L’APRECEDERU
TEITOS Y SINGULARIDADES ASTURIANAS
Hay
palabras que contienen, más allá de su significado usual, un rastro cultural y
social en que se percibe la sociedad en que la palabra se formó y el tipo de
individuos que la habitaban.
Uno
de esos vocablos es el asturiano señardá,
del latín singularitate. El significado básico de la
palabra es la toma de conciencia psíquica de que el individuo ha perdido los
amarres emocionales con los suyos o con su tierra, de aquello que constituía su
“otredad” más sustancial; de que uno ha quedado alienado de su verdadero “yo”,
por dejar de ser “otro” y pasar a ser sólo mismidad, “singularidad”. Nace de
ahí la conciencia de la soledad, la extrañeza por ella y el dolor (o
insatisfacción) por la misma, los tres componentes emocionales básicos de lo
que denominamos señardá .
La
palabra hubo de surgir en la sensibilidad de un pueblo de vaqueiros y pastores que pasan gran parte del año en les brañes y puertos, en la inmensa soledad de la naturaleza durante muchos
meses. Ahí es donde debió tomar cuerpo primeramente la formulación de la
“singularidad” como análisis y expresión de esa percepción de extrañamiento de
la sociedad humana y de las cosas de diario, y del vago sentimiento de tristeza
que la acompaña.
Es en
ese ámbito asimismo donde surge la palabra teitu.
En la inmensidad de la naturaleza, en el desamparo del hombre ante ella, el techo subraya también esa soledad del individuo,
pero ahora afirmando la nota de lo humanizado (teitu) frente a lo no humanizado; el amparo que acoge, frente a la
hostilidad del mundo.
Y
llegamos ahora a una singularidad distinta y moderna: la absoluta indiferencia
práctica (si no su hostilidad) de la administración asturiana frente a esas
piezas constructivas que nos singularizan: teitos
y horros; como se quejan, por
ejemplo, los vecinos de Somiedo ante el reciente incendio del teitu de Mumián.
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