El Musel: historieta con sonrisa

(Ayer, en La Nueva España) L’APRECEDERU EL MUSEL: HISTORIETA CON SONRISA El proyecto de ampliación de El Musel fue una larga batalla, y su ejecución, una larga historia. La idea inicial era que la ampliación fuese mucho mayor de lo que fue. Algún proyecto suponía prácticamente convertir el horizonte de la playa en un muro. Tras una variada oposición popular, y la ministerial de Álvarez-Cascos, se optó por una opción menos dañina. Las razones para la ampliación eran dos: la captación de tráficos de y hacia la Meseta; el transporte de carbón. Los redactores alegaban que en el futuro dicho transporte iría en vertiginoso aumento: a El Musel llegarían barcos cada vez más barquísimos, que traerían toneladísimas de carbón, que se depositarían aquí y serían después reenviadas. El proceso de construcción tuvo graves problemas de materiales, de financiación y de sobrecostos. Como consecuencia, hubo reclamaciones por parte de las empresas y se abrieron investigaciones judiciales —aquí y en Europa— y procesos contra particulares. La mayoría de estos procesos se resolvieron negativamente, pero, tantos años después, aún colea alguno de los pleitos contra particulares, a mi juicio, sin mucha justificación. Ahora bien, lo que quedó claro desde el primer momento es que ninguna de las expectativas de captación de tráficos se cumplió: ni la de traerlos del interior de la Península (ahí está todavía, tantos años después, esa fantasía de la ZALIA si resolver) ni, mucho menos, lo de los barquísimos con toneladísimas de carbón. Y, por ello, autoridades portuarias, políticos y sindicalistas se esforzaron en rellenar los terrenos de la ampliación con actividades o industrias no directamente portuarias. Algunas propuestas provocaron al tiempo alipori y risa. Así, sindicalistas propusieron construir viviendas en los nuevos terrenos ganados al mar. Pero la guinda la ha puesto recientemente, doña Ainoha Puebla González, responsable de Proyectos. Atiendan: “El Musel tiene que ser un puerto digital, sostenible y estar descarbonizado”. “¡Estar descarbonizado!”. ¿Cómo decía el señor Trillo? ¡Ah, sí! ¡Manda huevos!

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