L’APRECEDERU
LA
REALIDAD FINGIDA
La persecución del coche utiliza
un lenguaje entre mágico y melodramático. He aquí uno de esos ejemplos: “Hay que hacer público lo privado” y “devolver a los
ciudadanos las calles, que les habían robado los coches” (LA NUEVA ESPAÑA,
15/06/20). ¿Pero los coches quiénes son? ¿Robots autónomos? ¿Alienígenas?
¿Acaso no van ocupados por ciudadanos?
Y no es
verdad que las calles fuesen anteriormente amplias para los peatones y que
fuesen después ocupadas por los automotores; es que, sustancialmente, se han
hecho amplias para el tránsito de carruajes, primero, y de coches, después.
He
señalado otras veces que, sobre violentar la voluntad o la necesidad de unos,
ese discurso de la ciudad para el ocio es un discurso contra el trabajo y,
sobre todo, olvida que todo el sustento de la ciudad y del mismo ocio tiene su
base en la actividad económica, y que la riqueza no cae del cielo.
De
alguna forma, esa mentalidad medra sobre una realidad, la crisis y la
progresiva ruina de nuestro empleo industrial, su evaporación, y la
jibarización de nuestra economía. Solo mirando a las últimas semanas: cierres,
ERTES, despidos, recortes: Alcoa, Saint-Gobain, ArcelorMittal, Vauste… Y Europa
y el Gobierno ayudando, aquella negándose a eliminar el dumping social en la
importación de aceros y amenazando gravemente, por ello, nuestra industria; el
pedropablismo rechazando ayudas para proyectos superiores a los 800.000 euros,
esto es, para los grandes proyectos. Pero que desaparezca de la vista esa
actividad quiere decir que desaparecen también su empleo y sus impuestos, no
que podamos vivir sin ella o contra ella.
Y
volviendo al coche. Después de haberlo perseguido por tierra, mar y Ribera,
ahora el pedropablismo descubre cuán necesaria es esa industria. Pero
nefelíbatico y progresista, concede unas ayudas a la renovación de vehículos no
eléctricos que son ridículas y, destina las de mayor cuantía al coche que
pueden comprar los adinerados.
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