Los lectores de La Nueva España lo habrán visto unas cuantas veces en mis artículos, pero quizás no nos sea inconveniente a todos un recordatorio, para que la desmemoria y el hastío no nos impidan tener presentes a todas horas la indignidad y el agravio a que somos sometidos.
En el año 2003 (Declaración de Santillana, 20 de agosto) todo el socialismo español se conjura para acercar Cataluña a los niveles de privilegio e insolidaridad que ya tienen Euskadi y Navarra. En prosecución, y de forma unánime (ese unánime incluye, perdónenme la redundancia, al prócer Areces, a los eximios Villa y Fernández y a toda la caterva de diputados, senadores, concejales y sindicalistas palafreneros que sientan sus posaderas sobre los sillones mullidos con el dinero público de los asturianos), los socialistas aclaman el nuevo Estatuto de Cataluña, babean sus excelencias, proclaman su adhesión y votan su existencia. El nuevo Estatuto de Cataluña, como ustedes saben, establece la bilateralidad entre Cataluña y el conjunto del Estado (una especie de pacto federativo) en todas las materias, pero especialmente en la cuestión de la financiación; limita la igualdad de todas las comunidades a sólo la sanidad y la educación (no, por ejemplo, a las infraestructuras o las redes informáticas) -y ello si las demás comunidades realizan un «esfuerzo fiscal también similar»-, y garantiza para la eternidad que Cataluña no altere su puesto en la renta per cápita entre comunidades. Hay más lindezas y no menos graves. Sobre ellas, los invito a revisar la hemeroteca de este periódico o mi recién aparecido «Ría del Eo (España y Asturies: futuro y coyuntura)».
Pues bien, todas estas lindezas han sido las que ha aprobado y jaleado el zapateril Ejército. Ahora, algunos de los autores del atentado contra la dignidad y la igualdad andan tratando de disimular su participación y de hacer como que se oponen a lo que ellos mismos impulsaron y que ahora Montilla y Zapatero (que deben ser socialistas, a mi entender) quieren cumplir.
De esa forma, por ejemplo, el doctor Areces anda por el mundo tamborileando en su pecho patrióticos golpes de amenaza y desafío: «Nunca aceptaremos un pacto de financiación que dañe a Asturias» -brama-. Y el señor Juan Fernando López Aguilar, cabeza del PSOE a las elecciones europeas, nos viene a mentir en nuestra propia patria: «Asturias tiene la misma interlocución bilateral que Cataluña respecto a la financiación».
Ya saben ustedes lo que decía el estadounidense H. L. Mencken: «Un demagogo es aquel que publica doctrinas que sabe falsas a hombres que sabe que son idiotas».
Les diré una cosa: tragarán con lo que les echen (de hecho, ya han encloyado el rabo, el ano y las tripas, únicamente les queda por acabar de meter para dentro la cabeza con los cuernos de la bestia), sólo pedirán que les den un poco de vaselina para disimular y seguir engañando a sus votantes. Y, por otro lado, que no los confundan a ustedes con milongas: en segunda votación, el nuevo sistema de financiación para las comunidades autónomas no requerirá más que los votos del Gobierno y de una comunidad.
De modo que prepárense: en cuanto caiga el telón de la farsa, que está a punto de caer, empezará la tragedia, cuyas víctimas seremos casi todos, empezando por la mayoría de los asturianos.
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