Xuan Xosé Sánchez Vicente: asturianista, profesor, político, escritor, poeta y ensayista. Articulista en la prensa asturiana, y tertuliano en los coloquios más democráticos. Biógrafo no autorizado de Abrilgüeyu
Cobardía y persecución al campo
(Ayer, en La Nueva España)
L’APRECEDERU
COBARDÍA Y PERSECUCIÓN AL CAMPO
Arrojar la cara importa, que el espejo no hay por qué
¿Se han fijado ustedes en las últimas noticias sobre el lobo? Ya no las habituales de los ataques de la alimaña al ganado, sino esta: la de un ganadero de L’Angliru, don César Iglesias, arrollado por varias vacas que huían de los lobos y que acabó en el hospital con cuatro costillas rotas y la cadera. El 6 de marzo.
Pero no me refiero a esa fundamentalmente, sino a las que reflejan la cobardía reinante en nuestra sociedad. Vean. Don Hugo Morán ha vuelto a pasearse por Asturies plantando arbolinos y afirmando que el número de ejemplares de lobo no ha crecido y que, por tanto, debe mantenerse como especie protegida. Tanto el Gobiernu como las asociaciones agrarias han bramado contra don Hugo, que, por cierto, siempre aparece muy sonriente en fotos y televisión. Gobiernu: “El Principado, harto con el lobo, acusa a Hugo Morán de mentir”. Asociaciones: “Las asociaciones agrarias en bloque contra Hugo Morán por burlarse de los ganaderos asturianos”
¡Pero qué cobardía! Gobiernu y ganaderos saben de sobra que don Hugo no es nadie. El señor Morán no es más que un funcionario que defiende su puesto y dice y hace lo que le mandan, en este caso seguir manteniendo como especie protegida, que nunca debió estarlo, al lobo, máxime cuando la UE hace meses que recomendó modificar ese estatus en toda Europa.
No es al funcionario a quien hay que apuntar, sino a quien manda en él, a la iluminada Teresa Ribera, a quien tanto le deben la industria y los precios de tantas cosas. Y, por encima de ella, a Sánchez Castejón, que es quien la sostiene y estimula. Pero, ¡ay amiguín!, ¿apuntar hacia arriba? Vade retro.
¡Qué cobardía!
Por otro lado, el Gobierno Central se dedica ahora a perseguir los gallineros familiares, obligando a registrarlos y a llevar un control bajo fuertes multas.
¡Tanto amor por el campo!
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