Las verdaderas cifras del paro y de la necesidad

(Ayer, en La Nueva España) LAS VERDADERAS CIFRAS DEL PARO Y DE LA NECESIDAD Desde hace décadas, viene España figurando a la cabeza de los países de más desempleo de Europa. Y, al mismo tiempo, con unas altas tasas de personas o familias que necesitan ayudas sociales para subsistir. Es innegable que ambas cuestiones existen, ¿pero cuál es su dimensión real? En primer lugar, y como he señalado muchas veces aquí, el número abundante de personas que rechazan un trabajo porque no cumple sus expectativas salariales o de otro tipo lo hace porque sus necesidades ya están cubiertas sin esa aportación dineraria que les daría el trabajo “insuficientemente remunerado”, es decir, porque vive sin el dinero que le proporcionaría ese tiempo y esfuerzo de ocupación de su vida. Supongo que ustedes, igual que yo, habrán visto titulares todas las semanas en que empresarios o jefes de recursos humanos se quejan de que no encuentran empleados, no solo en la construcción o en la hostelería, que parecen los sectores más aquejados por esa falta de mano de obra, sino en otros varios. Ahora bien, no es que no haya “parados” para cubrir esas plazas, es que esos parados no quieren cubrirlas. Estos últimos días ha venido a abrirse una ventana más de clarificación sobre el problema. La conseyera del Gobiernu, doña Melania Álvarez, supongo que más harta que preocupada, ha hecho público que uno de cada cuatro perceptores de salario social resultó ilocalizable para ofrecerle un trabajo, y que de las 470 personas a los que se les ofreció únicamente 162 lo aceptaron. Si ustedes reciben información sobre contrataciones saben también que existe, asimismo, un cierto número de trabajadores que solo aceptan ser contratados si toda su retribución o parte de ella la reciben en negro o que prefieren un contrato limitado o temporal a otro más estable. La razón, en todos los casos, es una: seguir cobrando las prestaciones que reciben de la Administración, ya sea específicamente como paro, ya por otros conceptos. El novedoso ingreso mínimo vital debe ser también una fuente de anomalías, al menos así se deduce de que las previsiones del Gobierno sobre la población acreedora al mismo no se han cumplido. En todo caso, en lo que ya está en marcha no dejan de darse casos que resultan escandalosos. He aquí uno reciente: “Un ruso cobra el ingreso mínimo vital en España pese a venir con 65.000 euros en metálico y tres cuentas con 33.000”. ¿Un caso único de abuso? Seguramente no. ¿Un caso generalizado? Probablemente tampoco. La cuestión central es que ese dinero que se recibe de forma inadecuada no sale del cielo, o, como gusto decir, “del burru cagarriales”, procede del bolsillo de usted cada vez que va a la compra y paga el IVA por el aceite, el vestido o el cine; lo devenga el esfuerzo de todos quienes tienen un trabajo regular con el que producen riqueza y pagan impuestos, muchos de ellos, además, con unos ingresos, que, tras trabajar varias horas al día, apenas superan, o simplemente igualan los ingresos de quienes los tienen por ese medio tan particular. Y, entre otras cosas, pensemos en que la economía sumergida no son solo la actividad económica que los empresarios no declaran, sino, asimismo, la de las personas que no quieren que conste su trabajo. Así que, de verdad, convendría repensar algunas cosas y es lícito, al tiempo, hacerse una pregunta semejante a la de aquel título de la novela de Jardiel Poncela, «Pero… ¿hubo alguna vez 11.000 vírgenes?», ¿pero hay tantos millones de parados en España?

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