Como gustéis

(Ayer, en La Nueva España) COMO GUSTÉIS Sesudos analistas, conspicuos columnistas, sabios editoriales vienen advirtiéndolo desde el primer día de la campaña: es mucho lo que se juega en estas elecciones europeas, acaso más todavía que en otras, ya que gran parte de nuestra vida cotidiana viene regida por las decisiones que se toman en los diversos organismos de la rección comunitaria: la benemérita moneda común, los tratados comerciales, la emisión de deuda que permita activar determinados sectores y su empleo… También asuntos muy del día a día: normas sobre emisiones y producción eléctrica, restricciones para los vehículos, tapones de los envases, reciclaje… Incluso, algunos errores que dañan a sectores productivos y que ponen en peligro nuestra soberanía alimentaria, como las prolijas y desconsideradas normas sobre agricultura y ganadería o las de protección de ciertas especies animales sin consideración de daños y dañados. En esta coyuntura están en juego, por otro lado, cuestiones políticas de una gran enjundia: si el equilibrio rector de la UE que venía predominando hasta ahora va a romperse en favor de tendencias disgregadoras o menos uniformadoras, y, especialmente, nuestra reacción a la guerra que amenaza la paz, la de Putin, que, con razón, muchos países cercanos entienden que está llamando a sus puertas. Nada de esto, sin embargo, parece guiar el voto de la mayoría de los ciudadanos, que entienden como demasiadas lejanas o ajenas esas cuestiones (lo que por cierto, señala bien a las claras las limitaciones de la democracia, o de los actores de la democracia, que es, con todo, como decía Winston Churchill, “el peor sistema de gobierno, a excepción de todos los demás que se han inventado”), y parece que irán a votar guiados por solo una cuestión Sánchez, sí, Sánchez, no (o, a la inversa Feijóo -y su adherencia-, sí, Feijóo no), cuyos vectores constitutivos más gruesos y decisivos serían los de amnistía / independentismo versus corrupción / Begoña Gómez. Y es curioso que los propios medios, que señalan como inaceptable esta reduccionismo, sean ellos mismos los que juzguen como la piedra de toque del resultado electoral esa misma elementalidad, tan alejada de lo que de verdad se juega en el tablero europeo. Para que ustedes hagan la comparación, les doy los datos de las anteriores elecciones al Parlamento Europeo (2019): PSOE: votos 7.369.789 (33,18 %), escaños: 21; PP: votos 4.519.205 (20, 35 %), escaños: 12. Las de ayer (2024): PSOE: votos 5.248.581 (30,18 %), escaños: 20; PP: votos 5.945.367 (34,19 %), escaños: 22. ¿Quién ha resultado vencedor, más allá de los votos, en la pugna emocional-discursiva en que se planteaba el agonismo entre ambos partidos? ¿Quién ha superado los expectativas y quién ha defraudado? Pues me temo, que, más allá de los datos objetivos, la respuesta dependerá del voto de cada uno y de sus anhelos previos, y, fundamentalmente, de la fuente informativa a que vaya a abrevar. Ya saben lo de la vieja paremia: “Pon lo tuyo en concejo, unos dirán que es blanco; otros que negro”, o el campoamorino: “...todo es según del color / del cristal con que se mira”.

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