CUATRO ESCENAS CÓMICO-TRÁGICAS
Chigreros y sidreros asturianos. Beber sidra por el mismo
vaso siempre fue, por lo menos, una gochada. Cuando alguien está enfermo, un
riesgo. Si durante muchas décadas se compartió el vaso no fue por una especial
ética asturianista, solidaria o parasocialista, sino por la carestía del vaso.
Pues bien, he aquí que algunos entrevistados por LA NUEVA ESPAÑA al respecto de
la sidra en común y el coronavirus, manifiestan que no existe problema alguno
en compartir el vaso. Incluso, alguno manifiesta que la sidra es un
“desinfectante natural”. No convendría andarse con bromas en esta materia. Al
margen de los enfermos y los muertos, nos espera una tormenta económica y
social de una enorme gravedad. Al tiempo. Así que, menos épica y más razón.
L.lena. Los dirigentes del PP manifiestan que el cartel del
antroxu que publica el Ayuntamiento no se entiende y lo denuncian. Les
transcribo lo más “difícil” que pone el cartel: “Entrega de premios
n’acabando’l desfile”; “Si fai mal tiempu va treslladase a la Casa de Cultura”.
Lo demás: “categoríes”, “concursu”, “carroces”. Hay que entender que se trata,
pura y simplemente, de enfermedad, esa enfermedad de odio hacia el asturiano
(que es, en ocasiones, un problema de autoodio) que posee, como un íncubo, a
gran parte de la derecha y a una porción de la izquierda. Porque, si no, si
fuese verdad que estas buenas gentes del PP no entienden el texto, habrá que
tomarlo como una espectacular muestra del fracaso del sistema escolar, y
preguntarse qué pueden comprender de los problemas del Ayuntamiento y de los
vecinos del conceyu.
Senado. Una propuesta del PP para modificar el proyecto del
Estatuto del Consumidor Electrointensivo, que beneficia a Cataluña y Euskadi,
perjudica a Asturies, Galicia y Cantabria, y los gobiernos de estas tres
comunidades quieren modificar. Los senadores del PSOE votan en contra; los
d’Asturies, Fernando Lastra, Francisco Blanco, María Fernández y María Jesús
Álvarez, incluidos. Ya sé que la propuesta del PP, sobre justa, tiene mucho de
interés político coyuntural y que la regla universal de la política es la de
“al enemigo, ni agua” (o “sal y polvorones”). Pero da lo mismo, esos senadores
y diputados votarán siempre aquello que les ordene su partido en virtud de sus
intereses, que pueden ser contarios a los de Asturies, como han hecho siempre.
Así que si algún incauto cree que cuando vota lo hace a quien va a representar
sus intereses territoriales y personales en conflicto con otros está
equivocado. Lo que vota es el poder de una empresa que seguramente coincidirá
con su discurso, pero que será muchas veces contraria a sus intereses.
La cuarta escena sucede en tinieblas. Dormitorio. El varón:
“Aquí llegados, ¿por qué no variamos la norma para no vivir tan apretados?
Cambiemos las limitaciones del sueldo”. La mujer: “Y de paso, modifiquemos eso
de que solo podemos estar “ahí” ocho años, pongamos doce, o más”. Se guiñan un
ojo, aun a oscuras, y se cogen de la mano.
Él: “Y, ya en ello, si prolongamos más, podríamos en su día
transmitir los puestos a nuestros hijos, que debemos ir ya preocupándonos por
su futuro, ¿te parece?”. Ella responde solo con un suspiro de satisfacción,
pero, tras unos segundos vuelve: “Oye, por cierto, esto enseguida se nos va a
quedar pequeño, ¿qué te parece si vamos pensando en algo más céntrico? Por
supuesto para más allá, sin prisa. Mira, he oído hablar de un edificio muy
céntrico y que no está nada mal. Palacio de Oriente, creo que lo llaman, ¿qué
opinas?”. Él se revuelve hacia el otro lado sin contestar. “A fin de cuentas,
prosigue ella, ¿no hemos venido a eso, a tomar los cielos por asalto?”.
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