Palabrería


Con unas o con otras palabras, todos los medios de comunicación sostienen que el cambio de gobierno zapateril tiene un objetivo: "reforzar políticamente" al Ejecutivo, darle "un subidón" de popularidad (o de imagen, como se prefiera).

Si quien lo ha hecho, el señor Zapatero, piensa que ese cambio tiene esa utilidad entonces es que su mente es una mente prelógica y cree en la magia o en los milagros. Si quienes utilizan esos conceptos como resultado de una observación de la realidad, entonces no saben lo que dicen. En cualquier caso, todo ello -el ligar el cambio de ministros con efectos positivos y duraderos sobre la opinión pública- no es más que palabrería.

Y es que, en efecto, a la opinión pública le llegan poco más que el nombre del Presidente y las siglas del partido. ¿Quien, en efecto, fuera del mundo de los periodistas y de los políticos conoce el nombre de los ministros o de los segundos de los partidos? Pero es que, ciertamente, las variables que influyen en los electores son muy escasas. La fundamental es la adscripción emocional temprana, que consta casi únicamente de dos variables: la de los suyos, donde reside todo el bien y a los que se suele ser fiel toda la vida y la de los enemigos. Amabas fes son complementarias y se realimentan.

La segunda variable, para aquel público poco numeroso que está dispuesto a cambiar de voto, es la marcha general de la sociedad (la economía, pero también otras variables) y la impresión general emocional que le causen el Presidente y el partido del mismo.

Y lo demás no existe. O sea, que considerarlo como una realidad es puro pensamiento mágico y pura palabrería.

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