Los ensueños de la razón engendran monstruos

(Ayer, en La Nueva España) LOS ENSUEÑOS DE LA RAZÓN ENGENDRAN MONSTRUOS Ahí tienen ustedes la última plasmación del monstruo más universal y perseguido: Xi Jinping, sentado, mira con indiferencia y una cierta sonrisa cómo se expulsa de la sala de congresos a su predecesor, Hu Jintao. La imagen no es más que la epifanía del proceso por el que la dictadura se acendra en China, se barre a los disidentes o se los hace desaparecer, se modifican los estatutos para que el dictador alargue su mandato, se restringen las libertades en Hong-Kong… Y aun en el caso de que la imagen de la conducción de Hu Jintao respondiese a otra cosa, el proceso, el acendramiento de la dictadura, es ese. Eso es el comunismo, dondequiera que se da, Cuba, la antigua URSS, los países de ella dependientes, Corea del Norte, dondequiera: brutal dictadura, militarismo, miseria, y nada digamos del respeto al medio ambiente. El comunismo, ese sueño o fantasía de la razón por el que tantos en Occidente suspiran, en una operación mental, en un metaensueño de la razón que se niega a ver la evidencia de la realidad, invariable, universal, de sus sueños. Pero también otros sueños de la razón se convierten en monstruos y provocan daños, si no irreparables en su totalidad, sí cuantiosos. Así las teorías económicas que se plantean como un absoluto, al margen de los datos concretos de la realidad de cada país o coyuntura. Ahí tenemos el «lafferismo», esa idea, un día plasmada en una servilleta, de que la rebaja de los impuestos provoca indefectiblemente inversión, crecimiento y, en último término, si es que es ello lo que se busca, empleo. ¿Ha funcionado esa teoría en algunas ocasiones? Sí, cuando ha ido acompañada de otras variables que propiciaron el crecimiento económico. ¿Ha funcionado ahora, cuando Liz Truss tomó ese ensueño de la razón como parte central de su programa político-económico? Ya lo saben ustedes: en menos que canta un gallo, caída de la libra, subida de la inflación, retracción de capitales… Caos absoluto y un récord menos que lechuguil de solo cuarenta y cinco días al frente del gobierno. ¿Y cómo es posible, se dirán ustedes, que se nieguen evidencias incontrovertibles o se pongan en marcha experimentos que no son más que una teoría incompleta que necesita miles de indagaciones sobre la realidad para que pueda suponerse su correcto funcionamiento? En general por la fe, especialmente en el caso de los «socialismos reales» (fíjense qué ironía histórica el sintagma), que consiste en negar lo que vemos en función de lo que queremos ver. Pero también mediante la construcción de falacias clasificatorias que se convierten en falacias argumentativas que defienden la fe propia. Así, como afirmó don Gaspar Llamazares o reitera Podemos: «Cuba no es una dictadura, es otra cosa». ¿Cuál es la implicación de esa falacia-ficción? Esta: las dictaduras son solo las de derechas, los regímenes comunistas son, por definición, regímenes del pueblo (como en Grândola, Vila Morena, donde «o pobo é quem mais ordena»), ergo, no son dictaduras. Por sus ensueños, los conoceréis. Pero, sobre todo, temedlos, porque intentarán convertir sus ensueños en hechos, y serán monstruos.

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