Al guchu gurdu, unta-y el reu

(Ayer, en La Nueva España) AL GUCHU GURDU, UNTA-Y EL REU El Ayuntamiento de Ribeseya acaba de decidir bonificar la “viñeta” a los coches eléctricos y a los coches con emisiones cero. En unos casos, con una bonificación del 10%, en otros, de hasta el 50%. El pretexto o motivo es favorecer la menor contaminación, pero ha matizado el alcalde, Ramón Canal: “queremos motivar el uso del eléctrico, pero sin que ello implique premiar a los coches eléctricos de alta gama”. No es la única corporación que lo hace, la medida se extiende como una plaga por toda España, porque todo el mundo quiere ser progresista, esto es, ecologista, esto es, anticontaminante. Y a mí no se me ocurre más que la frase que es el título de este artículo, con metafonía además, como ya se va usando cada vez menos en algunas zonas de Asturies. Porque ustedes, sin duda, habrán visto los precios de los coches eléctricos o híbridos, precios disparatados que rondan los 50.000 euros, aunque algunos puedan bajar de ese precio. ¿Quién puede, pues, comprarlos? ¿La clase mediatrabajadora de don Pedro? Evidentemente, quien disponga de bastante dinero para invertirlo en ese tipo de bienes. De modo que se premia al que tiene y se castiga, de paso, al que no tiene, prohibiendo la entrada en ciertas zonas de la ciudad a los coches de más años —los de la mayoría de la población, que no dispone de dinero para cambiarlos—, esto es, miren ustedes las estadísticas, a la mayoría del corpus automovilístico, o sea, a la mayoría de la población. En contradicción con ello, los coches históricos, es decir, los que tienen más de treinta años, pueden circular sin limitaciones por el centro de las poblaciones. Es cierto que tienen que pasar la ITV, ¿pero no pasan también la ITV todos esos vehículos a los que se condena? Y si pasan el examen de la ITV, ¿dónde está su extraordinario riesgo contaminante? ¿Se trata solo de que son vehículos de quien no tiene dinero para comprarse otro más caro de un día para otro? Y añadan ustedes los problemas para ir a ganar el pan en las grandes ciudades. En un reportaje de estos días en Madrid, señalaba un trabajador que ahora que no puede entrar con su coche en el centro para ir al trabajo —vive en la periferia—, y, puesto que no puede comprar uno nuevo “no contaminante”, tiene que echar hora y media para ir al trabajo en transportes públicos. En El árbol de la ciencia, de Pío Baroja, se dice que un personaje, la señora Venancia, «tiene una filosofía bailonesca», como San Pascual Bailón, quien, según la creencia popular, «baila delante del Altísimo, y que dice siempre: «más, más, más». Si uno tiene suerte, le da más, más, más; si tiene desgracias, le da también más, más, más». Pues bien, esta filosofía bailonesca, de favorecer al que tiene y dar palos al que no tiene, es la que parece guiar una gruesa parte de la actividad política, europea, estatal, autonómica, municipal. Eso sí, bajo variadas banderas o pretextos. En este ecologismo para ricos no sabe uno si los gobernantes se ríen de la gente, son tontos de la urna (“de capirote”, se decía antes), o, simplemente, desconocen el mundo y las implicaciones de sus dictados. Bueno, todo ello no son conjuntos disjuntos. Miren, el Ayuntamiento de Xixón acaba de sacar unas subvenciones para la compra de coches eléctricos. La cuantía de la subvención es de mil euros, y la condición es que las familias con dos miembros no superen los 1.351,04 euros de ingresos brutos mensuales, es decir, 16.212, 48 euros al año (brutos), cantidad que, como ustedes saben, alcanza para la renta o la hipoteca, la luz, el agua, otras cargas del hogar, la comida, un par de cenas fuera de casa a la semana y unas vacaciones en el Caribe, y, por supuesto, comprar un coche de 40.000 o 50.000 euros. Lo dicho: ¿se ríen de la gente o son tontos de la urna?

No hay comentarios: