciones de algunos políticos; de Pedro Sánchez, por ejemplo. He aquí una manifestación de ello: hace dos semanas, cuando compareció en el Parlamento para anunciar lo que iba a ser pero no fue un “Plan de regeneración democrática” y que constituyó poco más que un mala glosa de un Reglamento europeo, proclamó: “Los bulos han hecho que el 34% de los ciudadanos teman que les ocupen su casa, cuando este problema afecta a menos del 0,06% de las viviendas del país". Bien, aceptemos que los datos de expropiación de viviendas que don Pedro sopelexa son ciertos (que son superiores), ¿y qué? ¿Cuál es el bulo? ¿Es que no hay ocupación de viviendas? ¿Inquilinos que no pagan porque no pueden o porque no les da la gana? ¿Acaso no conocen ustedes casos sangrantes de toda España? ¿Y no saben ustedes que el propietario, a veces una persona prácticamente indigente, tarda hasta dos años, al menos, en recuperar su vivienda y, mientras tanto, ha de pagar los gastos de sus sanguijuelas?¿Y que cuando recupera el piso lo recupera, en ocasiones, destrozado y sin electrodomésticos ni muebles? Las palabras del Presidente son más que un paralogismo; por su intención constituyen una falacia: son esas “realidades” las que han hecho que una gran parte de la población tema que le ocupen su casa. No importa cuál sea el porcentaje de asaltos o impagos sobre el total de viviendas, la realidad es que, en virtud de la ley de Vivienda, de la legislación pedrino-podemita, el propietario se puede ver privado de sus derechos en virtud de los derechos que la ley concede a asaltantes o morosos, y, por tanto, le puede tocar a él “esa lotería” (benéfica). Pero hay más. En virtud de ese temor, muchos propietarios retiran su vivienda del mercado de alquiler, con los efectos de todos conocidos, escasez de oferta y alza de los precios. Les traigo un titular de este periódico, del 21 de este mes: «La escasez de pisos de alquiler alarma al sector inmobiliario asturiano: ¿por qué los propietarios "tienen miedo"? "Hay falta de seguridad jurídica", afirman los profesionales ante las exigencias de la ley de Vivienda. Algunos precios se duplican en un año”. Y da igual que pregunten aquí, en Málaga o en Malagón: causa y respuesta son siempre las mismas, universales. Y aquí llega la cuestión más profunda, la de la hybris de don Pedro: es incapaz de reconocer que su legislación es parte del problema. No hay en ella nada que cuestionar, faltaría más, ellos son perfectos, la culpa es de los bulos, de la histeria, del fango o de la ultraderecha, pero no de una ley voluntariamente mal hecha. Y lo mismo ocurre con otras leyes salidas de la misma fábrica, por ejemplo, la ley Trans. ¿Llevan apuntados ustedes cuántos “militaros” se meten a “militaras” para conseguir las ventajas que “la igualdad” concede a las mujeres frente a los hombres? ¿Cuántos casos existen de cambio de género para conseguir eludir una condena por maltrato? Y la ley “Sisí”, ¿siguen ustedes las rebajas de penas que se suceden? Todo ello no es un problema de legislar con desconocimiento del mundo y desde el prejuicio, de hacerlo a golpe de decreto-ley para evitar informes preceptivos que pueden ser engorrosos, de no escuchar a los expertos; no, lo legislado siempre está perfecto. El problema no está en uno, sino en los demás. ¿No es ello un magnífico ejemplo de hybris? La hybris se hace patente en muchas personas y ocasiones. Toma de posesión de la nueva delegada del Gobierno, doña Adriana Lastra, una de las más destacadas acompañantes de don Pedro en su travesía del desierto. La Delegación del Gobierno tiene como finalidad la conexión entre la comunidad y el Gobierno central, entre este y las administraciones regionales y locales, rige la seguridad ciudadana y otra serie de funciones. Pues bien, doña Adriana, en la toma de posesión proclama que el impulso fundamental que va a regir su acción, su bandera, va ser el feminismo. Y cuando la señora Lastra habla de feminismo seguramente no quiere decir “feminismo”, sino “su feminismo”, es decir, una particular visión del feminismo que no comparten todas las feministas. En todo caso, la reacción fundamental, la prioritaria, de la acción de la nueva delegada no es la de ocuparse del conjunto de la acción administrativa y la de la tutela de los derechos de todos los ciudadanos y sus necesidades, al menos tal como lo proclama, sino de aquello que es el tuétano de su discurso ideológico-sanchista, lo que ella cree que debe anteponerse a los demás, el feminismo. Ahora bien, donde se supera doña Adriana en su hybris es cuando exige a Arcelor que deje de perder el tiempo y que lleve adelante la inversión en la nueva factoría: “Desde aquí quiero hacer un llamamiento a la multinacional para que dé el paso de aceptar la subvención. Su proyecto de hidrógeno circular es clave para el futuro de Asturias” (ya saben ustedes que, de momento, las cuentas no salen). En la tragedia griega, los dioses castigan siempre la hybris de quienes actúan envueltos en ella, a Edipo, a Prometeo, a Ulises… En democracia ni siquiera es seguro que los votantes perjudicados por la soberbia y la prepotencia de quienes los perjudican los castiguen. Lo que sí es seguro es que los Mittal estarán riéndose de la incitación cuasi perentoria de doña Adriana con algo semejante a esa risa potente e inextinguible que solemos calificar como “risa homérica”.

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