Ayer, en LNE: Al llegar la seronda





                                       AL LLEGAR LA SERONDA

                Como saben ustedes en los próximos tiempos nos moveremos entre la Scila de la morbilidad del virus y la Caribdis de la ruina económica. Y en ese período hemos de mantener el trabajo y la actividad económica, yo diría que sea cual sea la evolución de los contagios, porque han sido enormes tanto el esfuerzo de las instituciones europeas (o van a serlo) como el del Estado. Ese esfuerzo se ha solventado y se solventará mediante déficit y deuda, lo que en último término viene a ser emitir billetes sin más respaldo que la confianza en el futuro. Pero no parece que podamos seguir remediando los males del presente con el recurso a la producción de más “belarminos” (aquellos billetes que el Consejo de Asturias y León fabricó y cuyo crédito era ninguno) y paralizando la actividad.
                De modo que si las cosas hasta octubre o noviembre siguen más o menos como hasta ahora, es decir, en la normalidad de brotes de covid19 controlables, hacia esa fecha nos enfrentaremos con una situación que puede asemejarse mucho a la del la del colapso de la sanidad en los meses de marzo y abril, puesto que coincidirán el período habitual de gripe, que ya de por sí satura los hospitales en su momento álgido, y un posible pico de crecimiento de los contagios por coronavirus, sobre cuya eventualidad existen hipótesis varias (algunas ligando ese crecimiento al frío de la estación); con el tremendo problema de que los síntomas de gripe y covid19 son muy semejantes, por lo que, naturalmente, todo el mundo correrá asustado al sistema de salud, por si se hallare afectado por esta enfermedad.
                De modo que para esas fechas el sistema sanitario deberá estar preparado para enfrentar esa situación. En primer lugar con las dotaciones suficientes de camas y equipos y una amplia reserva de ellos. En segundo lugar, con un refuerzo importante de todo el personal de los hospitales y de la red ambulatoria, tanto médicos como auxiliares. Tengamos en cuenta, además, que ese conjunto de personas se encuentra estresado y cansado por el esfuerzo de estos meses; es, pues, probable que ello influya en su rendimiento y en su ánimo.
                Ahora bien, la clave para evitar un nuevo colapso se halla en la capacidad para realizar pruebas rápidas, de forma que en pocas horas se puedan integrar en el circuito “normal” aquellos que no sean víctimas del coronavirus. Es una cuestión de personal y de test.
                Pero no se nos debe olvidar que en estos momentos, aún, el sistema sanitario está en estado de excepción, no solo por los efectos virulentos de la pandemia, sino por las prevenciones existentes. De modo que existe un retraso muy notable en controles rutinarios, revisiones de pacientes, pruebas médicas y operaciones. Del mismo modo, la asistencia médica telefónica que se practica de forma generalizada en ambulatorios y hospitales resulta insatisfactoria y puede traer problemas a muchos pacientes, especialmente a aquellos menos formados o más inseguros.
                Y no olvidemos que todavía nos queda la gran prueba de la enseñanza, que inevitablemente presencial como ha de ser, puede traer ocasionalmente montos notables de morbilidad.
                Por cierto, esperemos que, en el ínterin, admoniciones y sanciones logren reducir el incontable número de irresponsables a un conjunto reducido. Es una variable decisiva para limitar el peligro de la seronda.

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