¿Cuántas tiendas se han levantado por Ucrania?

(Ayer, en La Nueva España) ¿CUÁNTAS TIENDAS SE HAN LEVANTADO POR UCRANIA? Entiendo la impresión que las imágenes de destrucción y las cifras de víctimas y desplazados en Gaza causan. Entiendo, por ello, que se haya producido una reacción propalestina y antiisraelí, y que, como consecuencia -y en pos del ejemplo universitario estadounidense-, se hayan levantado aduares emocionalmente solidarios en algunos campus. Ahora bien, en el este de Europa y desde hace algunos años, tras haberse apoderado de Crimea, Rusia está atacando Ucrania, arrasando sus ciudades, matando civiles, obligando a abandonar sus hogares con algunos enseres a muchos ciudadanos. Y es curioso, pero esta brutalidad continuada y sistemática, ese proceder imperialista, no ha provocado el alzamiento de una sola tienda en protesta por ello, ninguna huelga en solidaridad con los asaltados y desplazados, ninguna petición masiva de retirada de los invasores. Es cierto que, en alguna medida, algunas actitudes se han lenificado. Ya no asistimos a la sistemática acusación a la OTAN y Occidente de haber provocado que don Vladimiro se sintiese provocado y, por tanto, «obligado» a reaccionar. Tampoco menudean los llamamientos a la paz argumentando que el envío de armas a Ucrania para defenderse no contribuye a ella, como menudearon en el argumento los socios de Sánchez, Podemos, IU y Sumar. No, el putinerío se halla ahora más discreto, por lo que habría sido posible que se hubiese producido alguna modificación a favor de las víctimas de Rusia, pero nada de eso ha pasado. ¿Por qué? Porque existe un tan notable como inmutable estrabismo político en el ámbito de la mayoría de izquierdas: en contra de Occidente, a favor de lo que no sea Occidente. Y, seguramente, detrás de ello vela la pasión autoritaria que siempre manifestó su simpatía por los regímenes dictatoriales, perdón, comunistas o del socialismo real, como prefieran llamarlos. Alejémonos un poco antes de volver a la cuestión de la emoción y la política sobre el conflicto. Volemos al Reino Unido: “Solo uno de cada cuatro musulmanes británicos cree que Hamás cometió asesinatos y violaciones en el ataque a Israel. Los sectores más extremistas se encuentran en las franjas más jóvenes, con estudios, y entre los nacidos en Reino Unido”. Es evidente, volviendo ya a nuestras tierras y a nuestros campus, que la opinión pública no “se mueve” nunca, sino que “es movida”. Ahora bien, es también cierto que, previamente, existen ciertas siembras instaladas que solo esperan el agua para crecer, esto es, para moverse en la dirección hacia la que se los incita. Ello permite excitar el movimiento con pocos matices o, incluso, ocultando algunos elementos fundamentales. Uno, por ejemplo, el origen del momento presente del conflicto y los contendientes. Se puede estimar, como lo estiman tantos dirigentes europeos y mundiales, no solo los ciudadanos de a pie, que Israel se excede en su derecho a réplica o de defensa con respecto al ataque inicial de Hamás. Ahora bien, se pasa por alto que quien comete los crímenes (1.200 asesinatos, 240 rehenes) el 7 de octubre del año pasado no es Hamás como organización terrorista, sino un Hamás que es el Gobierno de Gaza, Gobierno que se han dado a sí los palestinos. ¿Cómo se combate, pues, a un grupo armado que es, a la vez, la organización estatal? No es fácil la respuesta. Al respecto del futuro de la zona, del cese con los menores daños posibles para la población, el establecimiento, tan deseable, de la paz -cuestiones que vienen siendo irresolubles desde 1949-, muchos propugnan que la única solución pasa por la convivencia de Palestina e Israel como dos estados. En este momento, 143 estados de las Naciones Unidas han reconocido a Palestina. El hacerlo, y aun su establecimiento efectivo, oculta algunos problemas de bastante entidad. Solo uno: ¿cómo podrían convivir dos estados cuando en uno de ellos el régimen podría tener como objetivo programático la destrucción del otro? Pues áteme usted esa mosca por el rabo. En los últimos meses, Pedro Sánchez ha decidido dar un paso adelante, y, sin que la Unión Europea y sus instituciones lo acompañen, sin tener tampoco el acuerdo unánime -y sin buscarlo- en España, reconocer, poco menos que por sí y ante sí, tras una intensa campaña por el exterior, a Palestina. No malicien ustedes que se trata de una medida con un fuerte componente electoral, que busca aprovechar la emocionalidad propalestina, tan fluente en el ámbito de la izquierda y especialmente en el de sus competidores de IU y Podemos. ¡Honni soit qui mal y pense! El anuncio del próximo reconocimiento se hace el día 22 de mayo en una comparecencia en el Congreso de los Diputados, y la campaña para las elecciones europeas comienza el 23. Pero nada tiene que ver un asunto con el otro. Lo vienen pregonando los medios afines a la Moncloa: «Se hace antes para que nadie piense que tiene que ver una cosa con otra». ¡Cuánta exquisitez, cuánta delicadeza! ¡No me digan que no!

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