Arturo Arias, el magníficu periodista d'El Comercio, que nun parez miranos con malos güeyos, dedicóme otra d'eses graciuques coles que de xemes en cuando nos afalaga. Allúgola equí tres da-y les gracies y deseá-y bones fartures (y salú pa dixeriles). ¡Gracies, Arturo!
Oriciomancia
La acción transcurre en la sidrería sede de la peña de piscívoros La Raspa, después de una fartura opípara a base de frutos de la mar entre los que destacaron, por cantidad y calidad, unos cuantos kilos de oricios. Uno de ellos fue reservado para que Sibila, la bruja del Natahoyo, realizara en la sobremesa una sesión de oriciomancia o lectura del futuro en las entrañas de un equinodermo. Antes de empezar el rito mágico comentó: -Soy una firme convencida de que los seres humanos atravesamos por un breve período definido por filósofos esotéricos como etapa de conciencia mágica. Durante aquel fructífero tiempo nuestros lejanos ancestros poseían facultades que hoy en día se consideran paranormales...
-¿Acasu eren humanos en la acepción figurada y cada vez menos usada de persones que se compadecen de les desgracies ajenes? -interrumpió el vetusto playu Nolo Vasllenar. La bruja respondióle sonriente:
-A pesar de tu sutileza, sé que sabes que mi comentario se dirigía hacia el derrotero de unos tiempos casi edénicos en los que nuestros congéneres ejercían naturalmente poderes telepáticos, telequinésicos, de sanación, de adivinación, etcétera, que poco a poco fueron sustituidos por los inventos tecnológicos y las religiones, y acabaron por atrofiarse. Pero no en todos, puesto que hay personal que conserva aquellas facultades en estado latente, mientras que un grupo de privilegiados, entre los que me hallo, somos conscientes de las mismas y las ejercitamos. Antes de proceder a la apertura del oriciu reservado para la práctica adivinatoria, intervino un comensal desde una mesa del fondo:
-¡Mira a ver si te diz el resultao de les próximes autonómiques!
Nadie puso reparos, de modo que Sibila procedió a examinar minuciosamente el interior del erizo marino. Un par de minutos más tarde levantó la testa para vaticinar:
-¡Ja, ja, ja...! -se carcajeó el preguntador, cuya identidad quedó entonces al descubierto: se trataba de Xuan Xosé Sánchez Vicente. Luego se supo también que los oricios consumidos los había pescado él mismo en el pedreru de Huerres (Colunga), e incluso seleccionó el 'oriciu coñón' usado en el rito.
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