Xuan Xosé Sánchez Vicente: asturianista, profesor, político, escritor, poeta y ensayista. Articulista en la prensa asturiana, y tertuliano en los coloquios más democráticos. Biógrafo no autorizado de Abrilgüeyu
De los sueños hicimos pesadilla.
De los sueños hicimos pesadilla
Un comentariu d'un llector
Termináu de lleer el llibru. Yo nací en 1966, fíu y nietu de mineros que vivieron la posguerra y la dictadura del xeneral Franco. Con trabayu y esfuerzu, arrimando tol mundu l’hombru pa sacar la familia alantre, non sin dificultaes.
Recuerdo delles hestories que relates, contárameles mio güela Consuelo, a la vera la cocina carbón, asando unes mazanes o amagostando unes castañes na chapa.
Pasaben los aviones per encima de Sama, sonaben les berrones (sirenes), y la xente corría pa metese dentro del túnel del tren, y pesllábenlu con una puerte de fierro, hasta que pararen los aviones. Tamién canciábame el canciu que recueyes en De los sueños hicimos pesadilla: “Ellos yeren cuatro y nosotros ocho, vaya paliza que nos dieron ellos a nosotros”.
En fin, una crónica de la non tan remota hestoria vivida n’España y, sobre too, n’Asturies, onde la población fue emburriada a una engarradiella (confrontación civil) ente hermanos o vecinos, a vida o muerte, por unos dirixentes políticos qu’enxamás midieron les consecuencies que trairía esi enfrentamientu de les dos Españes a les xeneraciones futures.
Llibru mui fácil de lleer y con gran precisión de datos y llugares y situaciones qu’esperemos nun se repitan nel tiempu pol bien de toos.
Alegría y torcedor
(El caberu día del añu pasáu en LNE)
L’APRECEDERU
ALEGRÍA Y TORCEDOR
No he expresado aquí mi alegría por el galardón a la sidra asturiana y su cultura como Patrimonio Mundial Inmaterial, galardón ligado a la Denominación de Origen y sus palos, realizados con manzana llariega. Lo hago ahora.
No obstante, ese gozo se encuentra nublado por el conocimiento del mundo real de la sidra, o mejor, del mundo real del fruto que la produce. Solo 7.122 toneladas han sido recogidas bajo la denominación DOP, 853 parcelas registradas para esa producción y 380 productores. Si ello es limitado, el futuro parece más oscuro. El precio que se paga por el kilo del fruto no compensa los gastos que origina, y ello cuando, como en la mayoría de los casos, el único salario es el sudor del propietario. Aumentar el precio de la manzana para incentivar plantaciones “industriales” implicaría incrementar más el precio de la bebida de denominación, pero ese incremento tiene un límite: la sidra compite mal con el vino en su capacidad de “matar la sede” y se consume más rápido, por lo que para hacerlo, para competir en ello, habría de desembolsarse una cantidad de dinero superior a la del consumo del fruto de la uva.
Pero el problema va más allá: tiene que ver con el abandono general del campo y, por tanto, la falta de trabajadores y de continuidad en las tareas tradicionales. De eso mismo se acaban de quejar los cultivadores de fabes, de que no hay continuidad, de que los pocos jóvenes que quedan no quieren saber nada.
Y es que, desde hace décadas, el campo y sus habitantes se encuentran perseguidos por tierra, mar y aire: por la UE, sus limitaciones -ya desde nuestra entrada fernandomoraniana- y sus abusos burocráticos; por los lobos, Teresa Ribera y el PSOE; por los urbanitas, como pone de manifiesto la iniciativa de Ignacio Arias y su hija Marina de preservar el derecho del campo a ser campo.
Alegría y torcedor
(Ayer, en La Nueva España)
L’APRECEDERU
ALEGRÍA Y TORCEDOR
No he expresado aquí mi alegría por el galardón a la sidra asturiana y su cultura como Patrimonio Mundial Inmaterial, galardón ligado a la Denominación de Origen y sus palos, realizados con manzana llariega. Lo hago ahora.
No obstante, ese gozo se encuentra nublado por el conocimiento del mundo real de la sidra, o mejor, del mundo real del fruto que la produce. Solo 7.122 toneladas han sido recogidas bajo la denominación DOP, 853 parcelas registradas para esa producción y 380 productores. Si ello es limitado, el futuro parece más oscuro. El precio que se paga por el kilo del fruto no compensa los gastos que origina, y ello cuando, como en la mayoría de los casos, el único salario es el sudor del propietario. Aumentar el precio de la manzana para incentivar plantaciones “industriales” implicaría incrementar más el precio de la bebida de denominación, pero ese incremento tiene un límite: la sidra compite mal con el vino en su capacidad de “matar la sede” y se consume más rápido, por lo que para hacerlo, para competir en ello, habría de desembolsarse una cantidad de dinero superior a la del consumo del fruto de la uva.
Pero el problema va más allá: tiene que ver con el abandono general del campo y, por tanto, la falta de trabajadores y de continuidad en las tareas tradicionales. De eso mismo se acaban de quejar los cultivadores de fabes, de que no hay continuidad, de que los pocos jóvenes que quedan no quieren saber nada.
Y es que, desde hace décadas, el campo y sus habitantes se encuentran perseguidos por tierra, mar y aire: por la UE, sus limitaciones -ya desde nuestra entrada fernandomoraniana- y sus abusos burocráticos; por los lobos, Teresa Ribera y el PSOE; por los urbanitas, como pone de manifiesto la iniciativa de Ignacio Arias y su hija Marina de preservar el derecho del campo a ser campo.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)