Vaselinizando

(Ayer, en La Nueva España) VASELINIZANDO Miércoles 20 de marzo del presente. Todos los medios recogen las solemnes palabras de don Adrián Barbón en la Xunta rechazando “de forma clara, nítida y rotunda” la propuesta de financiación de Cataluña porque “rompe con el acuerdo multilateral y la solidaridad entre españoles”. Sábado 13 de abril del presente. Guillermo Peláez, consejero de Hacienda y portavoz del Gobiernu, al respecto de la propuesta del candidato socialista catalán Illa de un consorcio entre las agencias tributarias de Cataluña y del Estado para una recaudación “distinta”, manifiesta su comprensión y argumenta que esa propuesta ya está contemplada en el artículo 204 del Estatut. Efectivamente, en ese texto se apunta la posibilidad de un consorcio entre la Agencia Estatal de Administración Tributaria y la Agencia Tributaria de Cataluña. El texto prevé, asimismo, que ese consorcio pueda convertirse en la Administración Tributaria en Cataluña. El portavoz precisa que, en todo caso, la única condición aceptable de esa mixtura sería que fuese la Administración estatal la que gobernase íntegramente los fondos, cuestión fundamental, según él, para mantener el principio de solidaridad interterritorial. Ahora bien, preguntémonos, ¿para qué querrían los capitostes catalanes una gobernación conjunta de la recaudación si no fuese para sacar partido de ello? Contextualicemos: la reforma del modelo de financiación de Cataluña está incluida tanto en los acuerdos de investidura entre el PSOE y ERC como en los que se efectúan con Junts per Catalunya. Con Esquerra se pactó la constitución, durante el primer trimestre de 2024, de una comisión bilateral entre gobiernos para "llegar a un acuerdo y posibilitar avances" en la financiación. Esos avances en la financiación consistirían, fundamentalmente, en financiaciones extraordinarias, como las del plan de Cercanías (Rodalies); en el aumento de la financiación general de Cataluña, que se entiende como infradotada, y en la limitación de la aportación de Cataluña a la solidaridad común única o primordialmente en las materias de sanidad y educación. Por si ustedes tienen alguna duda de cómo hemos llegado hasta aquí, les recuerdo: desde al menos el 2001 el PSOE ha venido impulsando lo que denominaron “federalismo asimétrico”, es decir, un trato diferenciado en lo político y económico para Cataluña. Socialistas de todo pelaje lo aplaudieron e impulsaron. Fruto de todo ello fue el Estatut de 2006, que posteriormente el Constitucional “peló” en parte. Solo una “perla” de las que el Constitucional peló de aquel Estatut que los socialistas impulsaron y jalearon: la solidaridad, limitada a sanidad y educación, de Cataluña se produciría “siempre y cuando [las demás comunidades] lleven a cabo un esfuerzo fiscal también similar”. Naturalmente, todos los socialistas de todo género, condición o región, proclamaron que “nunca tolerarían” ninguna discriminación o desigualdad, y más tarde se dieron por satisfechos y alabaron el Estatut insolidario. Es más, protestaron cuando se recortó lo más escandalosamente infumable. ¿Y qué creen que harán las huestes de don Pedro Sánchez cuando, tras las elecciones catalanas, los de Junts y ERC les exijan el cumplimiento de los acuerdos firmados, si es que quieren seguir en la Moncloa? Pues como hicieron y harán: aprobar, justificar y negar. Porque eso es la fe: “no creer lo que vemos”, negarlo en virtud de nuestra fe, de nuestra adscripción a una Iglesia. Y para eso sirven las palabras de don Guillermo Peláez, para ir preparándonos, vaselinizando.

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