Grafitis, o sea, guarradas

(Ayer, en La Nueva España) L’APRECEDERU GRAFITIS, O SEA, GUARRADAS Las pintadas urbanas, los grafitis, me parecen una auténtica porquería. Responden a una estética cochambrosa, de tonos nada alegres, por lo general, que supongo que gustará a sus autores. Los entafarradores no pintan las paredes de su casa: ensucian las de los demás: almacenes, edificios habitados, portones, los cierres de bajos comerciales, los monumentos… Algunas calles, por cierto, padecen especialmente un nublado de pintarrajeadores, lo que les da un aspecto sórdido. Y no se limitan al ámbito de lo urbano: llenan de chafarrinones las autopistas, las estaciones de transportes, los trenes. Ahora bien, nadie parece actuar en serio contra estos ocupantes de lo público y lo privado. A finales del pasado año se anunciaba en Xixón un plan de choque contra las pintadas, que se calificaba -adecuadamente- de “actos vandálicos”, y se anunciaban “multas ejemplares”. Si saben ustedes de algún detenido y de alguna multa ejemplar díganmelo, por favor. Igualmente si advierten que han cesado los entafarramientos. Sorprende también la lenidad de la justicia para con esos vándalos. Un ejemplo: la Policía Nacional tarda ocho años en localizar y arrestar a un grafitero acusado de 76 delitos y daños por 128.000 euros en Asturies y fuera. El detenido, “con antecedentes anteriores por varios delitos similares, fue puesto en libertad quedando a disposición de la autoridad judicial cuando sea requerido”. ¿Risum teneatis, amici? Sé que hay pasmarotes, bobalicones, que defienden esos daños y agresiones estéticas como una expresión de arte contemporáneo. Ahora bien, no es más que la manifestación de un egotismo enfermizo que consiste en la reiteración de la firma del entafarrador o de su cuño identitario, una y mil veces. Por ello no me extrañaría que el ministerio de doña Mónica García, que, como saben, sugiere apuntarse a un sindicato o a una asociación feminista, en lugar de tomar ansiolíticos, empieza a recomendar la chafarrinada como terapia. No le den la idea, por favor.

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