Ayer, en LNE. Hasta los mismi, como don Estanislao


                                  HASTA LOS MISMI, COMO DON ESTANISLAO


                Estoy seguro de que muchos de ustedes estarán, como yo, hasta los mismi, no de la inevitable enfermedad, sino de muchos de los actores de nuestra vida social, empezando, naturalmente, por esos establos de Augias que son las Cortes Generales. No es solo que ahí los parlamentarios griten, se insulten, vociferen, es que la mentira y el engaño son la estrategia permanente de casi todos los partidos y diputados (he dicho “casi”, y así es).
                Esa mentira y engaño no tienen como objetivo fundamental defender los errores propios, sino, uno, vestir al contrario con los ropajes del mal absoluto; dos, mantener en estado de excitación a los fieles, es decir, a sus votantes, que son el objetivo principal de esos procedimientos; tres, desmovilizar a los votantes de los rivales o, cuando menos, hacerlos retirarse del combate público por temor a ser insultados, y, si puede ser, dividirlos. Porque, no se engañen, el objetivo fundamental de la política es el negocio propio: el aumento del territorio propio, con su poder, sus cargos y sus empleos. La solución de los problemas colectivos es cuestión importante, pero no la prioritaria.
                De esa farsa en el Parlamento estatal señalaré dos de los mentiremas de moda: el de que exige unidad a la oposición y la acusa de ir en contra del bien común por no buscarla. La práctica real es que no se habla con ella, no se escuchan sus propuestas y, en el fondo y en la práctica, tanto el Gobierno como sus socios escapan de los acuerdos como, dicen, el diablo del agua bendita: les viene bien situar a la oposición en el rincón del mal, deturpada, además, por Vox. Y, ahí, actuando en la categoría especial de “martillo de herejes” tenemos, en competencia con los Pablos a nuestra doña Adriana, esa Menéndez Pelayo riosellana.
                ¿Creen ustedes que Pablo, Echenique, Pedro y otros creen de verdad que la derecha prepara un golpe de estado? Esa palabrería no tiene más verdad que la fáctica de saber que encandila a sus fieles. Para ellos es el “mentirema”.
                Hasta los mismisi está uno de aquellos medios de comunicación que no son más que una trinchera (o un basurero, desde otro punto de vista). Militan ahí no solo una gran cantidad de medios digitales, sino también medios impresos, emisoras y televisiones, no todos, pero sí muchísimos. Los procedimientos van de la mentira y el engaño al sesgo deformador en la información o al silenciamiento de lo que beneficia al contrario. Dos son en estos momentos las más escandalosas manipulaciones de esa práctica, el recuento de los muertos y la batalla del 8-M. Vengo señalando desde el primer día, aquí en LA NUEVA ESPAÑA, la desorientación y rectificaciones del gobierno apostólico de Pedro y Pablo, las últimas, la apertura de la frontera con Portugal y las posturas cambiantes para el próximo curso escolar. Ahora bien, con respecto al 8-M como causa fundamental de la propagación del virus, ya manifesté no solo que hubo otros muchos actos colectivos –y llegaban aviones de la ya cerrada Italia o circulaba el metro– en aquella semana, y que casi todos los gobiernos europeos tomaron con retraso la decisión de restringir los movimientos. Fijarse solo en el 8-M no es más que discurso político.
                Ocurre lo mismo con el número de muertos. Señalar que del número extraordinario de defunciones de estos meses los debidos al Covid son más de los que se dice no tiene como objetivo la dignificación de esas personas ni el respeto a su memoria, como afirman quienes se afanan hora tras hora en el recuento, sino, al menos principalmente, el desgaste del Ejecutivo.
                ¿Y qué decir de las redes sociales, verdadero muestrario de sectarismo, pasiones de la psique, ceguera discursiva (que suelen llamar “ideológica”), trincheras de combate, odio?
                Al llegar aquí, se acuerda uno de don Estanislao Figueras, primer presidente de la primera República, que, cansado de debates y palabrería estéril, proclamó: “Señores, voy a serles franco: estoy hasta los cojones de todos nosotros”. Al día siguiente cogió el tren y se exilió en París.
                En la pantalla de mi ordenador se me aparece mi viejo y particular amigo, el trasgu Abrilgüeyu. Me dice: –No desesperes. Siempre habéis sido así. Los tiempos de hoy no son peores que los de ayer. Acuérdate de lo que decía Donoso Cortés: “Cada español lee el periódico de sus opiniones; es decir, cada español se entretiene en hablar consigo mismo”. O de aquello que se quejaba Castelar: “Aquí, en España, todo el mundo prefiere su secta a su patria, todo el mundo”. Así, que “nihil novum sub sole”. No desesperes. De otras peores salimos.
                Pero de pronto ocupa la pantalla otro ente semejante a Abrilgüeyu, pero este no lleva montera picona, sino un exótico sombrero panamá. “¿Y tú?”, le pregunto. “Camientuhistóricu, me llamo”, responde. “¿Y qué quieres”? “Pues avisarte de que siendo cierto lo que dice Abrilgüeyu, que siempre hemos sido así, deberías recordar cómo hemos acabado a veces por ser siempre así y no hacer mudanza en la costumbre”.




No hay comentarios: