L’APRECEDERU
CARRETERAS
SECUNDARIAS (E IRRESPONSABILIDAD)
No pretendo hablarles de la
novela así titulada de Ignacio Martínez de Pisón, que, sin duda, ustedes
conocen, sino realizar un par de observaciones a propósito de las vías que no
son de alta capacidad.
Casi el 80% de los
fallecimientos en accidentes en vías interurbanas ocurre en lo que llamamos
carreteras secundarias. Y llama la atención, al respecto, que, sin embargo, los
controles sobre el tráfico se efectúen en su inmensa mayoría en las autovías y
autopistas. Deben de existir para ello razones ajenas a eso que llamamos
“voracidad recaudatoria”, y creo que existen; aun con todo es difícil entender
a qué se debe esa disimilitud en la vigilancia entre unas y otras carreteras.
La segunda cuestión se refiere a
las reacciones de los ciudadanos ante los accidentes que en ellas se producen. Esas
reacciones consisten casi siempre en preterir la responsabilidad del conductor
(velocidad, pérdida de atención, etc.) y venir a echar la culpa al Estado por
defectos reales o hipotéticos de la vía. Y es que el Estado y el Gobierno se
han convertido para la mentalidad contemporánea en una especie de sustitutos de
la divinidad o el destino. Es de ellos la culpa de lo que nos pasa o tienen la
responsabilidad por no preservarnos del daño: nunca es cosa de nuestra
incumbencia.
Esa especie de difusa y general
mentalidad de irresponsabilidad se manifiesta con claridad tras el fin del
enclaustramiento: mientras este duró, el Gobierno fue en la opinión universal
el culpable de todos cuantos males ocurrían (y lo fue de algunos), materiales o
personales. Sueltos al fin, un numeroso grupo de ciudadanos se siente exento de
cualquier responsabilidad, tanto sobre sus personas como sobre sus vecinos. Y
así, tenemos dos grupos de incívicos: los abiertamente enemigos de las
mascarillas y quienes las usan “para los guardias”: de pendiente, de
barbuquejo, de collarín, de bolso de mano, de brazalete…
Irresponsables.
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